doi 10.4067/S0718-83582012000100001
Durante más de una década, investigadores norteamericanos y europeos han elaborado detalladas investigaciones sobre el rol de los barrios y sus características sociales internas, ya sea en el fomento o prevención de la delincuencia. De esta manera, barrios con altos niveles de desorganización social, la cual es medida a través de la pobreza, heterogeneidad étnica, movilidad residencial activa y presencia de familias desintegradas, tienden a experimentar índices más elevados de delincuencia en comparación con localidades que presentan características opuestas1. Sin embargo, estos factores negativos pueden ser mitigados mediante la existencia de sistemas formales e informales de control social. Particularmente, vecindarios con altos niveles de concentración de desventaja social pueden superar problemas de criminalidad cuando sistemas locales de control social informal, llamado comúnmente eficacia colectiva, aparecen para combatir la delincuencia2. Se sugiere entonces que la colaboración entre residentes, o entre residentes y agentes del estado, puede jugar un papel importante en la reducción de los índices de criminalidad entre la comunidad y las organizaciones.
Con un énfasis en las condiciones sociales, vínculos entre la comunidad y las organizaciones, y relaciones entre residentes y el estado, este enfoque ofrece una perspectiva conceptualmente distinta sobre la delincuencia a la ofrecida por la teoría de “ventanas rotas” y su tolerancia cero. Mientras que el concepto de “ventanas rotas” sugiere que demostraciones de desorden y actividades delictivas menores como el graffiti o la evasión de pagos de transporte fomentan la actividad criminal, la idea de desorganización social indica que problemas como familias desintegradas, pobreza extrema y discriminación racial se convierten en fuertes indicadores de criminalidad a medida que se acentúan dentro de una comunidad. Asimismo, mientras que las ideas sobre tolerancia cero involucran a agentes del estado ejerciendo su autoridad incluso en casos de crímenes menores, los enfoques centrados en los barrios subrayan la importancia de la eficacia colectiva y los vínculos entre organizaciones comunales y agentes estatales para combatir la delincuencia. Inevitablemente se presenta una superposición en la práctica de estos dos paradigmas delictivos, no obstante, estos ofrecen distintas formas de enfrentar la delincuencia dentro de un contexto urbano contemporáneo.
Durante este último tiempo, gran parte de los países latinoamericanos ha experimentado un rápido incremento en los niveles de violencia urbana. En algunos casos, gobiernos de la región han aplicado políticas de tolerancia cero para combatir este flagelo. Sin embargo, estos esfuerzos han tenido una suerte relativa, ya que si bien reducen la violencia en el corto plazo, sólo se logra el llenado de cárceles, el reforzamiento de bandas delictivas y pocas soluciones a largo plazo3. Estrategias centradas en la teoría de desorganización social y conceptos de eficacia colectiva ofrecen un marco alternativo para agentes de gobierno encargados de políticas a largo plazo sobre el control de la delincuencia. En el caso latinoamericano, investigadores y políticos que buscan aplicar estos enfoques delictivos se ven enfrentados a importantes desafíos. Los barrios latinoamericanos difieren entre sí no solo en las mismas variables observadas en la literatura norteamericana, sino también en otras importantes variables. Por una parte, algunas de estas comunidades han surgido dentro de un contexto histórico y patrón de asentamiento muy distinto al registrado en los Estados Unidos y Canadá. Por ejemplo, un gran número de los barrios ubicados en los centros urbanos de la región se originó de forma irregular. Debido a que los residentes de estos lugares cuentan con bajos ingresos y no poseen título legal sobre el terreno en el que viven, no tienen acceso al sistema judicial de sus respectivos países para atender sus reclamos. Por otra parte, también existen variaciones institucionales entre los distintos barrios de la región. Así, la actitud de la policía puede cambiar dramáticamente entre una comunidad y otra. En gran parte de Río de Janeiro, Brasil, la policía ha dejado el control de los asentamientos a manos de las bandas de narcotraficantes, entrando a estos lugares solamente para arrestar a líderes criminales o interrumpir sus actividades. Los residentes de estas comunidades son objeto de fuertes abusos de parte de la policía y sufren los ataques de grupos criminales que dominan las áreas en las que viven4. En el resto de los barrios la policía realiza patrullajes normales, la actividad criminal es mínima y los niveles de abuso son menores. Grandes centros urbanos como Chicago también experimentan diferencias en lo que refiere a la presencia institucional, no obstante, estas son más reducidas que aquellas observadas en Brasil y otras ciudades latinoamericanas. La policía de Chicago, Nueva York o Londres no cede el control de grandes partes del espacio urbano a bandas criminales como sí sucede en Río de Janeiro, Medellín y Kingston, Jamaica.
