DOI 10.4067/S0718-83582016000200001

 

La segregación y la integración en la sociología urbana: revisión de enfoques y aproximaciones críticas para las políticas públicas

 

Javier Ruiz-Tagle1

1 Chile. Profesor asistente, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos Pontificia Universidad Católica de Chile. PhD en Planificación y Políticas Urbanas, University of Illinois at Chicago, 2014. Magíster en Urbanismo, Universidad de Chile, 2006. Arquitecto, Universidad de Chile, 2004.


Resumen

La segregación residencial es para algunos un fenómeno natural, y para otros un problema estructuralmente determinado. En cambio, la integración se ha vuelto un objetivo neoliberal o una aproximación voluntarista. Aquí se revisan varias explicaciones de la segregación: consideraciones sociológico-históricas, teorías funcionalistas-positivistas y teorías de conflicto-postestructuralistas. Se afirma que las teorías funcionalistas-positivistas han influenciado los estudios empíricos y varias ideas que modelan las políticas de integración, con una excesiva confianza en la proximidad física entre diferentes grupos sociales. Finalmente, para entender las transformaciones espaciales más allá de las visiones estructuralistas y naturalistas de la segregación, se toma la idea de dialéctica socio-espacial y el programa del Derecho a la Ciudad para relocalizar la integración como una demanda crítica y progresista.

PALABRAS CLAVE: SOCIOLOGÍA URBANA; SEGREGACIÓN; INTEGRACIÓN; POLÍTICA URBANA; DIALÉCTICA SOCIO-ESPACIAL.

Recibido: 19-01-2016 | Aceptado: 16-05-2016


 

Introducción

El problema de la segregación residencial ha sido debatido por años entre dos visiones opuestas. Por un lado, la Escuela de Chicago ha influenciado a varias generaciones de autores, quienes han retratado la segregación como un fenómeno natural. Y por otro, la aproximación marxista comprende este fenómeno como un problema estructuralmente determinado. Estos debates no se han limitado a la teoría, sino que han marcado la agenda empírica de diferentes estudios urbanos y políticas públicas, especialmente la Escuela de Chicago, que se ha constituido como la base sobre la cual se han sustentado las políticas de integración social que fomentan la diversidad socio-demográfica al interior de las ciudades. Asimismo, autores marxistas han criticado estas políticas, argumentando que la integración socio-espacial responde a objetivos simplistas e ingenuos, ya que sólo producen proximidad física, la que puede incluso culminar induciendo procesos gentrificadores. Pero, ¿cómo llegamos a estas concepciones?, ¿Cómo han sido tratadas estas ideas por diferentes teorías sociológicas urbanas?

La segregación residencial ha sido el centro de discusión para casi todas las teorías de la sociología urbana. La comprensión de las causas, dinámicas y consecuencias de la segregación, expone las fundaciones epistemológicas de dichas teorías. Así, esta revisión intenta dar una mirada crítica a la trayectoria de cómo teorías generales han influenciado un gran número de estudios empíricos, y de cómo esos estudios empíricos fueron transformados en políticas públicas de integración. Entonces, el objetivo de este artículo es doble. Primero, discutir los orígenes sociológicos de la segregación y la factibilidad de la integración desde varias teorías y aproximaciones, pero especialmente profundizando el carácter natural y/o estructuralmente determinado del fenómeno. Segundo, y vinculado al anterior, evaluar la importancia de la transformación del espacio en términos de la transformación de la sociedad, de manera de desarrollar una agenda progresista para el cambio urbano.

Con estos propósitos, se organiza el argumento en tres partes. Primero, se revisa el origen de la segregación, las principales teorías de la sociología urbana que la abordan, sus ramificaciones y las explicaciones que poseen acerca de este fenómeno. Segundo, se discute la influencia de las aproximaciones teóricas en estudios empíricos y en políticas públicas. Y tercero, para entender las transformaciones espaciales más allá de visiones estructuralistas y naturalistas de la segregación, se toma la idea de la dialéctica socio-espacial y el programa del Derecho a la Ciudad para relocalizar la integración como una demanda progresista y para operacionalizarla como una lucha válida y efectiva.

 

La segregación y sus distintas corrientes en la sociología urbana

Aunque se dice que las separaciones socio-espaciales son tan antiguas como los espacios urbanos en sí mismos, por lo general el origen de la segregación residencial actual se asocia a la transformación socioeconómica impulsada por la consolidación del capitalismo industrial2. Varias dicotomías fueron creadas para explicar esta transición: urbano-rural, tradicional-moderno, comunidad-sociedad, solidaridad mecánica-solidaridad orgánica, etc. Sin embargo, más allá de las interpretaciones específicas de cada una de ellas, hay acuerdo en que en la sociedad pre-moderna las ciudades se basaban en una rígida segregación social y en un uso de suelo no especializado3. En tanto, en las sociedades modernas las ciudades se organizan en complejos sistemas de estratificación y especialización, con altos niveles de sobrepoblamiento y pobreza, condiciones sobre las cuales se comenzaron a fraguar las divisiones de clase4.

Así, hay cuatro líneas explicativas del origen de la segregación residencial actual que se vinculan al cambio desde sociedades tradicionales a modernas. Primero, la segregación es explicada desde los cambios en los modos de producción y sus influencias en la localización de la vivienda. Engels5 destaca la separación entre producción (trabajo) y reproducción (vivienda) que empezó con el capitalismo, la cual dejó las viviendas de los trabajadores vacías de recursos materiales y localizadas en lugares marginales que ya no eran relevantes para los asentamientos urbanos. Esto también trajo importantes consecuencias para la estructura de las familias, cuyos miembros fueron divididos en roles de género, de producción y reproducción. Segundo, la segregación es explicada por la comodificación del suelo urbano. La proliferación de títulos y derechos, con la creciente subdivisión y densificación de ciudades modernas, abrió espacio para la creación de mercados inmobiliarios y, consecuentemente, para la separación espacial entre ricos y pobres en base a patrones espaciales jerárquicos6. Tercero, la segregación es explicada por diferenciaciones socio-culturales. La especialización del trabajo en tareas y roles específicos intensificó la diversificación de rasgos culturales y estilos de vida7, heterogeneidad que se transformó en condición necesaria para la segregación residencial. Y cuarto, la segregación es explicada como un fenómeno derivado del racismo, impulsado por la expansión de las llamadas sociedades civilizadas y consolidado por la ciencia y la racionalidad técnica8. El racismo, como sistema de creencias y superioridad de grupo, promueve relaciones sociales basadas en la discriminación, el prejuicio, la violencia, la aversión y la opresión9.

