doi 10.4067/S0718-83582011000200001

 

Editorial

 

Son múltiples y complejos los fenómenos del hábitat residencial que se expresan en América Latina, y que dado el estado de su economía y niveles de desarrollo, necesitan ser enfrentados con respuestas acordes a las expresiones y características que tales acontecimientos adquieren. Por ejemplo, los déficit cuantitativos y cualitativos en vivienda, que todavía se mantienen en índices altos. Algunas cifras: Argentina, con un déficit de 2,5 millones de unidades y un incremento de 120. 000 unidades anuales; Colombia, con 1,3 millones de déficit según censo del 2005, con sobre 200.000 nuevos hogares por año; Perú, con un déficit sobre 1,5 millones por año y un incremento anual sobre 150.000 unidades; México, con un déficit, según estudios recientes, de 6 millones al 2009.

Naciones Unidas señala que en el continente hay aproximadamente 26 millones de viviendas inadecuadas y que se requieren 28 millones más para reducir el hacinamiento. Ello, aparejado con las dificultades que los Estados poseen para financiar la superación de tal déficit, junto a los múltiples obstáculos que las familias y habitantes del continente tienen para el mismo propósito, son constataciones pesimistas para problemas endémicos. La pobreza al 2008, según la Comisión para América Latina y El Caribe (Cepal), aun cuando ha tendido a disminuir, se expresaba en que a ese año uno de cada 3 latinoamericanos era pobre, existiendo 213 millones de personas viviendo en esas condiciones; y si bien el PIB creció al 4,3%, en el aspecto micro la pobreza y la desigualdad tenían expresiones más dramáticas: según el Índice Gini, cinco de los diez países más desiguales del mundo se encuentran en nuestro continente.

En el contexto de los déficit señalados, la variable del valor de los suelos –en particular los urbanos–, sujeta implacablemente al manejo del mercado, sigue siendo uno de los principales factores generadores de exclusión, además de ser uno de los más descontrolados. A esto debemos sumar políticas públicas que no lo cuestionan ni regulan en sus diseños y formulación, como también la influencia de la acción del mercado inmobiliario y el capital privado en las dificultades para la conformación de ciudades más equitativas e inclusivas.

Otros fenómenos crecientes en distintas subregiones son las migraciones y movimientos de población, que impactan a los internos de los países en que se dan y para los cuales no hay respuestas, ni siquiera reacciones. La rápida y continua tendencia de la población a residir en ciudades intermedias y metrópolis, dadas las dinámicas de los procesos económicos y su expresión en la globalización, por crecimiento vegetativo, migraciones locales entre ciudades o todavía desde zonas más rurales a otras urbanas, aumentan el déficit en equipamiento urbano de tipo vial, infraestructura y servicios en general, así como emplazamientos disfuncionales entre las nuevas localizaciones de empleo versus las de habitación. Otros impactos asociados a los acontecimientos señalados tienen relación con la gestión ineficiente de ciudades y asentamientos humanos, la producción energética que ellas demandan y la contaminación asociada a sus satisfactores, aludiendo a Max Neef.

Mención aparte merecen el impacto de los desastres asociados a amenazas naturales que se dan sin tregua en la región, tales como inundaciones, tsunamis, erupciones volcánicas, sequías, sismos, tormentas y ciclones, entre las más habituales y de mayor repercusión en cuanto a vidas perdidas y costos de tipo económicos y sociales, que obligan a los Estados a invertir grandes recursos, actuando, por lo general, torpemente –salvo excepciones como el caso cubano–, sea porque no saben gestionar las fases del hábitat en riesgo, porque no involucran a la comunidad afectada o porque la gestión requiere de acciones integrales y locales que colisionan con estructuras gubernamentales centralizadas y políticas públicas sectoriales y fragmentadas.

Este panorama, difícil y en constante desarrollo, junto a las señales visibles y crecientes de inestabilidad de las economías de las grandes potencias, invita a seguir avanzando en la producción de conocimiento local, regional y general desde las propias especificidades. Surgen así multiplicidad de interrogantes: ¿cómo diseñar, rediseñar y corregir políticas de hábitat y urbanas sustentables en contextos de fragilidad económica? ¿Qué tecnologías son y serían apropiadas y apropiables para hoy y las próximas décadas en el continente? ¿Cómo reducir el déficit en vivienda? ¿Qué puede aprender y compartir en materia de hábitat América latina en su conjunto o entre sus subregiones? ¿Sobre qué áreas o ejes temáticos habría que orientar o reorientar las investigaciones, interrelacionar grupos y redes de estudios y cooperación? ¿Qué tipo de conocimientos es conveniente y posible compartir con realidades europeas y asiáticas desde y hacia América Latina y Estados Unidos sobre estas materias? Al respecto, es evidente que la cooperación entre países asiáticos y americanos, compartiendo el perímetro oceánico, es muy conveniente. ¿Cómo se crea conocimiento transversal entre las ciencias sociales, las ciencias aplicadas y las ciencias en general ante fenómenos como el cambio climático, la fragilidad de las matrices energéticas, el habitar y la búsqueda de una mejor calidad de vida y sustentabilidad? ¿Qué metodologías han probado ser válidas para generar conocimiento y resultados originales y relevantes acerca del hábitat regional y el impacto de las políticas que en él se aplican? ¿Cómo releer y entender el comportamiento de las necesidades humanas y sus satisfactores desde las propias comunidades, en especial las más carenciadas y vulnerables en el contexto de los modelos económicos en boga? ¿Qué nuevos modelos de financiamiento y políticas públicas en vivienda y desarrollo urbano/rural pueden explorarse y evaluar para su aplicación y replicabilidad regional ?

