doi 10.4067/S0718-83582011000300002

 

Distinción social y hábitat residencial en América Latina1

 

Sonia Roitman2

2 Argentina. Socióloga urbana. Doctora en Planificación Urbana y Regional por la Universidad de Londres. Postdoctorado en Sociología por la Universidad Libre de Berlín, Alemania.


Resumen

El aumento de la inseguridad urbana y la sensación de miedo han impulsado el desarrollo de urbanizaciones cerradas en muchas ciudades latinoamericanas. Este modelo residencial ha intentado incluso extender su ‘target’ a no sólo residentes pertenecientes a los grupos socioeconómicos medio-altos y altos, sino también medio-bajos y bajos. Sin embargo, el presente artículo demuestra cómo vivir en urbanizaciones cerradas continúa estando fuertemente relacionado a la idea de distinción social y estatus. Para esto se analiza cuáles son las características principales de las urbanizaciones cerradas, quiénes son sus residentes, cuáles son sus actividades cotidianas y sus intereses y cómo se relacionan con la ciudad en general. Se concluye que las urbanizaciones cerradas son un importante elemento de distinción social y pertenencia para ciertos grupos sociales.

PALABRAS CLAVE: URBANIZACIONES CERRADAS; DISTINCIÓN SOCIAL; HÁBITAT RESIDENCIAL.


 

Introducción: Desigualdades sociales en América Latina

La región latinoamericana ha logrado una situación económica y política de bastante estabilidad en la última década. Incluso la crisis económica mundial de 2008 tuvo un impacto mucho más moderado en comparación con lo sucedido en otras regiones, debido a la gran inversión en gasto social realizada por la mayoría de los gobiernos de la región, que logró reducir la vulnerabilidad de los grupos más pobres (según la Cepal, el gasto social pasó del 12% en el período 1990-91 al 18% en el 2007-08). Por otra parte, durante la última década se ha reducido la pobreza en la región (de 44% en 2002 a 32% en 20103) y se ha avanzado positivamente en el logro de la Meta A1 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio consistente en reducir la pobreza a la mitad para el año 2015. Esta mejora ha estado relacionada por un lado con el crecimiento económico, pero por el otro lado, con una mejora en la distribución de los ingresos y en varios casos con una mejora salarial. El coeficiente de Gini también ha mostrado significativos avances. Las condiciones de vida han mejorado en la región. La economía creció 6% en 2010 y se espera que crezca un 4% en 20114. El desempleo se ha reducido pasando del 10.5% en 2000 a 7.3% en 20115 y la deuda pública también ha bajado.

A pesar de los avances macroeconómicos, esta región continúa siendo la más desigual del mundo: el 20% más rico de la población tiene un ingreso 19 veces más elevado que el 20% más pobre6. Debido a esto, la Cepal ha llamado a reducir la desigualdad bajo el lema ‘La Hora de la igualdad’, a través de un pacto social entre agentes públicos y privados7.

Las diferencias sociales siempre han sido un elemento muy marcado en las sociedades latinoamericanas. La jerarquía social estaba claramente establecida entre los pueblos indígenas anteriores a la “Conquista” y continuó, aun con otras características, con la llegada de los europeos y la expansión de sus imperios. Estas diferencias sociales eran claramente identificables en el espacio social urbano, con la cercanía a la plaza mayor, como el elemento que ponía en evidencia los procesos de distinción social: mientras más cercano a la plaza mayor, más alto se posicionaba ese individuo o familia en la jerarquía social.

Tal como indica Castells8, el espacio es una dimensión de la sociedad y expresa los cambios en la estructura social. Así las diferencias sociales se
plasman en las ciudades y en los distintos barrios de acuerdo a las diferencias de ingresos y de poder9. La distribución de la tierra urbana para diferentes usos se hace de acuerdo a las reglas del mercado y por lo tanto aquellos grupos sociales y aquellas actividades con mayores ingresos son los que pueden acceder a rentas urbanas más elevadas y que por lo tanto se localizan en las mejores zonas de la ciudad. Asimismo, el manejo y distribución del poder influye en la zonificación y planificación urbana. Encontramos así, en lo referente al uso residencial, barrios que albergan principalmente a familias de clase social alta, otros para clases medias (aun cuando dentro de estos hay un gran espectro), y otros para clases bajas. Mientras que las clases media-bajas y bajas habitan generalmente viviendas de interés social o asentamientos informales, las clases media-altas y altas han tendido a concentrarse, en las últimas dos décadas, en las llamadas ‘urbanizaciones cerradas’.

Además de expresar los cambios producidos en la estructura social, el espacio urbano también da cuenta de los procesos estructurales que se han desarrollado en América Latina en las últimas décadas. El retiro del Estado, la desregulación económica y las privatizaciones permitieron la llegada de grandes inversiones extranjeras destinadas al desarrollo inmobiliario. También la construcción de autopistas privadas dio lugar al desarrollo suburbano y a la expansión de la mancha urbana. De esta forma, algunos autores10 hablan de la ‘ciudad fragmentada’, en referencia a la ciudad latinoamericana a partir de los 70s.