Durante las primeras décadas de modernización, el desarrollo de las ciudades fue paralelo a las transformaciones de los modos de producción. Pero en cierto punto, esas estructuras espaciales –socialmente creadas– empezaron a ejercer algunas influencias en la reproducción de las desigualdades. El ordenamiento espacial de las ciudades entonces pasó de ser una mera expresión a ser parte de los factores que afectan el desarrollo de los individuos y sus territorios, lo cual Lefebvre10 y Soja11 explican como ‘dialéctica socio-espacial’. Así es como diversas teorías desde la sociología fueron levantadas para dar cuenta de las “nuevas” relaciones socioespaciales que estaban sucediendo al interior de las ciudades.

La literatura actual sobre segregación es abrumadora y sus orientaciones diversas, pero en general se entiende a este fenómeno como la falta de interacción entre grupos sociales, que deviene de la separación de clases (segregación socioeconómica), la ubicación espacial (segregación residencial), los diferentes intereses y/o estilos de vida (segregación simbólica y/o cultural) y/o diferencias raciales o étnicas (segregación etno-racial). Los estudios de sociología que abordan la segregación son generalmente divididos en dos grupos principales de teorías: la Escuela de Chicago y la Escuela Marxista. Cada una posee bases epistemológicas, derivaciones y visiones políticas diferentes respecto a la segregación residencial. A continuación se revisan las aproximaciones fundacionales de cada grupo, sus explicaciones de la segregación residencial y las ramas teóricas derivadas de ellos.

 

Ecología Humana (o Escuela de Chicago)

La aproximación de la llamada Escuela de Chicago de sociología urbana, denominada también como Ecología Humana, estuvo influenciada por el trabajo de Emile Durkheim sobre la división del trabajo y sus métodos empírico-positivistas, y por un entendimiento darwinista de la competencia, la dominación y la subordinación12. Esta aproximación también tiene cercanía con el paradigma funcionalista, ya que coloca énfasis en la tendencia al equilibrio y en la naturaleza evolutiva del cambio13. La importancia de esta escuela está dada por ser la primera en analizar los problemas urbanos de una manera sistemática, construyendo una perspectiva teórica amplia de las ciudades y la vida social14. Esta aproximación es ampliamente reconocida por la conexión entre fenómenos sociales y patrones espaciales, por la perspectiva interaccionista que explora formas emergentes de asociación y por el estudio del rol de los atributos individuales en la explicación de problemas urbanos15. Para ello se enfoca en dos niveles de asociación: asociaciones simbióticas, en términos de la organización y competencia; y asociaciones sociales, en términos de los ajustes simbólicos y psicológicos y el consenso. Esto es, una organización moral y física en interacción16.

El nivel simbiótico tuvo inspiración desde la biología y la ecología (o darwinismo social). Ésta planteaba que los grupos de personas eran tratados como población y que la ciudad era entendida como el medioambiente donde ellos tienen que competir y adaptarse, produciendo aún más complejidad17. Esta competencia abre paso a la cooperación y la interdependencia a través de funciones y una distribución espacial diferenciada18, formando un equilibrio inestable que es mantenido por ajustes continuos19. El principal foco en este nivel era la competencia por suelo y por sucesión, ilustrado por el modelo de zonas concéntricas de Burgess y el modelo de invasión-sucesión de Mackenzie20. En este nivel, la Escuela de Chicago desarrolló las metodologías del análisis del área social, el complejo ecológico y la estructura de diferenciación funcional21, influyendo posteriormente en la ‘ecología factorial’ que se caracteriza por el uso de métodos cuantitativos.

En el nivel social, los conceptos de Durkheim se dieron por sentados, ya que se asume que las sociedades modernas están caracterizadas por la libertad individual, la diferenciación, una ética del individualismo y una conciencia colectiva debilitada que resultan en anomia22. Aquí, la posición y auto-concepción del individuo están determinadas por otros individuos y sus estándares de grupo23, y las áreas naturales, definidas en el nivel biótico, dan vida a culturas locales organizadas por un orden moral24. Además, este nivel se nutría del paradigma de la desorganización social, situación que era concebida como la influencia inevitable de la urbanización en los seres humanos. En efecto, afirmaban que la influencia decreciente de las reglas de comportamiento existentes y la descomposición de lazos produciría un proceso ecológico de competencia, conflicto, acomodamiento y asimilación25. El nivel social de asociación estaba marcado por el uso de métodos cualitativos y fue muy influyente en desarrollos teóricos posteriores de interaccionismo simbólico y estudios de comunidades (community studies).

La explicación de la segregación por parte de la Escuela de Chicago es que este es un “fenómeno natural”. La Ecología Humana ve la organización de la ciudad como algo que no ha sido diseñado y que carece de control específico. Se afirma que la segregación es un mero incidente del crecimiento urbano, los cambios locacionales y el metabolismo de la ciudad. Es decir, una condición que se produce inevitablemente en un contexto de una cooperación competitiva26. La segregación no es vista como algo patológico, sino como una etapa normal de transición hacia el equilibrio del orden social.

La crítica a las descripciones de la segregación de la Escuela de Chicago ha sido intensa y tiene tres aspectos: la falacia ecológica, el énfasis positivista, y la indiferencia a factores de economía política. Primero, la falacia ecológica insiste en el traslado de propiedades del conjunto a los individuos, en la sobre-interpretación de resultados como una perspectiva teórica totalizante y una visión reduccionista que carece de referencia a acciones intencionales significativas27. Segundo, la orientación positivista es criticada por sus pobres fundaciones teóricas, su carácter determinista, su uniformidad conservadora, el énfasis en la mantención del sistema, el carácter normativo de sus juicios morales y su fracaso en proveer un modelo analítico para explicar la ocurrencia ‘natural’ de la segregación28. Finalmente, la indiferencia hacia factores de economía política es la crítica más común y deriva del fracaso de esta escuela al abordar temas de divisiones raciales y de clase, debido al ocultamiento ideológico del capitalismo, y por una concepción limitada de la cultura, la historia, la economía y del rol de instituciones relevantes29.