La literatura que ha evolucionado en temas de desorganización social y control en el contexto norteamericano y europeo entrega importante material para comprender los desafíos que actualmente enfrenta América Latina. Sin embargo, estos enfoques necesitan ser adaptados a experiencias específicas sobre variables que tengan un mayor impacto en la región y sobre cómo variables que tienen significativos impactos en Norteamérica y Europa del Este actúan de manera distinta en democracias emergentes. El comprender estas variaciones no solo proveerá nuevas ideas relacionadas a factores micro-nivel que influencian la delincuencia en América Latina, sino también proporciona ideas sobre problemas que investigadores han pasado por alto en análisis sobre barrios en países industrializados.
Los artículos presentados en este número de Revista INVI ayudan a avanzar en este debate. Centrado en los determinantes de la delincuencia a nivel de barrio y en la eficacia de las respuestas contra este flagelo en Chile, Colombia, Argentina y México, esta edición de Revista INVI ofrece nueve artículos que aportan importantes perspectivas sobre eficacia colectiva y desorganización social en América Latina. Estos artículos muestran la importancia de los estudios a nivel de barrio para comprender la delincuencia y la violencia en las Américas, profundizar dentro de la diversidad de actividades policiales y actos criminales en distintas ciudades de la región y ofrecer nuevas formas para analizar los factores que promueven o controlan la violencia dentro de distintos contextos latinoamericanos.
El presente número de Revista INVI comienza con el artículo “El uso de la teoría de la desorganización social para comprender la distribución de homicidios en Bogotá, Colombia”. Este trabajo utiliza datos de sobre homicidios para analizar la teoría de la desorganización social en el contexto de una ciudad capital latinoamericana. En línea con resultados obtenidos en Norteamérica, altos niveles de concentración de desventaja social y desorden social predicen altos índices de homicidios, mientras que una mayor disponibilidad de servicios básicos predicen bajas tasas de homicidios. Esta información también genera confusión al comparar datos arrojados por estudios norteamericanos, mostrando que altos niveles de presencia policial tienden a incrementar la violencia a nivel de barrio en Bogotá, mientras que una alta concentración de jóvenes de sexo masculino o una alta densidad poblacional tiende a estar asociada a bajos índices de homicidios. Al examinar debates sobre desorganización social, y más específicamente eficacia colectiva, Javier Núñez, Ximena Tocornal y Pablo Henríquez, en su artículo “Determinantes individuales y del entorno residencial en la percepción de seguridad en barrios del Gran Santiago, Chile”, muestran la importancia de estos enfoques para comprender la delincuencia y la sensación de seguridad en Santiago, Chile. Elaborado a partir de una encuesta realizada a 5860 personas de 242 barrios en Santiago, este artículo entrega evidencia donde se muestra que altos niveles de compromiso a nivel comunal y la presencia de programas específicos de seguridad pública generan altos niveles de seguridad, mientras que indicios de desorden físico como los graffiti aparentemente no afectan la sensación de seguridad. Estos resultados son un reflejo de estudios realizados sobre eficacia colectiva y presentan un desafío para aquellos que buscan aplicar el enfoque de “ventanas rotas” en el contexto latinoamericano.
El tercer artículo de esta entrega, escrito por Tomás Raspall, lleva como título “El Plan Unidad Cinturón Sur. Impactos de una nueva política de seguridad en un gran conjunto urbano de la ciudad de Buenos Aires”. Elaborado a partir de entrevistas cualitativas, esta contribución se centra en el éxito y desafíos de una política de seguridad pública implementada en una región de Buenos Aires. Este análisis sugiere que, si bien se han registrado mejoras en materia de seguridad pública, problemas subyacentes dentro del cuerpo policial continúan generando desconfianza entre la policía y residentes. Raspall sostiene que la actual represión policial genera tensiones dentro del área y plantea dudas sobre la utilización de la teoría de “ventanas rotas” en relación a la seguridad pública. El cuarto artículo, “Programas de seguridad dirigidos a barrios en la experiencia chilena reciente”, escrito por Hugo Frühling y Roberto Andrés Gallardo, Terán analiza una serie de programas de seguridad pública implementados durante la última década en Santiago, Chile. Este análisis, visto desde el desorden social, sugiere a los autores la importancia del desarrollo de medidas efectivas de seguridad de parte de autoridades civiles dentro del contexto latinoamericano.
