doi 10.4067/S0718-83582014000300008

 

Estigmatización territorial en acción1

Territorial stigmatization in action1

 

Loïc Wacquant2, Tom Slater3, Virgilio Borges Pereira4

2 Profesor de Sociología de la Universidad de California, Berkeley, e investigador en el Centro Europeo de Sociología y Ciencias Políticas de París. Becario en la Fundación MacArthur y galardonado en 2008 con el Premio Lewis Coser de la Asociación Americana de Sociología, sus investigaciones se extienden a través de temas como relegación urbana, dominación étnico-racial, el Estado penal, proceso de encarnación (embodiment), teoría social y la política de la razón. Sus libros han sido traducidos en más de 20 idiomas e incluyen la trilogía Urban Outcasts: A Comparative Sociology of Advanced Marginality (2008, Los condenados de la ciudad), Punishing the Poor: The Neoliberal Government of Social Insecurity (2009) y Deadly Symbiosis: Race and the Rise of the Penal State (2014), a los que se suma The Two Faces of the Ghetto (2014). Para mayor información, visite http://loicwacquant.net/

3 Profesor Asociado de Geografía Urbana en la Universidad de Edimburgo. Sus intereses están orientados hacia la forma en que los nexos entre el mercado y las políticas estatales producen y refuerzan las desigualdades sociales en la ciudad. Ha escrito numerosos textos sobre gentrificación (en especial el libro Gentrification [2008], del cual es coautor), los efectos de barrio, estigmatización territorial y teoría urbana. Su investigación actual está enfocada en cómo los centros de estudios legitiman el constante asalto al Estado de Bienestar británico. También se desempeña como coordinador en el proyecto sobre marginalidad avanzada del Leverhulme Trust International Network. Para mayor información, visite http://www.geos.ed.ac.uk/homes/tslater

4 Profesor Asociado de Sociología en la Universidad de Porto, donde realiza clases en las Facultades de Humanidades y de Arquitectura. Su trabajo moviliza las teorías y métodos de Bourdieu para explorar temas como desigualdad urbana, políticas de vivienda y las transformaciones históricas en los ámbitos de la clase y la cultura tanto en la ciudad como en el campo. Sus publicaciones han sido editadas en portugués, español, francés e inglés, donde se incluye Classes e culturas de classe das famílias Portuenses (2005), Pierre Bourdieu, A teoría da prática e a constitução da sociologia em Portugal (del cual es coautor junto con J.M. Pinto, 2007), y Ao Cair do Pano: sobre a formação do quotidiano (ed., 2012). Para mayor información, visite http://www.isociologia.pt/investigacao.aspx?id=126


Resumen

Este artículo presenta el número temático ofrecido por la revista Environment and Planning A, la cual se basa en el marco analítico elaborado por Wacquant en su obra Urban Outcasts (2008, Los Condenados de la Ciudad) y en las actividades de la red internacional Leverhulme sobre marginalidad urbana avanzada con el objetivo sintetizar y estimular las investigaciones sobre el vínculo triangular entre el espacio simbólico, el espacio social y el espacio físico en la parte inferior del espectro urbano. El concepto de estigmatización territorial une el modelo elaborado por Goffman, sobre el manejo de la "identidad deteriorada", con la teoría del "poder simbólico" desarrollada por Bourdieu, para así capturar cómo la tacha de un lugar puede afectar a residentes de barrios menospreciados, a sus vecinos, operadores comerciales, burocracias públicas al nivel de impacto local, especialistas en producción cultural (periodistas, académicos y políticos), funcionarios públicos y políticas públicas. Esta mácula espacial es un fenómeno nuevo y distintivo que se cristalizó a fines del siglo pasado, junto con la disolución de los barrios de relegación característicos de la etapa fordista-keynesiana del capitalismo industrial. Dicho fenómeno difiere de la topografía tradicional de desprestigio de la ciudad industrial, ya que se ha autonomizado, nacionalizado y democratizado, se ha equiparado a la desintegración social, se ha racionalizado a través de la acentuación selectiva, y suscita un rechazo que a menudo conduce a medidas sancionatorias. Las estrategias socio-simbólicas elaboradas por los residentes de barrios degradados para hacer frente a la denigración espacial cubren un amplio abanico que va desde la sumisión hasta la resistencia y su adopción depende de la posición y trayectoria dentro del espacio físico y social. La estigmatización territorial no es una condición estática o un proceso neutral, sino una forma significativa y perjudicial de acción, mediante la representación colectiva, atada a un lugar determinado. Al indagar el modo de operación de este fenómeno en distintos escenarios urbanos y formaciones políticas, los colaboradores del número ofrecido por Environment and Planning A nos ayudan a progresar en nuestra comprensión empírica sobre el papel de las estructuras simbólicas en la producción de desigualdad y marginalidad en la ciudad. También se sugiere la necesidad de tener políticas públicas diseñadas para reducir, no sólo el peso de las carencias materiales, sino también la presión de la dominación simbólica en la metrópolis.

PALABRAS CLAVE: ESTIGMATIZACIÓN TERRITORIAL, MARGINALIDAD AVANZADA, DESIGUALDAD URBANA, IDENTIDAD DETERIORADA, PODER SIMBÓLICO, ESTRATEGIAS SOCIALES, GOFFMAN, BOURDIEU


Abstract

This article presents the thematic issue of the Environment and Planning A journal, which builds on the analytic framework elaborated by Wacquant in Urban Outcasts (2008) and on the activities of the Leverhulme Network on Advanced Urban Marginality to synthesize and stimulate inquiries into the triadic nexus of symbolic space, social space, and physical space at the lower end of the urban spectrum. The concept of territorial stigmatization weds Goffman’s model of the management of "spoiled identity" with Bourdieu’s theory of "symbolic power" to capture how the blemish of place impacts the residents of disparaged districts, the surrounding denizens and commercial operators, street-level public bureaucracies, specialists in cultural production (such as journalists, scholars, and politicians), and state officials and policies. Spatial taint is a novel and distinctive phenomenon that crystallized at century’s end along with the dissolution of the neighborhoods of relegation emblematic of the Fordist-Keynesian phase of industrial capitalism. It differs from the traditional topography of disrepute in the industrial city in that it has become autonomized, nationalized and democratized, equated with social disintegration, racialized through selective accentuation, and it elicits revulsion often leading to punitive corrective measures. The sociosymbolic strategies fashioned by the residents of defamed quarters to cope with spatial denigration span a panoply ranging from submission to defiance, and their adoption depends on position and trajectory in social and physical space. Territorial stigmatization is not a static condition or a neutral process, but a consequential and injurious form of action through collective representation fastened on place. By probing how it operates in different urban settings and political formations, the contributors to the Environment and Planning A’s issue advance our empirical understanding of the role of symbolic structures in the production of inequality and marginality in the city. They also suggest the need for public policies designed to reduce, not only the burden of material deprivation, but also the press of symbolic domination in the metropolis.