Hay dos ramas que poseen una íntima conexión con la Escuela de Chicago. Primero, la Aproximación Culturalista que incluye los ‘modos urbanos de vida’30, la ‘teoría composicional’31, y la ‘teoría sub-cultural’32. Estas teorías conciben la segregación como una condición de la modernización y de la experiencia urbana. Se dice que la vida en ciudades densas, de forma positiva o negativa, afecta las relaciones sociales e influencia la auto-selección y la concentración a través de la prevalencia de relaciones secundarias en vez de primarias. Y en segundo lugar están los Estudios de Comunidades (Community Studies), que se desarrollaron cercanos a la antropología, basados en el interaccionismo simbólico, e influenciados por la concepción de comunidades tradicionales de Ferdinand Tönnies. Su explicación de la segregación es descrita por la idea del ‘barrio defendido’ (o territorios de origen): un producto urbano definido por límites reales o imaginarios, diferenciación social excluyente, cohesión interna e identidad de grupo33. Así, dado que la vida urbana contiene la posibilidad de aislamiento e integración, la construcción de comunidades puede ser entendida como una forma de diferenciación social, e incluso de exclusión, dentro de la sociedad en su conjunto34.

 

El Marxismo y la Economía Política Urbana

Las aproximaciones marxistas y de economía política urbana tienen sus orígenes en la ampliación de la teoría marxista tradicional durante los 60s35. Mientras la teoría marxista no tenía una tradición en el tratamiento de problemas urbanos, los autores de estos estudios toman algunos aspectos del método de Marx y los mezclan con nuevos conceptos e interpretaciones. Así, reconsideran la ciudad como objeto teóricamente significativo y critican la mayoría de las teorías y prácticas urbanas existentes como ideológicas, por legitimar la dominación de clase36. Algunos autores reconocen una importante distinción entre interpretaciones humanistas y deterministas del marxismo en esta aproximación. Por un lado, la visión humanista (representada por Henri Lefebvre) se enfoca en la producción del espacio y sus consecuencias en todos los aspectos de la vida cotidiana37. Y por otro lado, la visión determinista (representada por Manuel Castells) rechaza las nociones del sujeto individual, se enfoca en la lucha de clases extendida sobre la cuestión urbana y reconoce ciertas fuentes no-espaciales de los problemas urbanos38. Esta perspectiva no-espacial es influyente en autores que niegan la relevancia del espacio como objeto de investigación, insinuando que el estudio de ciudades significa lo mismo que el estudio de la sociedad en su conjunto, y enfatizando la importancia de la clase y del estatus para la conformación de comunidades39. Más allá de lo anterior, la economía política urbana representa una orientación abierta a muchas disciplinas y visiones que, aunque dominadas por el marxismo y el neo-marxismo, expresan un paraguas para una variedad de puntos de vista, incluso sin incluir la clase social en el análisis. Ambas ramas (de la llamada Nueva Sociología Urbana, en referencia a la antigua Escuela de Chicago), nacieron juntas en contextos sociopolíticos particulares; los disturbios de mediados de los 60s en los guetos de Estados Unidos y la insurgencia de 1968 en Europa. La coherencia de esta amplia orientación teórica, concebida como el paradigma dominante en el presente (aunque siempre a contracorriente), está dada por su conjunción de temas sobre urbanización, dominación económica, y el rol del Estado entre las clases sociales40.

Esta visión teórica puede ser entendida mejor en términos de sus tres autores más importantes; Henri Lefebvre, Manuel Castells y David Harvey. Primero, el proyecto de Lefebvre estaba dirigido a mostrar cómo las formas espaciales son productos de modos específicos de producción y cómo ellas contribuyen a la reproducción de la dominación, aportando a una serie de ideas que estimulan la acción radical41. Lo urbano para Lefebvre consideraba el espacio, la vida cotidiana y la reproducción de relaciones sociales capitalistas42, de lo cual surge su conocida triada conceptual: las prácticas espaciales (lo experimentado), las representaciones del espacio (lo percibido) y los espacios de representación (lo imaginado)43.

Segundo, Manuel Castells parte criticando casi la totalidad de la sociología urbana como ideológica, enfatizando la idea de la desaparición de la ciudad como una unidad social autónoma y la consecuente desaparición de la sociología urbana como cuerpo teórico. Él considera el espacio como la superposición de formas sociales y espaciales en las llamadas ‘unidades de consumo colectivo’44. Castells rompe la totalidad social en tres niveles analíticos: lo económico, lo político y lo ideológico45. Su objeto teórico entonces era el proceso de consumo como un elemento funcional dentro de la totalidad del sistema social, involucrando la reproducción de la fuerza de trabajo. Consecuentemente, la crisis urbana es entendida como una forma particular dentro de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción46. Castells subraya que la teoría del espacio es parte integral de una teoría social general, esto es, en términos de articulaciones y contradicciones de varios modos de producción47. Por ello, afirmando su carácter estructuralista, este autor entiende la ciudad como una forma espacial de acuerdo a la estructura tecno-social48.

Por último, David Harvey se enfoca en la creación del medioambiente construido como un producto de la industria capitalista. Él define tres circuitos del capitalismo: producción y consumo, medioambiente construido de las ciudades, y conocimiento científico. Harvey deriva el entendimiento de los procesos urbanos desde patrones del modo capitalista de producción, y luego observa las implicancias en términos de la separación espacial de la producción y el consumo49. La historia de la urbanización capitalista es planteada por Harvey en tres etapas: movilización de plusvalías en la ciudad mercantil, producción de plusvalías en la ciudad industrial y absorción de plusvalías en la ciudad keynesiana50. Lejos de Castells y más cerca de Lefebvre, Harvey no es tan determinista y le da una oportunidad al espacio en la transformación de la sociedad.