En su artículo “La eficacia colectiva como estrategia de control social del espacio barrial: evidencias desde Cuernavaca, México”, Alfonso Valenzuela Aguilera se centra directamente en la temática de la eficacia colectiva en relación al control de la delincuencia en México, país que ha acaparado la atención criminológica durante los últimos años. Elaborado a partir de entrevistas a 520 residentes de Cuernavaca, capital del estado de Morelos, ubicada a 85km al sur de Ciudad de México, este trabajo demuestra la importancia de la eficacia colectiva en la promoción de sentimientos de seguridad incluso en áreas con altos índices de delincuencia.
El sexto artículo presentado en este número, “La Reconstrucción de movimientos sociales en barrios críticos: El caso de la ‘Coordinadora de Pobladores José María Caro’ de Santiago, Chile”, escrito por Leslie Parraguez Sánchez ofrece un análisis discursivo e histórico de un barrio ubicado en Santiago, Chile, que fue símbolo de intervención estatal en materia de seguridad pública. Este artículo examina la paradoja de cómo un barrio enfrentado a altos niveles de violencia se moviliza tanto para resguardarse de intervenciones estatales como para resistir la violencia. En el artículo “Violencias en la periferia de Santiago. La Población José María Caro”, Juan Carlos Ruiz Flores también investiga esta población. Su análisis, basado en estudios históricos y etnográficos, sugiere que lejos de un colapso de poder estatal, la presencia del estado y factores neoliberales tienden a promover la actividad criminal, generando sentimientos de inseguridad local.
El octavo artículo ofrecido en esta entrega también se centra en una población específica de Chile. En su trabajo “Violencia urbana, exclusión social y procesos de guetización: La trayectoria de la población Santa Adriana”, Graciela Alejandra Lunecke Reyes sostiene que el deterioro de organizaciones sociales, y por consiguiente de la eficacia colectiva, ha contribuido al incremento de actividades de bandas delictivas y delincuencia.
El último artículo de esta edición se traslada hacia Buenos Aires. En su trabajo “La prevención del delito en una villa de emergencia en Buenos Aires (Argentina). Inserción y participación, análisis de los supuestos de comunidad en las políticas de prevención”, Inés María Mancini examina programas de prevención de delincuencia implementados en un barrio desfavorecido de la ciudad. Elaborado a partir de un detallado análisis sobre la implementación de programas para combatir la delincuencia, Mancini detalla los desafíos materiales que enfrentan estos programas en la búsqueda por controlar actividades criminales en poblaciones seriamente empobrecidas ubicadas en barrios que históricamente han tenido difíciles relaciones con el sistema político.
Desmond Arias5
Editor Invitado
Notas
1 Sampson, R y Groves, B. 1988.
2 Sampson, R.; Raudenbusch, S y Earls, F. 1997.
3 Cruz, J.M., 2010
4 Arias, E., 2006.
5 Licenciado en Ciencias Políticas, The University of Michigan-Ann Arbor. Ph.D. en Ciencias Políticas, The City University of New York-CUNY. Profesor Asociado, John Jay College of Criminal Justice – CUNY.
Bibliografía
Arias, Enrique Desmond. Drugs and Democracy in Rio de Janeiro: Trafficking, Social Networks, and Public Security. Chapel Hill, North Caroilne, University of North Carolina Press. 2006.
Bursik, Robert J. Jr. Social Disorganization and Theories of Crime and Delinquency. Criminology (26): 519-552, 1988.
Cruz, José Miguel. Central American Maras: From Youth Street Gangs to Transnational Protection Rackets. Global Crime. 11(4): 379-398, 2010.
Sampson, Robert J. y Groves, W. Byron. Community Structure and Crime: Testing Social Disorganization Theory. American Journal of Sociology. 94(4): 774-802, 1989,
Sampson, Robert J.; Raudenbusch, Stephen W. y Earls, Felton. Neighborhoods and Violent Crime: A Multi-Level Study of Collective Efficacy. Science (277): 918-924, 1997.