El presente artículo analiza el desarrollo de urbanizaciones cerradas en América Latina, y particularmente en Argentina y México, considerando no sólo las causas por las que estos desarrollos inmobiliarios son elegidos actualmente como lugar de residencia de ciertos grupos sociales, sino también quiénes son sus residentes, cuáles son sus actividades cotidianas y sus intereses y cómo se relacionan con la ciudad en general. Para esto se trabajó con una metodología cualitativa, recolectando información a partir de la realización de 73 entrevistas en profundidad a residentes (hombres y mujeres, jóvenes y adultos) de diferentes urbanizaciones cerradas de Mendoza (Argentina) y Querétaro (México), entre 2003 y 2011.

 

Urbanizaciones cerradas: ¿qué son?

Durante las últimas cuatro décadas, la ciudad latinoamericana también ha sufrido un importante proceso de transformación. La ciudad compacta ha dado lugar a una ciudad más fragmentada debido al crecimiento de la zonas suburbanas y a la aparición de ‘islas urbanas’11. Estas islas urbanas están compuestas por conjuntos de equipamientos urbanos que incluyen centros comerciales, instituciones educativas privadas, hospitales privados y urbanizaciones cerradas. Estos espacios insulares reflejan las tendencias homogeneizantes de la globalización que pueden observarse en ciudades alrededor del mundo. El desarrollo de estas ‘islas urbanas’, y de las urbanizaciones cerradas en particular, profundiza la fragmentación espacial y, tal como afirma Peter Marcuse, las ciudades llegan al extremo de parecer descuartizadas y sus áreas separadas dolorosamente12. Por otra parte, las islas urbanas contribuyen a expandir el área urbana, poniendo en evidencia lo que indica Jordi Borja13, como un crecimiento horizontal de las ciudades latinoamericanas y un uso ineficiente del suelo con estructuras urbanas de centralidad escasas o débiles.

Si bien las urbanizaciones cerradas no son un elemento nuevo en el paisaje urbano, y algunas ciudades de América Latina ya contaban con este tipo residencial en la primera mitad del siglo XX14, la característica más sobresaliente en la actualidad se relaciona con su desarrollo y establecimiento dentro del mercado inmobiliario como un producto exitoso, y buscado por varios grupos sociales (y aun por aquellos que si bien no pueden acceder a ellos por cuestiones de ingresos insuficientes, buscan todas las formas posibles para acceder a ellos aun si esto significa adquirir grandes deudas financieras).

En este sentido, resulta importante discutir qué son las urbanizaciones cerradas y qué no son o cuáles desarrollos se adecuan o no a las definiciones comúnmente utilizadas. Tal como se manifestó anteriormente15, no existe una definición unívoca de este producto inmobiliario y sus características varían de acuerdo al contexto geográfico en donde se encuentren. Sin embargo, hay elementos comunes a todas las definiciones utilizadas. Se trata de áreas residenciales con un perímetro cerrado por bardas, muros o rejas, con acceso restringido por barreras de seguridad o por guardias que controlan el ingreso de residentes, trabajadores y no residentes. Dentro de esta área residencial, hay viviendas individuales (o en algunos casos de propiedad horizontal), e infraestructura deportiva y social de uso comunitario. Existe un código de construcción y un código de convivencia que rigen la vida cotidiana y son implementados por la asociación de residentes que actúa como el órgano de gobierno del barrio. En muchos casos también existe la figura del administrador del desarrollo, quien tiene a su cargo las responsabilidades propias de un alcalde con jurisdicción en un territorio relativamente reducido. Los residentes deben pagar una cuota de mantenimiento mensual o anual que incluye seguridad, jardinería y el mantenimiento de los espacios comunes.

El gran desarrollo de urbanizaciones cerradas durante las dos últimas décadas ha llevado a que se diversifique el producto inmobiliario ofrecido por los promotores inmobiliarios, quienes buscan ampliar su ‘target’. De esta manera, si se analiza la oferta de urbanizaciones cerradas en Argentina, se observa que a los pioneros ‘countries’ o ‘clubes de campo’ (que ya existían en los 1970s y cuentan con importantes instalaciones deportivas y sociales de uso comunitario) se agregan los ‘barrios privados’ o ‘barrios cerrados’, donde se privilegia la seguridad por sobre la oferta de equipamiento comunitario. Este tipo es el que más se desarrolló durante los 1990s y 2000s. Pero en este periodo también surgieron otros tipos: los ‘clubes de chacras’ ubicados en zonas más alejadas de la ciudad y que cuentan con amplios lotes; los ‘countries náuticos’ o ‘marinas’, los cuales tienen equipamiento deportivo para desarrollar actividades náuticas y se encuentran ubicados junto a un río o lago; los ‘countries verticales’ o ‘torres jardín’ que se encuentran localizadas en zonas urbanas más centrales y por lo tanto están construidas verticalmente aumentando la densidad urbana de esas zonas y poseen equipamiento deportivo de alta calidad que suele incluir piscina, gimnasio y cancha de fútbol de salón; y los ‘condominios’. Este tipo es el más nuevo, en donde la seguridad es el servicio más importante y el equipamiento de uso comunitario es mínimo. El último tipo es denominado ‘mega-emprendimiento’ y se trata de un conjunto de barrios cerrados y condominios con importante equipamiento para uso colectivo16. Esta tipología de urbanizaciones cerradas es la que se utiliza generalmente para analizar el caso argentino, que constituye uno de los países donde ese producto inmobiliario ha tenido más éxito. Varios de estos tipos (aunque no todos) también se pueden aplicar para el análisis de otros casos latinoamericanos. Sin embargo, es necesario reforzar una vez más que la no existencia de una definición unívoca para el análisis de las urbanizaciones cerradas dificulta la comparación internacional y la aplicación de marcos teóricos y metodológicos que puedan ser generalizables.