Uno de los grandes aportes conceptuales que realizan estos autores es el llamado Derecho a la Ciudad, que fue planteado por Lefebvre51 desde una posición eminentemente filosófica. Lejos de una visión nostálgica sobre las antiguas ciudades, él entiende que se debe dotar a los obreros, excluidos y segregados, de la capacidad para influir en las transformaciones de la ciudad. Para lograr ello, apuesta por una agenda que genere un programa político de reforma urbana radical y el desarrollo de proyectos urbanísticos osados que no estén restringidos a realismos o meros conformismos. Desde una perspectiva mucho más práctica, Harvey52 cree que para convertir a los obreros, o clases desplazadas, en actores relevantes de la transformación urbana, éstos deben lograr un mayor control sobre la producción y el uso de excedentes que se produce en las ciudades. Más allá de que el dominio de los excedentes urbanos hoy recaiga sobre unos pocos capitalistas, hay señales potentes de parte de movimientos sociales por la consecución del Derecho a la Ciudad.

La crítica general a la aproximación marxista se relaciona con su excesivo estructuralismo, su énfasis en la economía y su foco en intereses de clase53. Claramente, Castells ha sido el más criticado en estos temas, por tener una visión determinista-sistémica basada en aspectos no espaciales, y por ser escéptico del aporte de las transformaciones espaciales para generar cambios sociales radicales. Algunos autores han criticado esta aproximación teórica por no calzar con la realidad observada, por ser muy abstracta, por negar el rol histórico de la acción humana (la agencia) y por no dar cuenta de aspectos de la cultura urbana que no están solamente determinados por el capital54. Esto representa un dilema para la sociología urbana, ya que por un lado está preocupada de la clase social, el prestigio y del poder, y se vuelve más desinteresada de los asuntos urbanos, mientras que por otro lado hay una ampliación del interés público por problemas sociales que se están volviendo problemas urbanos55.

Cinco aproximaciones se pueden identificar como conectadas o emanadas de la llamada Nueva Sociología Urbana. Primero, la Aproximación Weberiana (o Sociología Urbana Británica) se enfoca en cómo las instituciones emergen y cómo son las acciones de grupos contra las estructuras sociales. Ellos ven la ciudad como centro de la distribución de recursos y como una arena para el conflicto56. Su explicación de la segregación está basada en la administración de la vivienda pública, lo cual representa la difusión y la extensión del poder burocrático que controla a la clase obrera57. Segundo, la Aproximación Feminista se basa en concepciones feministas generales alrededor del capitalismo, el patriarcado, y teorías de la diversidad, ofreciendo una concepción heterodoxa de las desigualdades urbanas que afectan más a la mujer que al hombre58. La explicación feminista de la segregación enfatiza una crítica a las formas actuales de reproducción social, lo cual lleva a las mujeres a una localización suburbana, con identidades fragmentadas, y a una reproducción de una nueva generación de límites socio-culturales59. Por esto, las autoras en esta aproximación son fuertes partidarias de la diversidad en un sentido amplio. Tercero, la Escuela de Los Ángeles es auto-presentada como una agenda alternativa de estudios urbanos, asumiendo la noción de diferencia dentro de una perspectiva del conflicto y construyendo concepciones heterodoxas de diferenciación socio-espacial60. Los investigadores de Los Ángeles observan la segregación no sólo de raza, clase y etnia, sino también de categorías ocupacionales, composición del hogar y atributos individuales61. Se destaca una ideología post-liberal hostil, dirigida a la defensa de estilos de vida de lujo, y traducida en nuevas represiones en el espacio y en el movimiento62. Cuarto, la Aproximación de la Ciudad Global busca describir la relación general entre fuerzas macro-económicas y resultados urbanos, en términos de una vulnerabilidad creciente de los lugares a las disrupciones en el mercado de las mercancías y una mayor exposición a fuerzas exteriores63. Los autores destacan la dispersión de actividades económicas, nuevas formas de centralización territorial en niveles superiores de administración y control, la erosión del rol de los gobiernos y la transición de ciudades desde la manufactura a las finanzas64. Su explicación de la segregación, alude a las grandes contradicciones que las ciudades globales crean para el capitalismo industrial avanzado, la polarización de clases y una disparidad espacial sorprendente dentro de una creciente y empobrecida diversidad local65. Y quinto, la Aproximación de la Economía Simbólica trata de explicar cómo la producción de símbolos depende y modela la producción del espacio público, combinando énfasis en el lado material y simbólico-cultural66. La idea de una ‘economía simbólica’ implica una continua producción de símbolos y espacios que entregan significados a las luchas por la diferencia; o dicho en lenguaje materialista, una explotación de la singularidad del capital fijo, divorciado de su contexto social original67. La segregación es discutida aquí en términos de estrategias culturales de revitalización urbana, las cuales dicen mejorar el carácter competitivo de las ciudades en relación a otras, pero no necesariamente incluyen medidas para la justicia social68.

Desde los avances recientes realizados por estas ramas de la economía política, específicamente de la Escuela de Los Ángeles, destaca la idea de dialéctica socioespacial que ha profundizado Soja69 (a partir de Lefebvre). Dicha idea es tomada desde el método dialéctico de Marx y es una invitación a entender cómo las condiciones materiales de existencia tienen homologación en el espacio, de manera inseparable, y viceversa. Con ello se intenta superar algunas de las críticas que se le realizan al marxismo respecto a su desinterés por entender el rol del espacio en la transformación social. El espacio así entendido no es una expresión cerrada sino que también un vehículo para articular la lucha por el Derecho a la Ciudad70.

 

La integración en la sociología urbana, los estudios empíricos y las políticas públicas

Hasta aquí se han presentado un grupo de teorías de una manera muy simplificada y reduccionista, con el objetivo de generar una taxonomía teórica. Estas teorías van desde el funcionalismo/positivismo, pasando por la sociología del conflicto, hasta el post-estructuralismo. En el grupo funcionalista/ positivista están la Ecología Humana, el Culturalismo y los Estudios de Comunidades. Entre el funcionalismo y la sociología del conflicto está la Aproximación de la Ciudad Global. En un lugar central dentro de la sociología del conflicto está el Marxismo, la Economía Política Urbana, y la Aproximación Weberiana. Y entre la sociología del conflicto y el post-estructuralismo está la Escuela de Los Ángeles, la Aproximación Feminista y la Aproximación de la Economía Simbólica. Todas estas teorías discuten problemas sociales urbanos en diferentes niveles, desde lo estructural a lo individual y desde lo cultural a lo simbólico. En un nivel más avanzado se podría haber agregado una Aproximación Foucaultiana (liderada por Richard Sennett), una Aproximación Bourdiesana (liderada por Loïc Wacquant), y una Aproximación del Actor-Red (liderada por autores como Ignacio Farías), pero estas aproximaciones aún no han formado una convergencia distintiva de ideas71. La figura 1 resume la taxonomía teórica planteada aquí72.