KEYWORDS: TERRITORIAL STIGMATIZATION, ADVANCED MARGINALITY, URBAN INEQUALITY, SPOILED IDENTITY, SYMBOLIC POWER, SOCIAL STRATEGIES, GOFFMAN, BOURDIEU


 

Durante las sesiones de la Asociación Internacional de Sociología que se llevaron a cabo en Barcelona en 2008, un grupo de jóvenes investigadores interesados en la estructura cambiante, las dinámicas y la experiencia de la marginalidad urbana a nivel internacional, se reunió en torno a un proyecto basado en la comprobación de las afirmaciones empíricas y en la extensión del marco analítico propuesto por Loïc Wacquant5 en Urban Outcasts (Los Condenados de la Ciudad) hacia nuevas ciudades, países y temas6. Estos investigadores compartían la opinión, central para el mencionado libro, de que la relegación en la ciudad no se da con los mismos patrones a pesar de la cada vez mayor presencia de fuerzas transnacionales y discursos homogeneizadores. Sin embargo, este fenómeno obedece a mecanismos similares y muestra una serie de características sociales y espaciales relacionadas, y en diversos lugares, que merecen ser estudiadas. El deseo de este grupo era evitar el error común de aislar artificialmente a los pobres en el espacio social y buscaron, en cambio, vincular firmemente las transformaciones que corrompen los barrios bajos de la metrópolis, con las estrategias y luchas que atraviesan los distintos círculos de poder7. Este colectivo de investigadores anhelaba un diálogo teóricamente guiado a nivel internacional que los ayudara a evitar quedar atados en los reducidos parámetros de sus debates locales y a protegerse de la oculta subordinación de lo académico a las agendas políticas8. Al poco tiempo se formó una red internacional (coordinada a través del sitio web www.advancedurbanmarginality.com) encargada de reunir a investigadores de metrópolis de diferentes países y disciplinas quienes adoptaron enfoques basados en la exploración cualitativa en terreno (en solitario o en combinación con métodos históricos y estadísticos) a tono con la textura de la vida cotidiana. Se propusieron indagar la interacción dinámica entre patrones espaciales, divisiones simbólicas y acción social, dispuestos a subrayar el rol multidimensional del Estado y los diferentes detentadores del capital económico y cultural en la producción, distribución y representación de categorías y territorios problemáticos en la ciudad.

Con el apoyo del Leverhulme Trust y de las casas de estudios de sus principales miembros, esta red organizó una serie de actividades entre las cuales destacan un taller realizado en la Universidad de Edimburgo en 2010, un simposio internacional sobre "Estigmatización Territorial" celebrado en la Universidad de Porto en junio de 2011 y una conferencia de dos días sobre "Marginalidad Urbana y Estado" que tuvo lugar en el Collège de France, París, en la primavera de 2012 en París, a la cual asistieron investigadores de una decena de países. El número temático ofrecido por la revista Environment and Planning A sobre la lógica detrás de la "Estigmatización Territorial" se basa en estos eventos y es el resultado del trabajo colectivo de una red de asociados que abarca disciplinas como la sociología, geografía, antropología, ciencias políticas, historia, criminología, planificación urbana y arquitectura, y trabajo social. Este es un esfuerzo destinado a sintetizar y estimular las investigaciones sobre el vínculo triangular entre espacio simbólico (divisiones mentales estipulando categorías), espacio social (distribución eficiente de recursos entre estas categorías) y espacio físico en la parte inferior del espectro urbano.

Wacquant9 ha relatado cómo se encontró con esta complicada realidad de la mácula espacial durante el curso de su trabajo de campo transatlántico a principios de la década de 1990, el cual estaba destinado a comparar la experiencia común de vivir en un degradado hiperguetto depojado al interior de la ciudad de Chicago con las deterioradas urbanizaciones ubicadas en las afueras de París. En ambos lugares, sus residentes hicieron un fuerte y categórico eco de la opinión de vecinos, funcionarios estatales y medios de comunicación comerciales respecto del menosprecio de sus barrios como nidos de virulencia social, vicio y violencia. Dichos habitantes desplazaron la mancha de vivir en un área juzgada como purgatorio socio-moral hacia otros individuos tal como ellos, validando y esparciendo así los efectos de este problema a su alrededor. E idearon estrategias similares para protegerse a sí mismos de todo tipo de asociación con un lugar deslustrado, tal como ocultar sus direcciones, abstenerse de invitar a terceros a sus hogares, refugiarse dentro de la esfera familiar, restringir su participación en grupos locales y emigrar ante la primera oportunidad que se presente. Más intrigante aún, es que la tacha que recae sobre estos lugares contaminó las actitudes y acciones de empleados públicos de alto nivel a cargo de la recientemente instituida política urbana de Francia. Por ejemplo, estos funcionarios consideraban que trabajar en uno de estos oficialmente designados “barrios sensibles”, dejaba una marca negra en su trayectoria y constituía un impedimento en sus aspiraciones de desarrollo profesional. En el caso de Chicago, la difamación espacial sobre los guetos desmoronados fue un rasgo infeccioso del trato diario que sembró el desprecio y temor generalizado hacia sus habitantes, convirtiéndose en la base de la discusión periodística y política que tildaba al Cinturón Negro como la “cruz de la sociedad norteamericana”10 y transformándose en un tema dóxico explotado por una floreciente vertiente académica a cargo de investigar el supuesto auge y diseminación de una alarmante “subclase” (underclass) urbana11.