Si bien la mayoría de las urbanizaciones cerradas en Argentina está destinada a familias con hijos, los ‘condominios’ y los ‘countries verticales’ cuentan también con un importante número de residentes solteros o de parejas sin hijos, dando cuenta de los cambios ocurridos en la composición de los hogares argentinos en las últimas décadas.

En cuanto a su ubicación, la mayoría de las urbanizaciones cerradas (con excepción de los ‘countries verticales’) se encuentra predominantemente en zonas suburbanas debido a que necesitan una gran extensión de tierra a precios accesibles para los desarrolladores y posteriormente para que sea un producto que aun siendo caro, se considere accesible para los grupos de ingresos medios y altos. A diferencia de lo ocurrido en Estados Unidos, en América Latina se produce una ‘suburbanización tardía’ de los sectores medios y medios-altos (Torres, 1998), ya que con anterioridad las zonas periféricas eran principalmente las zonas de residencia de los grupos sociales de menores recursos, a través de la autoconstrucción, el desarrollo de asentamientos informales y la construcción de proyectos de vivienda social. En este sentido, resulta interesante el planteo que hace Arizaga cuando se pregunta si este proceso de ‘suburbanización de las elites’17 podría entonces suponer que el suburbio “ha entrado a formar parte de ese ‘registro especial de consumo’ definido como ‘lujo’...”18.

También, en relación a la ubicación, es necesario considerar el impacto ambiental que estos emprendimientos urbanos tienen debido a que hacen uso de parcelas de tierra urbana de grandes dimensiones, por lo cual es frecuente que se cambie el uso del suelo transformando suelo agrícola o incluso áreas ambientalmente protegidas en áreas urbanas. Por ejemplo en el caso del Área Metropolitana de Mendoza, una de las zonas que ha tenido mayor desarrollo inmobiliario, es la zona de mejor calidad de la uva, con lo que se ha perjudicado a la industria vitivinícola ya que la actividad inmobiliaria resulta ser más rentable para los inversionistas. Además, las urbanizaciones cerradas sufren generalmente críticas por parte de los grupos ambientalistas por el uso ineficiente del recurso hídrico que se realiza, principalmente debido a la necesidad de riego de grandes extensiones de áreas verdes (que en algunos casos incluyen campos de golf) y al uso de agua potable en piscinas familiares de uso particular.

Respecto al nivel socio-económico de sus residentes, algunos autores señalan que las urbanizaciones cerradas están diseñadas para grupos medios y principalmente medio-altos y altos19, mientras otros autores mencionan la existencia de urbanizaciones cerradas para grupos de ingresos bajos20. No obstante, siguiendo la conceptualización aquí desarrollada, parecería difícil que los grupos de ingresos bajos se encontraran en condiciones para solventar el pago de una cuota de mantenimiento mensual o anual, por lo que en muchos casos podríamos hablar de la existencia de ‘pseudo urbanizaciones cerradas’, es decir, complejos residenciales que intentan imitar a las urbanizaciones cerradas, que cuentan con un perímetro cerrado y en algunos casos con un guardia de seguridad en la entrada, pero sus viviendas son de una calidad edilicia inferior, de tamaño más reducido, en terrenos más pequeños y con escasos o ningún servicio e infraestructura comunitaria debido a que sus residentes no pueden pagar una cuota de mantenimiento o la misma sólo alcanza para cubrir el pago de un guardia de seguridad. En estas ‘pseudo urbanizaciones cerradas’ tampoco existe en la práctica una asociación de residentes, ni un administrador y en general tampoco cuentan con un código de construcción o convivencia, y si lo hay, no se encuentra en vigencia. En estos casos, las empresas desarrolladoras tratan de ubicar sus productos en el mercado como una urbanización cerrada, aun cuando no cuenta con todas las características propias de este tipo de oferta inmobiliaria. Este es el caso de las Casas GEO21de México, que apuntan a grupos medios y medio-bajos. Así Esperanza, quien vive en una urbanización cerrada de Querétaro, México, comentó: “...la realidad es que muchas veces para estar en el fraccionamiento [urbanización cerrada] tienes que partir pues de un nivel medio, porque pues no es asequible a todo mundo, que eso es parte del problema...”.