 

Figura 1. Teorías de la sociología urbana: macro-orientaciones y macro-dimensiones.

Fuente: Elaboración propia

 

Desde todas estas teorías, el estudio de la segregación está en una tensión entre dos visiones generales: una que plantea la existencia de un fenómeno ‘natural’ (e incluso positivo) que emerge de las concentraciones espaciales y otra que afirma que la segregación está determinada por la estructura capitalista social y económica. Ambas visiones han sido y continúan siendo altamente influyentes en la literatura empírica reciente. En el lado de las teorías del conflicto ha habido importantes influencias de las aproximaciones marxistas y weberianas en varios estudios. Éstos incluyen nuevos constructos teóricos como la teoría del régimen urbano73 (urban regime) o de las ‘máquinas de crecimiento urbano’74 (urban growth machines), estudios de gentrificación74, estudios de marginalidad avanzada76, y aplicaciones contemporáneas de la sociología de las zonas de transición77. Estas teorías han tenido un impacto restringido en la política pública, circunscrito especialmente a las décadas del sesenta y setenta, a través de la formulación del llamado advocacy planning, la planificación radical, la reforma social y la planificación a partir del aprendizaje social o “desde abajo”78.

Por otro lado, las teorías funcionalistas/positivistas han influenciado la mayoría de los estudios empíricos en Estados Unidos en el siglo XX referidos a la segregación urbana, con una amplia difusión en otros países. Pero en décadas recientes, el tema de una emergencia ‘natural’ de este fenómeno ha sido consensualmente rechazado, y las fuerzas del racismo y las prácticas del Estado han sido ampliamente reconocidas como las principales causas. Sin embargo, se afirma acá que actualmente hay cinco grupos persistentes de ideas que están influenciadas por teorías funcionalistas/positivistas y que proporcionan la base conceptual sobre las que se sostienen las políticas de (de)segregación o de ‘integración’, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Primero, el paradigma de la desorganización social esta aun presente en la representación de los guetos como formas sociales patológicas79. Segundo, la idea de ‘efectos de barrio’ es usada para mostrar cómo la concentración de la pobreza influencia comportamientos desviados de una forma relativamente espontánea y ecológica80. De hecho, esta concepción ha incluso llevado a algunos autores a pensar en una relación entre el tamaño de la población pobre y concentrada, y las potenciales consecuencias negativas81. Tercero, muy relacionado a los ‘efectos de barrio’, está la idea de geografía de las oportunidades, la cual sugiere que la geografía modela las decisiones de vida en términos de estructuras objetivas de oportunidad y oportunidades subjetivas percibidas82. Cuarto, los supuestos de los proyectos de vivienda de ingresos diversos (o mezcla social) asumen que las políticas de proximidad a vecinos de más alto estatus crearían círculos ‘virtuosos’ de redes sociales, control social, modelos de rol y una geografía expandida de la oportunidad83. Y quinto, a la aparición de barrios socioeconómicamente diversos y no-planificados, se le ha intentado explicar desde un modelo ecológico-demográfico, el cual está basado en teorías funcionalistas/positivistas de cambio socioespacial de barrios84. Este modelo, trata de explicar la ‘emergencia espontánea’ de patrones de diversidad estables en términos de cambios socio-demográficos específicos85.

No obstante lo anterior, estos cinco grupos de teorías han sido seriamente cuestionados por diversos autores. En contra de las visiones de la desorganización social en las consecuencias de la segregación, se subrayan el rol de actores institucionales, las estrategias de supervivencia de los pobres y el abandono desde el Estado86. Respecto de los efectos de barrio, se plantea que esto no es un problema de tamaño o nivel de homogeneidad de las áreas segregadas por sí solas. Los factores que hacen que la calidad de los recursos y las oportunidades lo- cales dependan del estatus socioeconómico de sus habitantes se vinculan a políticas neoliberales de transferencia de servicios básicos a los municipios, servicios segmentados y focalización de recursos. Y estos factores son prevalentes en contextos neoliberales como Estados Unidos o Chile. Un síntoma de ello es la formación de lo que Standing llama el precariado, referido a aquellos individuos marginados de los beneficios del crecimiento económico, con alta inestabilidad laboral, sin oportunidades, definidos negativamente desde el propio Estado, sin identidad de clase y ubicados en los márgenes del proletariado87. Por ello, se plantea que los efectos de barrio están mediados por una ‘equivalencia espacial neoliberal’, entre habitantes pobres por un lado y oportunidades, servicios y recursos pobres por el otro (ver figura 2). La mayor evidencia para afirmar esto es que en algunos Estados de Bienestar europeos, debido a una mejor redistribución territorial de recursos, los efectos de barrio no son tan severos como en Estados Unidos o como en Chile88. Además, la relación entre concentración de la pobreza y problemas sociales adicionales es criticada por no separar las fuerzas estructurales de la pobreza y por retratar la segregación como causa de casi todo89. Tal como auto- res más críticos han afirmado, los efectos de barrio vienen de instituciones poderosas90, y son “efectos del Estado inscritos en el espacio”91.

 

Figura 2. Mecanismos mediadores en los efectos de barrio.

Fuente: Ruiz-Tagle y López-Morales, 2014.

 

En términos de geografías de oportunidad, se puede ver que esta idea tiene un supuesto implícito orientado al mercado, el cual propone que la localización de oportunidades sigue a los grupos más poderosos y no toma en cuenta el rol de las instituciones en la redistribución de recursos. Bajo este supuesto, las prácticas de dispersión de la pobreza o de proximidad física a clases altas serían la principal vía para mejorar las perspectivas de vida de los pobres. Y más allá del rol de la oportunidad, los supuestos de las llamadas ‘comunidades de ingresos diversos’ (mixed income communities) asumen que los individuos de más alto estatus estarían dispuestos a compartir sus recursos con los más pobres, que los pobres estarían mejor controlados por individuos más adinerados en su propio barrio y que los pobres estarían mejor orientados en su comportamiento y sus objetivos a través de la presencia de clases altas92. En otras palabras, esto representa una reafirmación unilateral de las prescripciones morales de las teorías funcionalistas/positivistas. Finalmente, en términos de la aparición de barrios socioeconómicamente diversos y no-planificados (contrastado con el modelo ecológico-demográfico) también se puede distinguir un modelo Político-Institucional, que enfatiza la influencia activa de actores poderosos y organizaciones de base para una coexistencia deseada93. La tabla 1 resume las cinco ideas mencionadas y sus críticas.