Wacquant aparejó la visión de Ervin Goffman12 sobre estigma como “diferenciación basada en el desprestigio” que surge de la mirada común de otros, en directa interacción con la teoría de Pierre Bourdieu13 sobre el poder simbólico como “nominación performativa”, la cual es ejercida por una autoridad capaz de fijar su representación y hacerse realidad para forjar el concepto de estigmatización territorial. Esta noción captura la propiedad simbólica más destacada que, junto a la fragmentación del trabajo asalariado en el ámbito material, constituye la “marginalidad avanzada” en la metrópolis dual de fines del siglo XX14-15. A la distribución que Goffman hace de los estigmas en tres amplias clases basadas en la “abominación del cuerpo”, los “defectos del carácter individual” y la afiliación “tribal transmitida por medio del linaje”, Wacquant16 añade el espacio como una marca distintiva de deslegitimación social. A la proposición fundante de Bourdieu de que el poder simbólico contribuye en la “formación y desintegración de grupos” mediante la reducción del espacio social en formas que (des)movilizan a sus miembros putativos, Wacquant añade la mediación crucial del lugar como contenedor material, encrucijada social e imaginario mental cargado de profundas valencias emocionales, en y a través de los cuales los colectivos emergerán (o no emergerán), por medio de luchas para establecer demandas sobre el espacio construido. Estas dos perspectivas teóricas no sólo son compatibles sino que se complementan entre sí17: Bourdieu trabaja desde arriba, explorando el flujo de representaciones eficientes desde las autoridades simbólicas como el Estado, la ciencia, la iglesia, el derecho y el periodismo, hasta las repercusiones sobre el funcionamiento de las instituciones, las prácticas sociales y el ser; mientras que Goffman trabaja desde abajo, mediante el seguimiento de los efectos de procedimientos destinados a otorgar sentido a las cosas y de las técnicas de “manejo de la identidad deteriorada” en el contexto de encuentros, y la suma de éstos, dentro de diversas organizaciones. De esta manera, estas dos visiones pueden relacionarse para ayudarnos a comprender mejor la forma en que estas representaciones nocivas del espacio son producidas, se diseminan y se afianzan en el campo del poder, tanto desde agencias burocráticas y comerciales, como en la vida cotidiana, en formas que alteran la identidad, las estrategias y las estructuras sociales.

Cabe destacar que, a modo de preludio del número temático ofrecido por Environment and Planning A, la tesis sobre mácula barrial es descrita como una fenómeno nuevo y distintivo que se cristalizó a fines del siglo XX junto con la repentina descomposición o disolución gradual de los barrios de relegación, característicos de la etapa fordista-keynesiana del capitalismo industrial: a saber, el gueto negro de los Estados Unidos, los barrios tradicionales de la clase trabajadora en la deteriorada ciudad central o en la periferia metropolitana en Europa y los estabilizados barrios informales de toda América Latina 18. Este reclamo no implica que la topografía de desprestigio sea un fenómeno nuevo derivado de la metrópolis postindustrial. De hecho, es bien sabido que “una parte maldita” de la sociedad urbana ha sido confinada en distritos especiales, bas-fonds, barrios marginales, colonias superpobladas y submundos desde mediados del siglo XIX, como resultado de la confluencia de la urbanización, la industrialización, y los miedos y fantasías de las clases altas en torno a las “masas pululantes” que se concentraban en la ciudad. La clásica representación del barrio irlandés de Manchester descrita por Friedrich Engels ([1845] 1993) en la obra The Condition of the Working Class in England (La situación de la clase obrera en Inglaterra) y el retrato detallado de Covent Garden ofrecido por Robert Mayhew ([1851] 2012) en London Labour and the London Poor son suficientes para atestiguar esta situación. Hacia finales del siglo XIX, los barrios de Montfaucon en París, Five Points y Bowery en Nueva York, Saint Giles y el East End en Londres –así como La Boca en Buenos Aires y Casbah en Argel, para ir más allá de Europa– fueron tristemente famosos por ser antros deplorables de “indigencia, crimen y libertinaje”.19 Pero la deshonra que castiga los barrios desfavorecidos de hoy difiere de la mancha espacial de antaño en al menos cinco aspectos.

Primero, si bien es un concepto que ha alcanzado cierta autonomía, el estigma territorial guarda una estrecha relación con la mancha de la pobreza, la subordinación étnica (donde se incluyen “minorías” nacionales y regionales, ya sean reconocidas o no, y grupos de inmigrantes extranjeros de clase baja), viviendas degradadas, inmoralidades impuestas y delincuencia callejera. Esta situación ha llegado a tal punto que una nueva etiqueta genérica ha ganado amplia aceptación en países desarrollados para designar esos barrios como rasgaduras y amenazas que afectan el tejido de una nación: algunos ejemplos son banlieue-ghetto en Francia, quartieri degradati en Italia, Problemquartier en Alemania, sink estates en el Reino Unido y krottenwijk en Holanda, entre muchos otros. Segundo, el estigma territorial se ha nacionalizado y democratizado de alguna manera: en cada país, un pequeño grupo de barrios se ha vuelto universalmente reconocido y atacado a nivel social y espacial por constituirse en refugios donde la indigencia y la decadencia son características que se generan y perpetúan por sí solas. Los nombres de estos barrios –sinónimos de infiernos sociales– circulan tanto en discursos periodísticos, políticos y académicos como en conversaciones cotidianas. Esta imagen sulfurosa no sólo prevalece entre las élites sociales y culturales –como sus predecesores de hace un siglo atrás– sino que entre toda la ciudadanía en general, incluyendo aquellos individuos que viven en estos lugares malditos y otros tantos que han sido desterrados de estos espacios. En este sentido, los habitantes de las remotas villas de Suecia tiemblan de miedo y aborrecen la simple mención de barrios como Rinkey, Tensta y Fittja, aunque ni siquiera hayan estado o probablemente nunca se aproximarán a estas tristemente célebres “áreas prohibidas” de los alrededores de Estocolmo20. Hay incluso una difusión internacional de topónimos emblemáticos de perdición urbana a través de películas, videos musicales y juegos de video, reemplazando el rol que cumplían las novelas y periódicos del siglo XIX. De esta manera, “el Bronx” se ha convertido en el denominador común para referirse a calderas de decadencia física, moral y social en ciudades de países tan lejanos como Argentina, Francia y Australia21-22.