Finalmente, es importante mencionar que sería posible hablar de la homogeneidad que tienen los residentes de urbanizaciones como grupo social. Es decir, si bien existen diferencias en cuanto a edades, niveles culturales y educativos, valores, religiones, etc., parecería posible considerar a los residentes de urbanizaciones cerradas como un grupo homogéneo si se lo compara con la estructura social en su conjunto. ¿Cuáles son sus intereses, motivaciones y actividades? y ¿cómo usan la ciudad? son algunas de estas características que los hacen homogéneos y que son discutidas posteriormente en este artículo.

Para resumir, podemos decir que las características predominantes de las urbanizaciones cerradas son:

 

Urbanizaciones cerradas en América Latina

El desarrollo de urbanizaciones cerradas en América Latina ha estado ligado a diversos factores. En los ‘50s y ‘60s, las urbanizaciones cerradas construidas en Buenos Aires (Argentina) se relacionaban con la necesidad de pertenencia, exclusividad y obtención de estatus social por parte de ciertos grupos sociales. Como veremos más adelante, esta última sigue siendo una de las razones más importantes que justifican la multiplicación de este tipo de hábitat residencial. La búsqueda de seguridad y protección para ciertos grupos fue también una razón que justificó su desarrollo, como es el caso de la ‘colonia de los militares’ (Colonia General Arce) en El Salvador que buscaba proteger a sus residentes de la guerrilla22 o la construcción de complejos residenciales aislados autosuficientes para trabajadores de alto rango de empresas petroleras en Venezuela23.

En Lima (Perú) las urbanizaciones cerradas aparecieron como una estrategia de seguridad contra el terrorismo y la violencia24, mientras en Brasil fueron una respuesta a la creciente inseguridad urbana y al aumento de la criminalidad en las calles25. De la misma manera, la inseguridad urbana fue uno de los factores que impulsó la multiplicación de las urbanizaciones cerradas en Colombia, sumado a la construcción o mejoramiento de autopistas urbanas, el aumento del transporte privado y el hábil manejo de los promotores urbanos para posicionar muy bien a este tipo de vivienda en el mercado26. En Argentina, mientras la aparición de la primera urbanización en los ‘30s estuvo relacionada con la práctica de ciertos deportes elitistas y la vida al aire libre, durante los ‘90s y 2000s su desarrollo está ligado al aumento de la inseguridad urbana27. Sin embargo, el presente trabajo trata de ir más allá de estas razones comúnmente argumentadas y plantea que el desarrollo de las urbanizaciones cerradas y el proceso de la elección residencial en particular deben ser vistos como elementos que ayudan a marcar la distinción social.

No hay en América Latina cifras oficiales sobre el número de urbanizaciones cerradas habitadas o en desarrollo que existe en cada ciudad, principalmente porque en la mayoría de los casos, este tipo de hábitat residencial no es considerado como un tipo especial y registrado como tal. Asimismo, el tipo de vivienda (si está dentro de una urbanización cerrada o no) no está tampoco contemplada como una opción en la mayoría de los censos nacionales. Debido a esto, los datos sobre urbanizaciones cerradas que se tienen provienen de la combinación de datos de los gobiernos locales (principalmente de catastro) y de la información recolectada por investigadores a través de su trabajo de campo. Por ejemplo, en el caso de México, ya había 20 urbanizaciones cerradas en Guadalajara antes de 199428, unos 12 casos en Toluca y una situación similar en Puebla29. A partir del año 2000 se han multiplicado en muchas ciudades mexicanas, apareciendo como ‘la única opción residencial’ en algunas ciudades fronterizas del norte mexicano donde hay ya más de un centenar de urbanizaciones cerradas. En el caso de Tijuana, estos desarrollos inmobiliarios están relacionados con exclusividad social, al encontrarse ubicados en las zonas montañosas periféricas con difícil (y por lo tanto más exclusivo) acceso desde el centro de la ciudad30. La Ciudad de México, sobre todo en la zona de Santa Fe, también ha experimentado un gran crecimiento de este tipo de vivienda.

El Salvador cuenta con varias urbanizaciones cerradas31, al igual que Colombia32 y Ecuador. En el caso de la capital ecuatoriana, Borsdorf33 menciona que ya en 2002 había 27 urbanizaciones cerradas en Quito. En Montevideo (Uruguay) había ya 10 urbanizaciones cerradas en 200334.

En el caso de Chile, según la literatura, este tipo de residencia también ha tenido muy buena aceptación dentro de ciertos grupos sociales en las ultimas dos décadas. Ya en el año 2000 había en Santiago más de 700 urbanizaciones cerradas35 y casi unas 300 en el Área Metropolitana de Valparaíso en 200736. En todo caso, estas cifras deben tomarse con precaución, ya que como se explicó anteriormente, debido a la existencia de múltiples definiciones de lo que se entiende como urbanización cerrada, muchos de los casos chilenos serían considerados simplemente como edificios en propiedad horizontal en otros países latinoamericanos, mientras que otros serían considerados como bloques de vivienda social y no urbanizaciones cerradas per se.