 

Tabla 1. Cinco ideas que influencian las políticas de integración y sus críticas.

Ideas que influencian las políticas de integración Descripción Críticas
Paradigma de la desorganización social Representación de guetos como formas sociales patológicas, desde una visión moral dominante Guetos mejor descritos por el rol de actores institucionales, estrategias de subsistencia de los pobres, y el abandono por parte del Estado
Efectos de barrio Concentración de la pobreza influencia directamente comportamientos desviados No la concentración de la pobreza por sí misma, sino mecanismos institucionales produciendo efectos de barrio (‘equivalencia espacial neoliberal’)
Geografías de la oportunidad Disponibilidad de oportunidades locales moldea las decisiones de vida La localización de oportunidades no debería estar conectada a los grupos más poderosos. Las instituciones tienen un rol crucial en la distribución de recursos
Supuestos de vivienda de ingresos diversos Círculo virtuoso de redes sociales, control social, modelos de rol, y una geografía de oportunidades expandida Supuestos unilaterales que se basan en una superioridad moral de la clase media sobre los pobres
Modelo ecológico-demográfico para explicar emergencia de barrios diversos no-planificados Emergencia espontanea de diversidad socioeconómica barrial, desde cambios socio-demográficos específicos Modelo político-institucional: influencia activa de actores poderosos y organizaciones de base, para crear y/o mantener una diversidad barrial, de manera voluntaria

Fuente: elaboración propia.

 

Pero a pesar de estas críticas, las teorías funcionalistas/positivistas han tenido una fuerte influencia en la creación de políticas públicas, especialmente en la agenda de integración social urbana, lo cual puede observarse directamente en el debate sobre los llamados Proyectos de Integración Social en Chile. Las políticas de integración creadas bajo estas premisas, han tomado la dispersión de la pobreza y la proximidad espacial a habitantes de mayores recursos como fines en sí mismos, incluso mostrando algo de determinismo físico en sus planteamientos. Estas estrategias están dirigidas a revertir los problemas supuestamente creados por la concentración de la pobreza, dentro de racionalidades de efectos de barrio y de geografías de la oportunidad. Pero, ¿desde dónde vienen estas racionalidades? Nosotros planteamos que vienen no solo de paradigmas de investigación funciona- listas/positivistas, sino también de sesgos del neoliberalismo. Esto es, por una falta de atención al funcionamiento de las instituciones en perspectiva comparada y por un excesivo foco en los resultados emergentes de las agregaciones ecológicas, motivos por los que se termina ‘reificando’ el rol del espacio94.

Además, estas políticas de integración han llevado a la dispersión, desintegración, asimilación, pérdida de redes, atomización y ruptura de lazos95. En otras palabras, han cambiado el significado mismo de la integración desde un positivo derecho a las oportunidades a lo negativo de las imposiciones no-deseadas de mera diversidad socio-demográfica. Así, las políticas de integración han sido recientemente entendidas como estrategias neoliberales con objetivos subyacentes de gentrificación y control social96, o a lo más, como aproximaciones liberales ingenuas97. Pero hay varios otros aspectos que contribuyen y mantienen la exclusión o la integración, más allá de agregaciones ecológicas. La integración socioespacial puede ser concebida como una relación multidimensional que funciona independientemente y en diferentes niveles. Y dentro de esto, la proximidad física está limitada a ser solo una variable interviniente en un proceso mayor, tal como lo muestra la tabla 2.

 

Tabla 2. Dimensiones de la integración socioespacial

Dimensiones Caracterización
Física Proximidad física entre grupos sociales diferentes
Funcional Acceso efectivo a oportunidades y servicios
Relacional Interacciones no-jerárquicas entre grupos sociales distintos
Simbólica Identificación con un territorio común

Fuente: Ruiz-Tagle, 2013

 

Volviendo a las discusiones más teóricas entonces, ¿cómo podemos entender la transformación del espacio más allá de visiones estructuralistas y naturalistas de la segregación? ¿Cuál sería la fundamentación para esas transformaciones y cómo puede ser operacionalizada? El final del artículo está dedicado a responder la primera pregunta en términos de la idea de dialéctica socioespacial, y la segunda pregunta en términos de la idea del Derecho a la Ciudad, tratando de relocalizar la integración socioespacial como una demanda progresista.

 

Propuestas para una aproximación crítica: detener la segregación y promover la integración

Según se revisó, hay dos ideas que surgen en el seno de la Economía Política que poco se han considerado en las políticas urbanas actuales y que pueden ser útiles para repensar, específicamente, las estrategias que promueven la integración social en la ciudad: la dialéctica socioespacial y el Derecho a la Ciudad.

La idea de dialéctica socioespacial fue originalmente planteada por Henri Lefebvre y refinada por Edward Soja. El argumento parte notando que en la Unión Soviética las transformaciones espaciales no fueron un subproducto automático de los cambios sociales revolucionarios, esto es, que la organización capitalista y pre-revolucionaria del espacio continuaba produciendo inequidades sociales y explotación98. Lefebvre argumenta que el espacio es una compleja construcción social que, una vez producida, afecta las prácticas y percepciones sociales, volviéndose una herramienta de dominación y poder. En este sentido, explica Lefebvre, las relaciones sociales existen en cuanto tienen existencia espacial y se materializan a través de la producción del espacio99. Entonces, las relaciones estructuradas de lo social y de lo espacial no son solamente homólogas sino también dialécticamente inseparables, admitiendo que el espacio representa un componente dialéctico de las relaciones generales de producción100. Además, Lefebvre plantea que ninguna revolución social puede tener éxito sin ser al mismo tiempo una revolución conscientemente espacial, considerando que la estructura del espacio no es una estructura separada y autónoma, ni tampoco una simple expresión de estructuras de clase emergiendo de las relaciones sociales101. En resumen, la dialéctica socioespacial implica que las estructuras espaciales y sociales son factores mutuamente determinantes, ya que si bien el espacio es socialmente construido, éste también tiene cierto grado de influencia en las relaciones sociales que acoge.