Tercero, mientras que los barrios estigmatizados derivados de la ciudad postindustrial son descritos como vórtices y vectores de desintegración social, en esencia disolutos e irremediablemente desorganizados, el “contra-mundo” de los bas-fonds del período clásico industrial era visto como “una contra-sociedad poderosa y jerarquizada”, un “doble invertido, una falsificación y una caricaturización de la sociedad organizada” que la rodeaba23. La denominación “gueto” se utiliza generalmente para dramatizar y denunciar dicha desintegración; la cual es incluso empleada por académicos, inconscientes del tenor sociológico de la guetización como mecanismo de integración estructural de una categoría étnica estigmatizada en la ciudad24. Esta etiqueta nos dirige a una cuarta diferencia: racialización a través de la acentuación selectiva o proyección ficticia. Los residentes de estos barrios menospreciados casi siempre son vistos desde una perspectiva más oscura y exótica que la ofrecida por sus características demográficas. Sus diferencias culturales son exageradas y convertidas en divergencias, e incluso hostilidades, en relación a las normas dominantes a nivel nacional –donde la religión actúa como agente oculto de sedición–, mientras que su vulnerable posición social es minimizada o ignorada por completo. Todo incidente que involucre alguna anormalidad o violencia dentro o alrededor de estas áreas es habitualmente explotado con fines sensacionalistas y vinculado con la supuesta característica intrínseca de sus residentes, quienes son catalogados como parias. Dicha deformación simbólica puede transformar rápidamente cualquier barrio que tenga una pequeña y estable minoría de residentes inmigrantes o de raza negra, una baja tasa de delincuencia y viviendas básicas pero adecuadas, en un espectro de gueto racial y hostil, listo para explotar en caos en cualquier minuto, como es el caso de la deformada imagen colectiva que ha sido impuesta al barrio de St. Pauls en Bristol25-26.

Por último, pero no menos importante, los barrios estigmatizados y desfavorecidos de la ciudad postindustrial suscitan una cantidad abrumadora de emociones negativas y reacciones severas y correctivas impulsadas por miedo, repulsión y rechazo, lo que a su vez fomenta el crecimiento y glorificación de la faceta penal del Estado, de modo de castigar este tipo de marginalidad urbana27.

Atrás quedó la fascinación ambivalente y la espeluznante atracción que las élites políticas y culturales sintieron por los sórdidos bas-fonds de la emergente ciudad industrial. En esos lugares, las clases altas encontraban sus lugares predilectos de emoción, y espacios misteriosos de voyerismo social, transgresión moral, fantasías sexuales e inspiración artística, como lo demuestra la creación simultánea del periodismo de “visita al bajo mundo” y de tipo “encubierto”, el cual se centraba en estos barrios abandonados de la metrópolis28. Durante la década de 1880, el segmento alto del Londres victoriano repletaba buses para dirigirse, durante la medianoche, desde sus lujosos enclaves hacia los tugurios del este de Londres para observar de primera mano el destellante espectáculo del “pauperismo” y admirarse con las extravagantes visiones, sonidos y escenas de sus indigentes conciudadanos29. Hacia la década de 1980, un siglo después, ningún habitante adinerado de Chicago hubiese pensado, por no decir osado, en dirigirse y adentrarse en el conjunto Robert Taylor Homes, ubicado en el lado sur de la ciudad, menos aún durante la noche. Hoy en día, cada vez que personas de poder y eminencia visitan estos barrios, comúnmente fuera de un contexto marcial, se anuncian medidas para erradicar flagelos, restaurar el orden y castigar a los delincuentes. Un ejemplo de esto es el degradado vecindario de Easterhouse, ubicado en Glasgow, el cual es constantemente visitado por miembros del partido conservador en sus esfuerzos por corroborar la necesidad y generar apoyo para las retrógradas reformas de bienestar que se están implementando en toda Gran Bretaña30-31. La estigmatización territorial, descrita en párrafos anteriores, no es sólo un nuevo fenómeno urbano característico de la metrópolis postfordista, también es una forma significativa y profunda de expansión de acciones a través de representaciones mentales y objetales32. Tal como las contribuciones recopiladas en esta entrega demuestran, la estigmatización territorial tiene efectos sobre cómo numerosos agentes sienten, piensan y actúan, a medida que la mancha se difunde y disemina a través de las estructuras sociales y espaciales de la ciudad. Desde los niveles más bajos hasta las más altas esferas gubernamentales, la denigración del lugar tiene impactos sobre:

(1) Los residentes de barrios difamados, puesto que se corroe el sentido de sí mismos, se deforman sus relaciones sociales y se debilitan sus capacidades de acción colectiva, y que además emergen estrategias de afrontamiento que tienden a validar, amplificar y proliferar su desprestigio en su nivel fundamental, incluso cuando algunos se esfuerzan por ignorar o resistir el estigma espacial;

(2) Los habitantes y operadores comerciales, como lo demuestran por ejemplo, los patrones de evitación entre vecinos y la “discriminación respecto a la dirección de residencia” de parte de empleadores;

(3) El nivel y calidad de los servicios prestados por burocracias de impacto local tales como bienestar, salud y protección policial. Estos últimos, están acostumbrados a desplegar operaciones de vigilancia intensiva y tácticas agresivas, las cuales serían inaceptables en otros sectores de la ciudad;

(4) el trabajo de especialistas en la producción simbólica, tales como periodistas, académicos, analistas de políticas y funcionarios políticos, y por último, pero no menos importante,

(5) Las creencias, visiones y decisiones de funcionarios públicos y, a través de ellos, la gama de políticas públicas que, en combinación con el mercado y otras fuerzas, determinan y distribuyen la marginalidad y sus consecuencias.