Brasil y Argentina son los países donde este fenómeno se encuentra más extendido. Es difícil estimar el número de urbanizaciones cerradas en las ciudades grandes e intermedias de Brasil; sin embargo, la gran cantidad de trabajos de investigación sobre este tema, que toman como objeto de estudio estas ciudades, sería un indicador de la relevancia que han adquirido en el paisaje urbano37. Para el caso de Argentina, si bien no hay tampoco datos precisos, es posible estimar que solamente en el Área Metropolitana de Buenos Aires hay por lo menos 500 urbanizaciones cerradas, mientras que en las ciudades intermedias de Rosario, Córdoba y Mendoza también hay un considerable número de este tipo de hábitat residencial.

 

Factores que influyen en la decisión de localización residencial

Según la literatura, las principales razones por las que la gente elige vivir en una urbanización cerrada son:

a) Globalización económica, aumento de inversiones extranjeras directas y aumento de las desigualdades sociales urbanas38.

b) Retiro del Estado de la provisión de servicios sociales básicos (en este caso, principalmente seguridad) y aumento de la inseguridad urbana y la provisión de seguridad privada39.

c) Aumento de la sensación de inseguridad40.

d) Búsqueda de un mejor estilo de vida (mayor contacto con la naturaleza y alejada del caos de la ciudad)41.

e) Búsqueda de mejores servicios y preferencias económicas relacionadas con los precios de la tierra y estabilidad en los precios de los inmuebles42.

f) Búsqueda de sentido de comunidad43.

g) Búsqueda de homogeneidad social44.

h) Búsqueda de mayor estatus y distinción social dentro de determinados grupos sociales45.

Sin embargo, cuando los residentes de urbanizaciones cerradas son consultados sobre las motivaciones que los llevaron a vivir en ellas, no todas estas razones citadas por la literatura son mencionadas, mostrando la brecha que existe entre la justificación explícita que se da sobre este proceso de vivir en ‘lugares enrejados’ y las razones más profundas que se relacionan con la necesidad de pertenecer y de lograr distinción social.

La primera razón esgrimida al hablar de urbanizaciones cerradas con sus residentes es la inseguridad. Esta justificación aparece no solamente como la más difundida entre los residentes (sin importar si estos han sido o no víctimas de delitos o crímenes) sino como la razón más aceptada socialmente. Y esta razón se da no solamente en ciudades con altas tasas de delincuencia y marginalidad, sino también en ciudades consideradas seguras.

Alfonso46 (residente en una urbanización cerrada de Mendoza, Argentina) explicó: “...trabajamos los dos [él y su esposa] con mucha carga horaria, estoy mucho tiempo fuera de la casa y los chicos se quedan mucho rato solos, hay una señora que hasta el mediodía está, pero después hasta las seis de la tarde que viene Mari [su esposa], yo llego a las ocho, todos ese tiempo estaban solos los chicos... y bueno, buscamos algo seguro porque ya teníamos antecedentes de robo... al del medio [su hijo] le robaron la bicicleta y lo golpearon donde vivíamos antes...”.

Por su parte, Juana, quien vive en una urbanización cerrada de Querétaro, México, manifestó que si bien ellos eligieron ese lugar para vivir ahí hace 15 años por su ubicación cercana a comercios y con buenas vías de acceso, la seguridad es ahora un elemento muy importante: “aquí conozco tres familias que han venido a vivir a este fraccionamiento, a esta colonia, por secuestros en otras ciudades”.

Estefanía (residente de una urbanización cerrada de Querétaro, México) detalló su situación personal: “nosotros tenemos la gran desventaja de que Jorge es hijo único... no podía salir a jugar a la calle porque era un lugar abierto, era una calle con mucha pendiente y de repente se nos complicaba mucho la cuestión de la seguridad con él, la educación de los niños [del barrio] también era distinta, a lo mejor eran niños que ellos sí pasaban mucho tiempo en la calle, entonces no nos agradaba como el medio para Jorge, entonces decidimos vender esa casa y empezamos a buscar por esta zona que es la que nos es más cómoda por distancias”. De esta forma vemos que si bien la seguridad aparece fuertemente en los discursos de los residentes, otros elementos también son tomados en cuenta, tal como menciona Estefanía, ya que el nivel educativo de los otros niños del barrio y el análisis del tipo de socialización que sus padres querían para Jorge fueron algunas de sus motivaciones para cambiar de lugar de residencia.

Por otra parte, en el caso de las urbanizaciones cerradas de México, en muchos casos sus residentes son personas originarias de la Ciudad de México, que deciden localizarse en otras ciudades intermedias de los alrededores (como es el caso de Querétaro) por cuestiones de seguridad y llevan con ellos el modelo de ‘vivir en una urbanización cerrada’ (o ‘vivir en un fraccionamiento’, tal como son conocidos en México), aun cuando se localizan en ciudades consideradas ‘seguras’ y justamente elegidas por este motivo. Así, una entrevistada explicaba: “...me vine de México, pues porque México ya sabes, el caos, entonces vine buscando [urbanizaciones cerradas] en Querétaro y Querétaro se me hizo un lugar muy bonito, muy tranquilo y buscando encontré EC47 y fue lo que más me gustó” (Paulina, residente en una urbanización cerrada de Querétaro, México).