De manera similar, la idea del Derecho a la Ciudad fue primero levantada por Henri Lefebvre, luego extendida por David Harvey y después llevada a la práctica por varias organizaciones sociales. Lefebvre parte sugiriendo que las estrategias urbanas necesitan soporte social y fuerzas políticas. Debido a que las configuraciones socioespaciales no son naturales, su transformación implica la acción de actores clave, específicamente de la clase trabajadora, la única capaz de poner fin a la segregación102. Lefebvre llama Derecho a la Ciudad a una demanda de los oprimidos por la vida urbana y por el control del proceso urbano en general103. Luego, Harvey extiende la idea poniendo al Derecho a la Ciudad como un derecho colectivo; más que el acceso individual a recursos en la ciudad, un derecho a cambiarse a sí mismos transformando la ciudad104. De acuerdo a algunas clasificaciones de derechos humanos105, el Derecho a la Ciudad implicaría un deber para el Estado (asegurando una participación social en la producción del espacio), y no un derecho individual. El Derecho a la Ciudad pertenecería a una segunda y tercera generación de derechos, esto es, derechos positivos y colectivos para la igualdad y fraternidad. Desde estas dos ideas entonces (dialéctica socio-espacial y Derecho a la Ciudad) se puede extraer que la transformación del espacio puede ser tanto necesaria como efectiva para relaciones sociales más justas. Y parte de esta transformación progresista del espacio es lo que podría llamarse integración socioespacial.

Entonces, ¿se puede construir una aproximación progresista para la integración? ¿Tiene algún sentido tener comunidades integradas? Desde la crítica a las ideas influenciadas por teorías funcionalistas/positivistas, se pueden extraer al menos tres proposiciones para una aproximación crítica a la integración.

Primero, se necesitan concepciones institucionales de los problemas sociales urbanos y de las oportunidades urbanas. En este sentido, si bien la redistribución territorial de recursos es crítica para la integración socio-espacial, la mixtura de grupos sociales no es una precondición. En cambio, las instituciones pueden ser transformadas para romper con la ‘equivalencia espacial neoliberal’ que existe entre residentes pobres y oportunidades pobres. Esto se puede alinear con las ideas de Young106, las cuales enfatizan la necesidad de mover recursos-a-las-personas en vez de personas-a-los-recursos107. Sin embargo, la sola actuación de las instituciones no es suficiente.

Una segunda y más delicada proposición, es que una socialización y reproducción social diversa de grupos diferentes es necesaria. Una socialización separada y una reproducción social diferenciada han sido factores altamente influyentes en la creación y mantención de una cultura y una sociabilidad excluyente frente a las políticas de integración social. En el caso de los Estados Unidos, esto se ha manifestado en la construcción de espacios de interacción paralelos entre blancos y afro-americanos que viven en proximidad. En Europa, esto se ha manifestado a nivel étnico (cultural-religioso), en tanto que en América Latina la distinción más fuerte parece ser de carácter socioeconómico. Pero, ¿por qué esto es delicado? Los pensadores más radicales del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos explican esto muy claramente: “nosotros nunca luchamos por el derecho a la integración, nosotros estábamos luchando contra la supremacía blanca”108. Para la mayoría de los afro-americanos hasta estos días, vivir y coexistir con blancos en barrios, trabajos, escuelas y espacio público significa una asimilación forzosa al estilo de vida y las reglas de los blancos, además de formas persistentes y sutiles de discriminación. Así, la integración dirigida solo a tener diversidad socio-demográfica no hace sentido si las instituciones no cambian también. Pero, ¿cómo intervienen acá los cambios socioespaciales? Una socialización y reproducción social diversa no quiere decir solo proximidad física; depende fuertemente de la existencia de espacios no-jerárquicos de interacción a nivel local (por ejemplo, escuelas públicas, política local, organizaciones de desarrollo comunitario, etc.). Más allá del carácter conflictivo de estos espacios entonces, éstos podrían y deberían permitir el debate de diferencias sin mucha subordinación.

Una tercera proposición es que es necesaria la universalización de los derechos sociales. La mayor consecuencia de las políticas y recursos focalizados en contextos neoliberales ha sido una división de acceso a “beneficios” que deberían ser para todos por igual, lo que ha intensificado la fragmentación y conflictividad de la sociedad. Entonces, la existencia de recursos comunes clave a nivel local genera desafíos para diferentes grupos sociales, en términos de trabajar juntos para un ‘interés común’. De hecho, esta es la idea fundacional detrás del concepto de ‘comunidad’.

 

Conclusión

Ya hemos dicho que desde las teorías funcionalistas/positivistas, la segregación puede ser concebida como natural, y desde el marxismo, como un producto estructuralmente determinado. La hegemonía de las primeras en el diseño de políticas de integración no ha generado los resultados esperados, ya que persiste la discriminación, el desigual acceso a oportunidades, la disolución de redes sociales, etc. lo que en buena medida se explica por la excesiva confianza que estas han tenido sobre la proximidad espacial, algo que a todas luces implica una visión reduccionista de la realidad.

Por ello las preguntas que hoy recaen sobre las políticas de integración urbana son múltiples: ¿Cómo reducir la segregación sin que ello signifique nuevas formas de discriminación? ¿Cómo asegurar un acceso equitativo a bienes urbanos sin producir nuevas desigualdades? ¿Cómo generar cohesión en contextos socialmente diversos? ¿Cómo garantizar mixtura social sin desplazamiento de los más pobres? ¿Cómo disminuir las diferencias de poder y sus fuentes entre grupos sociales desiguales?

Para la mejora de las políticas de integración pueden ser útiles tanto la dialéctica socio-espacial como el Derecho a la Ciudad. Desde la perspectiva de la dialéctica socio-espacial, la integración representa parte de los cambios espaciales necesarios para un cambio social generalizado y mayor. En última instancia, el principal objetivo progresista de la integración, y en general de una Política Urbana Crítica109, es que las formas socioespaciales de comunidades socialmente diversas deberían funcionar para disminuir las diferencias de poder entre grupos distintos110 y contribuir a que los excluidos también tengan capacidad para transformar la ciudad. De esta manera, las luchas por cambiar la sociedad y el espacio no deberían ser pensadas como luchas aisladas, sino que simultáneas e igualmente importantes. En otras palabras, deberían ser dialécticamente inseparables.