Durante su presentación en la conferencia de Porto, Wacquant33 examinó su marco analítico previo y propuso diferenciar entre las estrategias sociales y simbólicas elaboradas por los habitantes de barrios menospreciados según si ellos se someten y reproducen, o si buscan desafiar y eludir, el estigma espacial, tal como la tabla 1 resume abajo. Wacquant sugirió que la propensión a adoptar una u otra estrategia (y enlazarlas dentro de secuencias coherentes) depende de la posición y trayectoria dentro del espacio físico y social. Así, este tipo de estrategias variarían significativamente de acuerdo a distinciones como clase, edad, etapa dentro del ciclo vital, régimen de tenencia de vivienda, antigüedad dentro del barrio y origen étnico (definido en un estilo weberiano como una demanda válida a una posición honor).

 

Tabla 1. Distribución de estrategias diseñadas para hacer frente al estigma territorial

Sumisión

Resistencia obstinada

1- Disimulación
2- Distanciamiento mutuo y elaboración de micro diferencias
3- Denigración lateral
4- Retiro a la esfera privada (familiar)
5- Escape

6- Indiferencia estudiada
7- Defensa del barrio (individual o colectiva)
8- Inversión del estigma (alegato hiperbólico)

Fuente: Wacquant, 2011b.

 

A modo de ilustración, consideremos las siguientes dos situaciones ideales. Ceteris paribus, un anciano que es propietario de vivienda hace mucho tiempo con muchos parientes viviendo cerca, y en una posición económicamente segura, tiene más probabilidades de refugiarse dentro del ámbito familiar, enfatizar lo que lo diferencia de sus vecinos y denigrarlos (en línea con las representaciones dominantes reflejadas en las estrategias 4, 2 y 3), que de irse del barrio o rechazar la identidad negativa atribuida a sus ocupantes (estrategias 5 y 8). Por otra parte, un joven, hijo de inquilinos inmigrantes que recientemente se establecieron en el área, es más probable que asuma la mancha territorial y practique un “alineamiento de grupo”34 con sus pares adolescentes, celebrando e incluso alardeando sobre la maldad de su barrio o cité, en un esfuerzo colectivo destinado a invertir este estigma; mientras que sus padres optarían por dejar el área o cultivar un frente de indiferencia (estrategias 5 y 6). Sin embargo, el joven hijo de inmigrantes, reconocería la nula funcionalidad de estos esfuerzos, ya que también altera su forma de vestir, modifica su discurso de auto-presentación fuera del barrio, y miente sobre su dirección de residencia al postular a algún trabajo35. En tal escenario, el aparentemente incongruente aparejamiento de las estrategias 1 y 8, se ve estabilizada por la estricta separación de las escenas donde ocurre cada evento.

El número temático ofrecido por Environment and Planning A recopila siete estudios en profundidad sobre la estigmatización territorial en ocho escenarios nacionales diferentes (Francia, Portugal, Canadá, Australia, Escocia, Holanda y Turquía, y Dinamarca). Por medio de diversas estrategias de investigación, estos artículos recorren escalas que van desde la vida cotidiana hasta las más altas esferas del Estado, y de diversas maneras validan, complejizan, pero también cuestionan, el marco elaborado por Wacquant, al llevarlo a nuevos terrenos geográficos, empíricos y analíticos36. Colectivamente, estas investigaciones confirman la omnipresencia, las cargas existenciales y las intrincadas reverberaciones asociadas a la mancha espacial en las vidas de los residentes de distritos relegados; amplían y profundizan el repertorio de estrategias de afrontamiento, resistencia y evasión que estos residentes desarrollan en respuesta; y demuestran cómo la tacha que recae sobre un lugar puede ser alimentada, utilizada y manipulada por intereses privados (tales como los medios de comunicación, empleadores y empresas inmobiliarias) y funcionarios públicos (tanto en el campo político como en el burocrático) para promover sus propias agendas, de manera que la deshonra espacial opera como un eje central y simbólico entre desigualdad y marginalidad en la metrópolis.

En su artículo The Cités Strike Back, Paul Kirkness37 se basa en dos años de investigación de campo en dos conjuntos difamados de vivienda ubicados en Nîmes, al sur de Francia, para examinar detalladamente cómo sus habitantes, de forma simultánea, reconocen y hacen frente al estigma territorial. Este autor subraya las constantes prácticas de “emplazamiento”, mediante las cuales los habitantes pretenden obtener una recuperación táctica de su espacio vital, y también destaca la ejecución de “contra-guiones”, donde los habitantes intentan proyectar imágenes positivas de su barrio y de sí mismos. Sin embargo, su resistencia a la estigmatización territorial los mantiene profundamente inmersos en la nefasta red de un lamentado simbolismo. Esta misma “ambivalencia sociológica”38perdurable, es la que prevalece entre los habitantes de Bairro do Viso, uno de los asentamientos de escasos recursos más grandes y tristemente célebres de Portugal. Pereira y Queiros39, en su artículo titulado It’s not a Bairro, Is It?, relacionan etnografía, entrevistas semiestructuradas y una encuesta por muestreo a familias locales, contrastándolo con la historia habitacional de la ciudad de Porto, para mapear las divisiones sociales, formas de sociabilidad común y fronteras simbólicas que establecen patrones de interacción en el conjunto de vivienda. Estos autores descubren que los habitantes de este sector reaccionan ante la mácula territorial limitando sus intercambios sociales a actividades de subsistencia y asumiendo con un lenguaje nostálgico, la idea de que el área simplemente ya no es un barrio. Estas respuestas estratégicas de “sociabilidad de subsistencia” y de “evitación concentrada” confunden las dualidades escape-reacción y conformidad-rechazo, y pavimentan el camino hacia un análisis más fino sobre el manejo de la tacha espacial en la vida cotidiana.