Aun en los casos en que la seguridad no fue el elemento determinante en la decisión de vivir en una urbanización cerrada, ésta siempre aparece mencionada por los residentes como una de las ventajas de este tipo residencial: “...las ventajas son tener espacio abierto; yo creo que también la seguridad, la extensión de terreno, las áreas verdes desde luego que son importantes, nosotros les sacamos mucho provecho con los niños” (Andrés, residente en una urbanización cerrada de Querétaro, México).

José (residente de una urbanización cerrada de Mendoza, Argentina) comentó cuáles fueron las razones involucradas en la selección de su lugar de residencia: “en primer lugar buscar un espacio que guardara las características de, no solamente de seguridad, si bien la seguridad es importante, te diría que lo que primó... fue tratar de buscar un espacio urbanístico que permitiera que uno pueda desarrollarse con las características con la cual [sic] crecimos nosotros, digamos, la idea de barrio, con espacios abiertos, con el patio típico, este... con la reunión de vecinos, digamos, poder disfrutar de esos espacios que, que es muy difícil conseguirlos hoy... y después bueno, la seguridad, obviamente y bueno, también en tercer lugar te diría una cuestión de inversión”. Aquí aparece no solamente la idea de la seguridad como factor explicativo, sino la necesidad de recuperar al barrio como un espacio de socialización y por otra parte, la idea de la vivienda como una inversión, es decir, como uno de los bienes privados más importantes y valiosos que puede tener un individuo o grupo familiar.

En relación a la socialización, las ideas de pertenencia y de homogeneidad social también aparecen mencionadas por los residentes. En el caso de la homogeneidad social, Samuel (residente de una urbanización cerrada de Mendoza, Argentina) dijo: “...para algunos pienso que lo buscan, como algunos buscan determinadas escuelas para sus hijos, no porque sean mejor escuela, sino porque tiene un nivel social determinado, no es mi caso, pero sé de muchos que lo piensan así...” . Clara, quien vive en una prestigiosa urbanización cerrada de Mendoza, se refirió a los motivos para vivir ahí: “lo que yo escucho, pero que no es mi caso, [es] que es más seguro y después pertenecer a ciertos grupos, identificarse... Mirá, me pasa algo sintomático: Yo puedo decir que vivo o en Godoy Cruz48 o en P., Si digo en Godoy Cruz, soy una chanta y si digo en P. soy la distinta, incluso cuando vos lo decís en determinados grupos, yo en eso tengo mucho cuidado porque sé que da mucho impacto, es como que, es una persona rica y rica igual feliz, igual sin problemas, y eso también desata un poco de envidia, y eso que te ven distinta”.

Aparece así (consciente o inconscientemente, asumida como propia o asociada a los demás pero no a uno/a mismo/a) la idea de distinción, de verse o mostrarse distinto o distinta. Caldeira49 explica que la construcción de símbolos de estatus es un proceso que permite elaborar las diferencias sociales y crear los mecanismos que permiten reforzar la distancia social y la desigualdad. Así los muros perimetrales de las urbanizaciones cerradas y sus dispositivos de seguridad son el primer elemento para remarcar la distancia social.

Esperanza (residente de la que es considerada por algunas personas ‘la mejor urbanización cerrada de Querétaro’) comentó: “Mucha gente vive aquí porque le encanta decir vivo en EC, o sea que me vean el coche, que tenemos un vecino con el Rolls-Royce, el coche de no sé cuánto, el coche de no sé qué, ahí está el terreno pa’ [sic] que jueguen sus hijos a un lado y los seis guaruras50 afuera y es como ‘que me vean’. Dices ‘oye, pues aguas’, o si llega un Ferrari. Siento que estos tiempos son tiempos de crear conciencia porque me parece que detrás de esas actitudes estamos siendo muy agresivos con el entorno, pero hay gente que le gusta eso: ‘yo soy fulano y vivo aquí y hago esto’...”. Así, Víctor, residente de una urbanización cerrada de Mendoza, dijo: ‘Yo no me mudé a P. por estatus social...”, pero posteriormente, durante la misma entrevista, manifestó: “Vivir en P. es un signo de mi éxito profesional como abogado”.

En este sentido, el lugar de residencia muestra el éxito profesional y por lo tanto aun en condiciones de crisis (pérdida del empleo, por ejemplo), muchas de estas familias realmente deben luchar para seguir perteneciendo a ese grupo. Soledad (residente de una urbanización cerrada de Mendoza) relató su experiencia como no-mendocina: “...lo que pasa [es] que la apariencia acá en Mendoza es fundamental... yo veo gente que quizás está en otra situación, vos viste que tienen, aparentan como que tienen más que cualquiera... pero no... Acá me di cuenta que mucha gente no tiene [tanto dinero], no paga las expensas... pero vive en P., tiene la 4x4 y va a colegios privados, pero no paga ni el colegio y vive como un duque”.