Sería extenso continuar formulando más interrogantes sobre las materias expuestas desde múltiples enfoques analíticos, dependiendo estos de aquellos desde los que trabajan los especialistas y sus disciplinas e interdisciplinas. A ello invita Revista INVI y su política editorial.

En las respuestas a las interrogantes ya expuestas existe un factor incidente y difícil de evaluar, ponderar e investigar: el correspondiente a las expresiones ciudadanas, que adquieren carácter de movimientos sociales con diversa capacidad de presión, legitimidad y alcance, exigiendo las más de las veces mayor profundización de los procesos democráticos, demandas por un manejo sustentable de matrices energéticas, derechos humanos de segunda generación y equidad social y económica.

La realidad cubana es, sin duda, un excelente ejemplo para conocer enfoques diametralmente opuestos en cuanto a políticas para el hábitat humano en el ámbito latinoamericano, marcado por contextos de extrema vulnerabilidad y con un conjunto de agentes y actores singulares involucrados. En el presente número, en su trabajo “50 años de la Ley de Reforma Urbana en Cuba. En el aniversario del cambio de paradigma”, Erich Trefftz analiza resultados y contradicciones del modelo cubano, desde las primeras políticas impulsadas por la Revolución –previa revisión de la situación pre revolucionaria en materia de hábitat–, pasando por la Ley de Reforma Urbana de 1960 hasta los principales cambios en 2010. A 50 años después de la mencionada ley, ¿cómo enfrentará el Estado cubano los retos enunciados en los nuevos lineamientos con los que el gobierno pretende cambiar la primacía de lo político sobre lo económico?

El segundo artículo, “El futuro del hábitat: repensando la habitabilidad desde la sostenibilidad. El caso español”, de los autores Joaquim Arcas-Abella, Anna Pagès- Ramon y Marina Casals-Tres, recrea el concepto dinámico de la habitabilidad en relación al sector de la edificación, la sustentabilidad y el impacto ambiental. Propone algunas claves, utilizando como referencia el ejemplo español. De ello se pueden derivar aportes al diseño de políticas urbano- habitacionales para América Latina y otros países con fuertes déficit en la materia.

El artículo “La calidad del hábitat para la vivienda de interés social. Soluciones desarrolladas entre 2000 y 2007 en Bogotá”, de Alex Leandro Pérez Pérez, releva una metodología para evaluar calidad y satisfacción de vivienda de interés social en Bogotá. Los resultados muestran insatisfacción por parte de los habitantes, poco mejoramiento de la calidad de vida y generación de segregación socio-espacial, beneficiando más bien a los inversionistas.

El artículo “Geodésicos post terremoto. Investigación aplicada en la emergencia”, de Pedro Serrano Rodríguez, presenta una investigación de la Universidad Técnica Federico Santa María (Chile), que propone el diseño y construcción de una alternativa de refugio temporal, de fácil armado y desmontado, que se aplicó en algunas localidades afectadas por el terremoto de febrero de 2010 en Chile. Es un aporte a la búsqueda de alternativas en refugios de emergencia acorde a las demandas que sobre esta etapa de la gestión de riesgo se da en países latinoamericanos.

Finalmente, el estudio “Transporte urbano no motorizado: el potencial de la bicicleta en la ciudad de Temuco”, de Verónica Xaviera Eltit Neumann, presenta una investigación sobre la factibilidad y necesidad de ampliar la comprensión de la movilidad ciudadana en ciudades de crecimiento acelerado, más aun cuando el crecimiento del parque automotriz coopera al aumento de los factores de contaminación de las ciudades, como es el caso de Temuco. A su vez, el enfoque del artículo colabora al debate acerca de la inclusión de este medio de transporte como parte necesaria en el diseño de ciudades sustentables en Chile.

Se agrega además, en la sección de “Opinión”, una original traducción desde el alemán al español de un programa de mejoramiento de barrios en Alemania, que entrega antecedentes acerca de los retos que exige la regeneración urbana en ese país.

 

Ricardo Tapia Zarricueta