Martine August, en su artículo Challenging the Rhetoric of Stigmatization40, explota el tema del apego envidioso y destaca los beneficios olvidados de la pobreza concentrada en el tristemente célebre barrio de Regent Park, en Toronto. Si bien este proyecto de viviendas sociales, el primero de Canadá, ha estado rodeado de discursos dominantes sobre aislamiento, desorganización y peligro, este tipo de relatos ha sido últimamente utilizado para justificar el proceso de gentrificación impulsado por el Estado por medio de una remodelación en base a “mixturas sociales”. Sin embargo, a pesar del deterioro físico y la nefasta reputación del barrio, las entrevistas realizadas a distintos vecinos revelan que existe una valoración respecto a sus espacios de residencia por el hecho de ser lugares que albergan amplias redes de amistad y apoyo recíproco, cercanía a equipamiento urbano y agencias locales ofreciendo servicios específicamente adaptados a sus necesidades. Este complejo habitacional se constituye como un “‘lugar’ comunal sumergido en emociones compartidas y significados conjuntos, sostenidos por prácticas e instituciones de mutualidad” en vez de en un “‘espacio’ indiferente de mera sobrevivencia e incesantes disputas”41, de acuerdo a la visión política detrás de esta remodelación. Por otra parte, Arthurson, Darcy y Rogers42 nos llevan a Australia para indagar la recurrente desconexión entre imágenes dominantes y subordinadas de marginalidad urbana y sus respectivas consecuencias. Estos autores analizan cómo los inquilinos de viviendas sociales en Sídney y Adelaida perciben, reaccionan y reflexionan sobre el "estigma territorial televisado" difundido por la serie de ficción Housos. Esta popular serie se inspira en parodias sobre escenas comunes en este tipo de barrios y caricaturiza los estereotipos de sus residentes. Dichos residentes son retratados como individuos incompetentes y antisociales que viven en hogares disfuncionales y se empeñan en eludir el trabajo. En resumen, se trata de una profanación viviente de los valores centrales de la ascendente ética neoliberal, basada en la “responsabilidad individual”. El diseño colaborativo de este estudio, permite a los inquilinos que forman parte esta iniciativa expresar sus pensamientos y sentimientos sobre los “vínculos entre lugar y desventaja”, a la vez que se confirma el poder de permanencia de la estigmatización territorial entre no-inquilinos43.

El artículo elaborado por Kallin y Slater, titulado Gentrifying Marginality on Edinburgh’s Periphery44, se enfoca en la relación entre la difamación activa de áreas obreras deterioradas y su remodelación dirigida por y hacia intereses privados, mediante políticas públicas orientadas a satisfacer los deseos de familias de clase media. Tras recopilar material de archivo y realizar entrevistas en profundidad a residentes anteriores y residentes actuales, los autores se adentran en la concepción e implementación del reciente proyecto de “regeneración” que pretende convertir al barrio de Craigmillar -un enclave de pobreza extrema resultante de la desindustrialización ubicado en el extremo sudeste de la capital de Escocia-, en un ejemplo de renacimiento urbano. Los autores revelan cómo ciertos funcionarios públicos elaboraron y ataron el desprestigio territorial a este barrio, y luego invocaron dicho desprestigio para justificar la demolición de dos grandes y fundacionales conjuntos de vivienda, ignorando completamente las necesidades colectivas de sus habitantes. Este estudio de caso es emblemático de la manipulación política multidimensional de la mácula territorial, al proporcionar un punto de partida simbólico y un foco práctico de gentrificación estatal, y a la vez fomentar la censura de políticas alternativas de inversión social que podrían frontalmente abordar la pobreza y el deteriorado estado de las viviendas en un área determinada45.

Sakizlioğlu y Uitermark, en su artículo Comparing the Gentrification of Stigmatized Neighborhoods in Amsterdam and Istanbul46 brindan luces sobre la política simbólica del desplazamiento urbano. A pesar de las profundas diferencias a nivel de estructuras estatales, repertorios políticos y organización urbana, los autores de esta investigación revelan dos sorprendentes semejanzas dentro del curso socio-político de la gentrificación en estas dos ciudades globales de Holanda y Turquía. En ambos lugares, los partidarios del mejoramiento barrial se embarcan en sutiles campañas culturales de “divide y vencerás”, mediante el establecimiento de clasificaciones que dividen a la población local en categorías desconectadas o antagónicas, y por otro lado, aquellos que apoyan iniciativas privadas, utilizan el tiempo a su favor para desgastar y diferenciar aún más a sus oponentes. La combinación de estas dos estrategias efectivamente previene, limita o simplemente anula todo tipo de resistencia individual o colectiva contra el desplazamiento y también actúa en casos donde la invasión a barrios ocurre sin mucha oposición. La habilidad de mover clasificaciones eficientes de personas y lugares hacia arriba y hacia abajo es entonces parte crucial de la transformación material del paisaje urbano.

Por último, Troels Schultz Larsen nos invita a recorrer un viaje histórico en su artículo titulado Copenhaguen’s West End as a "Paradise Lost", donde analiza la producción política y usos del estigma territorial en esta metrópolis danesa. Este autor explora la trayectoria involutiva del conjunto de viviendas de Tåstrupgård, el cual pasó de ser un prestigioso espacio precursor de la alta modernidad hace medio siglo, a un difamado reducto de abandono hoy en día, marcado por batallas por el espacio libradas dentro del Estado. La combinación de la teoría de campo de Bourdieu con observación etnográfica, le permite a Larsen demostrar que la consolidación de la marginalidad avanzada y la correspondiente difusión de la mácula territorial en Copenhague, son el resultado de decisiones de política derivadas de disputas que atraviesan el campo burocrático. Estas contiendas han determinado la concentración espacial de hogares desposeídos y la denigración colectiva de sus barrios a través de la institucionalización de un mercado inmobiliario asimétrico y de la dualidad de políticas urbanas que privilegian sistemáticamente la propiedad privada a expensas de la vivienda pública. En este caso nuevamente, el Estado emerge como la agencia, terreno y actor clave en las luchas materiales y simbólicas que producen, esparcen y validan el estigma espacial, al punto que el problema cotidiano de la precariedad urbana no puede ser comprendido –y menos aún resuelto– por medio de un limitado enfoque en los barrios donde este problema aflora47.