Es interesante también el papel que juega el consumo y la necesidad de mostrar poder económico a través del consumo de bienes y servicios. Tal como explica Bourdin, en la sociedad actual, el consumo se ha transformado en “un valor en sí mismo”, “una visión del mundo ampliamente compartida”51. Según este autor, los individuos estamos obligados a “tomar posición”, es decir, a definir nuestro lugar en una configuración social y esto es, en parte, realizado mediante el consumo. Juana (de Querétaro, México) comentó al respecto: “...el vivir en un fraccionamiento, o sea, yo vivo acá y este ehhh... no estoy de acuerdo en muchas cosas, por ejemplo..., al vivir en privado los carros, el tener una, dos muchachas, dos chicas que te ayuden [con la limpieza], ese no es mi caso, pero... la mayoría de un fraccionamiento tiene chofer, la comodidad de tener otros servicios que a la puerta de tu casa te traigan... no sé, el agua, no sé, si tener chofer, tener más, si, si a veces te encierra en muchas comodidades”.

Antonieta vivía en una urbanización cerrada de Mendoza, pero debido a ‘problemas económicos’, después de construir la casa y vivir en ella durante dos años y medio, se vieron obligados a vender su casa y mudarse a un barrio de un nivel socio-económico más bajo ubicado en una zona antigua de la ciudad. Ella describió la situación: “en ese momento [cuando compraron el lote] realmente estábamos en buena... no en buena posición, pero teníamos un buen pasar, teníamos buen trabajo... [compramos el lote]... Y después, vendimos nuestra casa, alquilamos, y en dos años ya estábamos viviendo [ahí]... por supuesto que nos fuimos sin terminar [la construcción de la casa]... La hemos disfrutado [la casa]... Pero después, lo que pasa es que a medida que la situación nos fue ‘apretando’, tuvimos que... mi hijo, que tenía... alquilaba un departamento, también se vino a vivir a mi casa de P.”. Posteriormente, en la entrevista Antonieta agregó: “cuando me fui a vivir allá [la urbanización cerrada], toqué el cielo con las manos...”. La narrativa de esta mujer refleja las estrategias familiares para lograr la casa tan deseada y la lucha por ‘resistir la caída’.

Arizaga52, en su análisis de urbanizaciones cerradas de Buenos Aires (Argentina), comenta la necesidad de muchos residentes de construir un grupo de pertenencia y así utilizar la residencia como el elemento de distinción y pertenencia. En este sentido, Svampa53 argumenta que la segregación espacial mediante el encierro en urbanizaciones cerradas es una de las estrategias desarrolladas por los ‘ganadores’ del sistema, es decir, por aquellos que han sabido adaptarse a las nuevas condiciones económicas y laborales. El ejemplo de Antonieta muestra una situación de imposibilidad de mantener ese ‘nivel’, que ella misma en cierta forma reconoce: “...nosotros éramos de los de la clase media que con sacrificio pudimos hacernos lo que nos hicimos, ¿no es cierto? Pero, por supuesto, yo sé que hay gente que tiene mucho dinero, como hay gente que no lo tiene...”.

La idea del éxito profesional y la distinción también aparece fuertemente marcada por las estrategias de marketing de las empresas desarrolladoras que ofrecen viviendas en urbanizaciones cerradas bajo los siguientes mensajes: ‘Residencial del Parque, casas para futuros triunfadores’, ‘El Campanario: la vida te sonríe’, ‘Imagínese... La vida desde una perspectiva diferente... Imagínese... viviendo inmerso en la naturaleza... abriendo su ventana y deleitándose con ese verde que siempre quiso tener sentado en su jardín contemplando las montañas54. Todos estos mensajes reflejan algunas de las razones por las que las urbanizaciones cerradas son buscadas como una opción residencial, tal como se mencionó al inicio de esta sección.

Habiendo analizado cuáles son las razones que llevan a ciertas personas a elegir vivir en urbanizaciones cerradas, es necesario analizar las características propias de sus residentes que los identificarían como un grupo social determinado y en este sentido cuáles son sus actividades, intereses y valores y cuál es la concepción de ciudad que tienen.

 

¿Quiénes son los residentes de urbanizaciones cerradas?

Si bien las urbanizaciones cerradas tienen características locales en cuanto a que responden a las necesidades de la población local, a sus intereses y gustos, también son parte de una tendencia global que es impulsada por los desarrolladores urbanos a través de campañas de marketing, tal como se explicó en la sección anterior. En muchos casos un mismo diseño urbano es replicado en diferentes países, con una gran predominancia de modelos llevados a América Latina desde Estados Unidos, que no sólo incluyen el mismo diseño y paisajismo, sino que utilizan hasta los mismos nombres.