Esto hace avanzar a la discusión sobre la integración urbana hacia nuevas líneas de exploración. Uno de ellos puede ser establecer con claridad el rol y los efectos simbólicos que tiene la acción de instituciones sobre barrios socialmente diversos. En tanto que un segundo podría ser escudriñar en los diversos mecanismos socioespaciales que promuevan la construcción de barrios mixtos con comunidades estables y que garanticen el acceso a oportunidades, funcionales y simbólicas, bajo condiciones igualitarias.

 

Notas

2 Nightingale, 2012.

3 Davis, 2003.

4 Flanagan, 1999.

5 Engels, 2003.

6 Gottdiener y Hutchison, 1994.

7 Durkheim, 1997.

8 Flanagan, 1999.

9 Cazenave y Álvarez, 1999.

10 Lefebvre, 1991.

11 Soja, 1993.

12 Flanagan, 1993.

13 Saunders, 1986.

14 Orum y Chen, 2003.

15 Gottdiener y Hutchison, 1994.

16 Park, 1915.

17 Orum y Chen, 2003.

18 Saunders, 1986.

19 Orum y Chen, 2003.

20 Burgess, 2008

21 Flanagan, 1993.

22 Saunders, 1986.

23 Park, 1926.

24 Flanagan, 1993.

25 Burgess, 2008.

26 Park, 1915.

27 Flanagan, 1993; Gottdiener y Hutchison, 1994; Saunders, 1986.

28 Gottdiener y Hutchison, 1994; Saunders, 1986.

29 Flanagan, 1993; Gottdiener y Hutchison, 1994; Orum y Chen, 2003.

30 Simmel y Wolff, 1950; Wirth, 1938.

31 Gans, 1994.

32 Fischer, 1984.

33 Cohen, 1985; Lofland, 1985; Suttles, 1972.

34 Krupat, 1985.

35 Saunders, 1986.

36 Castells, 1978.

37 Saunders, 1986.

38 Ibíd.

39 Ibíd.

40 Zukin, 1980.

41 Saunders, 1986.

42 Lefebvre, 2003; Saunders, 1986.

43 Lefebvre, 1991.

44 Castells, 1977a.

45 Ibíd.

46 Castells, 1978.

47 Ibid.

48 Castells, 1977b.

49 Harvey, 1989.

50 Ibíd.

51 Lefebvre, 1986.

52 Harvey, 2012.

53 Orum y Chen, 2003; Zukin, 1980.

54 Saunders, 1986; Zukin, 1980.

55 Mellor, 1975.

56 Saunders, 1986.

57 Elliott y McCrone, 1982.

58 Harman, 1988; Hayden, 1980.

59 Markusen, 1980; Pratt, 1998.

60 Nicholls, 2011.

61 Soja, 1993.

62 Davis, 2002.

63 Fainstein, 2002; Sassen, 2000.

64 Sassen, 2000; Sassen, 2002.

65 Orum y Chen, 2003.

66 Zukin, 1995.

67 Zukin, 2003.

68 Short, 1996.

69 Soja, 1993.

70 Morente, 2012.

71 Al igual que los enfoques anteriores, las discrepancias sobre la ubicación de estas teorías en la taxonomía son significativas. La bourdiesana y la de actor-red son similares y entienden, especialmente la última, que las dinámicas siempre tienden a ser híbridas y heterogéneas en cada contexto. Los temas desarrollados por la Aproximación Foucaultiana son la cultura urbana, la desigualdad, y el trabajo, la Aproximación Bourdiesana se enfoca en la pobreza urbana, la marginalidad, el encarcelamiento, y los programas sociales dirigidos a los pobres (políticas de bienestar), Y la Aproximación del Actor-Red se concentra en el espacio público, y el consumo.

72 La figura 1 está definida por el cruce de tres macro-orientaciones y cuatro macro-dimensiones. Las macro-orientaciones representan las corrientes más importantes de la sociología y las ciencias sociales (o al menos las que están involucradas con las teorías revisadas): funcionalismo-positivismo, sociología del conflicto y post-estructuralismo. A su vez, las macro- dimensiones apuntan a algunas de las categorías de análisis principales sobre las cuales se suelen asociar las corrientes de la sociología: estructural, individual, cultural y simbólico. Estas dos últimas (cultural y simbólico) se podrían haber superpuesto a las dos primeras (estructural e individual), pero ello hubiera añadido una complejidad innecesaria a la figura 1, dificultando su lectura. Así, la división presentada está organizada en base a las características generales de las aproximaciones, más que en un esquema estricto (y mutuamente excluyente) de macro- orientaciones y macro-dimensiones.

73 Elkin, 1985, Stone, 1987.

74 Logan y Molotch, 1987.

75 Smith, 1996.

76 Wacquant, 2008.

77 Downey y Smith, 2011.

78 Friedman, 1991.

79 Jargowsky, 1997; Massey y Denton, 1993.

80 Sampson, Morenoff y Gannon-Rowley, 2002; Sampson, 2012.

81 Fowler, 2016.

82 Howell-Moroney, 2005.

83 Joseph, 2006.

84 Smith, 1993.

85 Ellen, 2000.

86 Gotham, 2002; Wacquant, 1997.

87 Standing, 2011.

88 Musterd, 2005.

89 Steinberg, 2010.

90 Gans, 2008.

91 Wacquant, 2009, p. 109.

92 Smith, 2006.

93 Cashin, 2004.

94 Castells, 1977a.

95 Bolt, Phillips y Van Kempen, 2010.

96 Greenbaum, 2008.

97 Smith, 2006.

98 Soja, 1993.

99 Lefebvre, (1991) plantea que las relaciones sociales necesitan de factores que las fijen para permanecer en el tiempo. Uno de esos factores son las leyes, y otro la configuración del espacio y del territorio.

100 Soja, 1993.

101 Ibíd.

102 Lefebvre, Kofman y Lebas, 1996.

103 Ibíd.

104 Harvey, 2008.

105 Marshall, 1998; Vasak, 1977.

106 Young, 1999.

107 ver Imbroscio, 2012.

108 Carmichael, 1966.

109 Imbroscio, 2012.

110 DeFilippis y Fraser, 2010.

 

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