La estigmatización territorial no es una condición estática, un proceso neutral o un juego cultural inofensivo, sino una forma significativa y perjudicial de acción, mediante la representación colectiva, atada a un lugar determinado. Al mostrar el modo en que las propiedades constituyentes y los mecanismos de operación de la deshonra espacial se manifiestan en distintos tipos de escenarios urbanos y formaciones políticas, los colaboradores del número ofrecido por Environment and Planning A nos ayudan a progresar en nuestra comprensión empírica sobre el papel de las estructuras simbólicas en la producción de desigualdad y marginalidad en la ciudad y, más aún, a enriquecer nuestro dominio teórico respecto de las conexiones flexibles entre espacio social, espacio simbólico y espacio físico48. Estos artículos nos entregan abundante material para elaborar una imagen más compleja y matizada sobre la estructura social, dinámicas e identidad de estos barrios desprestigiados de la metrópolis polarizada, los cuales son el foco de una renovada fascinación mediática, preocupación política y atención académica, a través de las fronteras nacionales. Asimismo, estas contribuciones contrarrestan directamente el difundido retrato de esas áreas como calderas hirvientes de decadencia social, derroche moral y debilidad nacional. Los artículos también apuntan a la necesidad urgente de medidas políticas diseñadas para reducir, no solo el peso de las carencias materiales, sino también la disminución de la presión de la dominación simbólica en la metrópolis.

 

Notas

1 El presente artículo se enmarca dentro del número especial de la revista internacional Environment and Planning A (vol. 46, nro. 6, junio de 2014) dedicado a la "Estigmatización territorial". Esta contribución ofrece el marco analítico para las siete investigaciones recopiladas en dicha entrega. Revista INVI se complace en publicar la versión en español de este artículo para estimular a sus lectores a pensar sobre el papel de las estructuras simbólicas y la denigración espacial en los barrios de escasos recursos de toda América Latina. Asimismo, se aprovecha esta oportunidad para otorgar continuidad a las recientes visitas de Loïc Wacquant y Tom Slater a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile en octubre de 2013 y abril de 2014, respectivamente.
5 Wacquant, 2008.
6 Los cinco principios analíticos que el libro propone para el estudio comparativo de la marginalidad urbana a través del espacio y el tiempo son dignas de reiterar aquí (Wacquant, 2008, págs. 7-12): (1) establecer una clara demarcación entre conceptos coloquiales y conceptos analíticos; (2) historizar las formas urbanas en el largo plazo; (3) utilizar la etnografía como un instrumento de ruptura epistemológica y de construcción teórica; (4) establecer diferencias entre barrios de marginación de acuerdo a su condición, ubicación y función dentro del contexto metropolitano; y (5) especificar el grado y tipo de penetración del Estado en zonas desfavorecidas. Con posterioridad, se formuló un principio adicional: (6) situar el territorio de relegación dentro del amplio campo de formas de aislamiento socio-espacial predominante en la ciudad y en la sociedad determinada (Wacquant, 2010).
7 Pereira, 2005.
8 Slater, 2006.
9 Wacquant, 2009, p. 115-117
10 Chicago Tribune, 1986.
11 Para acceder al texto emblemático que reúne los constituyentes clave de este negativo mito académico y su respectiva actualización histórica, consultar Jencks y Peterson (1991) y Katz (2013) respectivamente. La dimensión espacial de esta categoría se ve reforzada por la invención del concepto de "áreas de subclase", el cual es un distrito donde se concentran diversas patologías.
12 Goffman, 1963.
13 Bourdieu, 1991.
14 Wacquant, 2007, 2008 y 2010.
15 "Marginalidad avanzada" es un régimen de pobreza ascendente en las ciudades postindustriales de la sociedad avanzada, en el contexto del resurgimiento de la desigualdad de clases, el retroceso del Estado de Bienestar, la expansión del Estado penal y la polarización espacial. La mácula territorial es la tercera de las seis propuestas que caracterizan este problema (Wacquant, 2008, capítulo 8): (1) la creciente heterogeneidad interna y la de-socialización del trabajo, (2) la desconexión funcional entre las condiciones de los barrios y las tendencias macroeconómicas; (3) la fijación y estigmatización territorial; (4) la alienación espacial y disolución del lugar; (5) la pérdida de un entorno viable; y (6) la fragmentación de poblaciones marginadas, las cuales son pulverizadas más allá de los ámbitos de instrumentos establecidos de movilización colectiva (tales como sindicatos, organizaciones comunitarias y partidos políticos de izquierda).
16 Wacquant, 2014a.
17 La opinión común de que Bourdieu y Goffman son teóricos sociales discordantes (lo cual Jensen y Peterson [2012] toman como un problema para el concepto de mácula espacial de Wacquant) es el resultado de la confluencia de interpretaciones erróneas en torno a sus respectivas posturas: mientras Bourdieu es frecuentemente interpretado de manera incorrecta como un “estructuralista” mecánico que no puede situar la acción creativa a pequeña escala (a pesar de que su díada conceptual de habitus y espacio social), Goffman es comúnmente encasillado como un "interaccionista simbólico" en la línea de Blumer, cuando en realidad es un seguidor acérrimo de la escuela de Durkheim que indaga la morfología social y las representaciones colectivas propias del "orden de la interacción". No es de extrañarse que Bourdieu fuese un seguidor, admirador intelectual y amigo personal de Goffman, cuyas obras se encargó de traducir al francés en una serie de libros publicados por la editorial vanguardista Minuit.
18 Wacquant, 2014b.
19 Kalifa (2012, p. 16) ofrece un detallado panorama histórico sobre el nacimiento, evolución y disipación de los bas-fonds como elemento principal del imaginario occidental que se consolidó a mediados del siglo XIX, el cual tiene raíces distantes en el surgimiento de la categoría de “pobres no merecedores de asistencia” durante el siglo XIII y en la estigmatización de vagabundos y gitanos peregrinos provenientes de la región de Bohemia que tuvo lugar en el siglo XVI. Este autor sostiene que este imaginario se disipó durante la primera mitad del siglo XX como resultado de un cambio en las representaciones colectivas (la pobreza fue socializada, el desempleo se estableció como categoría oficial y los delincuentes comenzaron a ser vistos como parte de un entorno diferente) y desapareció durante la segunda mitad del siglo XX a raíz de las mejoras en el estado económico y situación habitacional de la clase trabajadora.
20 Pred, 2000, p. 124-130.
21 Auyero, 1999; Wacquant, 2008; Birdsall-Jones, 2013.
22 Durante el último tiempo, el barrio de Rosengård en Malmö (Suecia), ha ganado una oscura notoriedad en gran parte de Europa occidental como resultado de las peregrinaciones profesionales de la estrella de fútbol sueca Zlatan Ibrahimovic, quien es siempre presentado en distintos medios locales como el “oriundo del gueto” de Rosengård. En sus entrevistas, así como en su autobiografía (Ibrahimovic y Lagercrantz, 2014), Ibrahimovic utiliza esta nociva visión, ampliamente difundida, para dramatizar su ascenso, rodear sus habilidades en un manto de misterio, excusar su conducta poco convencional y reafirmar su lealtad innata (suele citar una variante formal de la máxima afroamericana “puedes sacar a un hombre del gueto, pero no puedes sacar al gueto del hombre”).
23 Kalifa, 2012, p. 61-66.
24 Wacquant, 2011a.
25 Slater y Anderson, 2012.
26 Los constantes choques entre jóvenes locales y la policía son rápidamente elevados a la categoría de “disturbios raciales”, sólo por el tono más oscuro de la piel de los alborotadores. La retórica marcial de “guerra” es expuesta y mezclada con el vocabulario racial del (post)colonialismo para generar una visión explosiva de un total e irresoluble conflicto urbano cuyas raíces se remontan a siglos de conflicto despiadado con el Islam, hecho a la medida para atraer la atención de los medios de comunicación y vender libros. Tal es el caso de Andrew Hussey y su absurda obra The French Intifada: The Long War Between France and its Arabs (2014: 12), donde es posible leer: “Los alborotadores en Gare du Nord o en los banlieues con frecuencia se describen a sí mismos como soldados luchando una ‘larga guerra’ contra Francia y Europa”. En este sentido, ellos están combatiendo el concepto mismo de ‘civilización’, el cual ven como una invención europea. La supuesta ‘intifada francesa’, la guerrilla contra la policía en los suburbios y en el centro de las ciudades francesas, es sólo la última y más dramática forma de enfrentarse al enemigo. Esta guerra tuvo sus inicios en la cínica agresión a Egipto, ordenada por Napoleón a comienzos del siglo XVII, lo que gatilló el inició de la fascinación francesa por “todo lo oriental” y que ahora emerge como la “cuarta guerra mundial” que tiene enfrentados a Francia contra Argelia, Túnez y Marruecos. En vez de ser motivo de una desconfiada hilaridad, este libro ha recibido críticas muy favorables en la prensa británica (el Sunday Times lo catalogó como una obra “fascinante, convincente y altamente recomendable”) y seguramente gozará de muchos elogios en aquellos sectores académicos donde vociferaciones retóricas actúan como un sustituto barato para la investigación.
27 Wacquant, 2009b; también consultar Clear, 2007; Muchielli, 2008; Peck y Theodore, 2008; Beckett y Herbert, 2011.
28 Kalifa, 2012.
29 Koven, 2006.
30 Slater, 2014.
31 Al otro lado del Canal de la Mancha, la visita más recordada al tristemente famoso proyecto habitacional de Quatre Mille, ubicado en la comuna de La Courneuve, fue la encabezada por Nicolás Sarkozy, el 20 de junio de 2005. En esa ocasión, el entonces Ministro del Interior y futuro Presidente de Francia prometió, en respuesta a un incidente delictual, que utilizaría una Karcher (una manguera de alto poder) para “limpiar toda la basura” de aquel lugar. Esta visita fue seguida por la presentación de un cuerpo de policía de estilo militar, compuesta por más de 200 oficiales, desplegada especialmente para los medios de comunicación. A pesar de no llevar a cabo ningún arresto o decomiso de objetos saqueados, esta fuerza fue seguida a cada paso por las cámaras de televisión, y difundida durante la franja noticiosa de las ocho de la noche.
32 Bourdieu, 1991, págs. 220-221.
33 Wacquant, 2011b.
34 Goffman, 1963, p. 112-114.
35 Truong, 2013.
36 Para obtener un panorama más amplio respecto a estudios recientes sobre la noción de estigmatización territorial a través de distintos temas, divisiones disciplinarias, sitios urbanos y fronteras nacionales, consultar la bibliografía preparada por Slater et al. (2013) disponible en www.advancedurbanmarginality.com.
37 Kirkness, 2014.
38 Merton, 1976.
39 Pereira y Queiros, 2014.
40 August, 2014.
41 Wacquant, 2008, pág. 241.
42 Arthurson, Darcy y Rogers, 2014.
43 Este artículo confirma de forma indirecta el vínculo orgánico, detectado por Morris (2013), entre la diseminación de la marginalidad urbana y la degradación espacial en el sector de la vivienda pública de Australia.
44 Kallin y Slater, 2014.
45 Esta estrategia es fuertemente defendida en el supuesto caso desesperado de la “zona urbana interior” de las ciudades norteamericanas (esto es, remanentes del histórico gueto negro) propuesto por Mary Patillo (2008) en su provocativo trabajo Investing in Poor Black Neighborhoods “As Is”.
46 Sakizlioğlu y Uitermark, 2014.
47 Schultz Larsen (2014) también se involucra exitosamente con el creciente volumen de obras teóricas y empíricas escritas por académicos escandinavos, quienes han reflexionado y puesto a prueba la aplicabilidad del concepto de mácula espacial elaborado por Wacquant en las sociedades nórdicas, caracterizadas por desigualdades urbanas comprimidas y por una ciudadanía inclusiva (ver, en particular, Sernhede 2009; Delica, 2011; Jensen y Christensen, 2012; y Jensen et al., en prensa, y en las citas referidas por estos autores).
48 Wacquant, 2014a.

 

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