Asimismo, los residentes de urbanizaciones cerradas son gente ‘global’, es decir, están vinculados con otros países por cuestiones laborales (trabajan en empresas multinacionales) o personales (han vivido en otros países), han viajado y viajan regularmente al extranjero, tienen amistades y familiares que viven en el extranjero e incluso adoptan costumbres extranjeras y consumen productos extranjeros. Podría aplicarse el concepto de ‘clases altas transnacionales’55, que hace referencia a un grupo que es autónomo espacialmente, es decir, no está atado a una localización espacial y puede moverse de país a país fácilmente debido a sus capacidades profesionales o el tipo de trabajo que realiza, aún cuando pueda preferir la permanencia en un lugar (país o ciudad) geográfico determinado. En general estos grupos, según Weiss, cuentan con más de una nacionalidad, lo que facilita su movilidad a nivel global, o en el caso de poseer sólo una, se trata de una ciudadanía con buena reputación, aceptada por los gobiernos de otros países. En la mayoría de los casos, estas personas han sido educadas en lugares de prestigio nacional y/o internacional y se preocupan porque sus hijos sean educados con hábitos occidentales. Según Svampa56, los residentes de urbanizaciones cerradas trabajan mayoritariamente en el sector servicios y/u ocupan posiciones de jerarquía en los organigramas institucionales.

Resulta importante destacar que si bien pueden existir diferencias al interior del grupo aquí llamado ‘residentes de urbanizaciones cerradas’ en cuanto a intereses, valores, nivel educativo, edad, composición familiar y poder adquisitivo, se lo puede catalogar un grupo relativamente homogéneo cuando es considerado en relación a la estructura social en su totalidad57.

Por otra parte, es interesante el hecho de que si bien el alto ‘poder adquisitivo’ sería uno de los elementos más característicos de este grupo, en general cuando sus miembros son consultados respecto a las características de este grupo, este elemento es dejado de lado (o en el caso de ser mencionado, se lo minimiza, por ejemplo se habla de ‘medios’ y no ‘altos’ ingresos) y se citan otros elementos como la estructura familiar o el lugar de procedencia. Estefanía (residente de una urbanización cerrada de Querétaro, México) se explaya sobre sus vecinos: “...casi todos son matrimonios jóvenes... ¿qué será? el 70% yo creo. Son matrimonios jóvenes entre 25 y 45 años, yo creo... la gran mayoría es entre esa edad; los demás son matrimonios ya grandes, ya de edad madura; ...el nivel socioeconómico, igual te digo, todo es medio...”. Marianela (de Mendoza) dice que sus vecinos son “principalmente profesionales, jóvenes profesionales en particular, con niños chicos”. Por su parte, Juana (quien vive en Querétaro) explicó: “...es gente tranquila... que buscan [sic] mucho esto porque vienen con niños que están libres, corren, andan en bicicleta... gente bien, o sea, bien en el aspecto de, muchos de poder adquisitivo y gente educada”. Esteban, quien vive en una urbanización cerrada de Mendoza, expresó: “hay muchas familias que se están formando, muchos chicos y el resto, familias, matrimonios grandes que se han venido acá por la seguridad, que quieren bueno, quieren estar acá por el resto de su vida, gente amable, atenta, en lo que me ha tocado a mí, no he tenido ningún problema con los vecinos”.

Guillermo (residente en una urbanización cerrada de Querétaro) menciona el tema de la procedencia de los residentes como un elemento importante en la elección de este tipo de hábitat residencial: “ ...la gente creo que le gusta el condominio porque viene de fuera y mucha de esa gente de fuera es del D.F. [Distrito Federal o Ciudad de México] o lugares que hay más crimen, entonces quieren llegar a un lugar pues que esté bardeado y tenga su seguridad, por ejemplo ya ahorita, otro ejemplo es del norte que ahí está grueso [difícil] ahorita; hay muchos balazos y gente muerta por lo del narco, que fue ahorita en diciembre [2010], se empezaron a ver muchísimas placas del norte que se vinieron a vivir pa’ [sic] acá”.

Sin embargo, algunas personas sí reconocen y hacen referencia al nivel socio-económico alto de la población de las urbanizaciones cerradas. Así, Andrés (residente en Querétaro, México) comentaba sobre la población del lugar donde vive: “...es heterogéneo aunque con algunos puntos comunes que digamos, que serían digamos conductores básicos, familias o individuos de una clase económica de nivel alto, por el tipo de gastos, por el mantenimiento, por lo que implica vivir ahí, con el tipo de ingresos altos y en general son familias de nivel, de un nivel digamos alto aunque pues bueno, básicamente con vida común, que es el juego, el participar en el club, el golf, todo ese tema, yo así te lo pondría, para decir ‘oye, es que hay gente que bueno, hay extranjeros’, hay, pues sí, ¿hay un poco de todo, no? Gente que no necesariamente participa en la comunidad de la iglesia que está fuera, que no tiene nada que ver o que ni siquiera tiene sus hijos en el colegio de afuera...”. Esta descripción de Andrés pone en evidencia la existencia de cierta heterogeneidad en cuanto a actividades diferentes o procedencias diferentes, pero que si se lo considera en función de ‘conductores básicos’ (como le llama Andrés), tiene muchos rasgos comunes que los hacen más homogéneos.

En cuanto a las prácticas cotidianas que realizan los residentes de urbanizaciones cerradas, el análisis muestra que existen escasas o nulas posibilidades de interacción social con ‘gente diferente’. En el caso de los adultos, sólo aquellos pocos que participan en organizaciones públicas (como asociaciones de mujeres que se dedican a beneficencia) o que realizan actividades sociales o de adoctrinamiento religioso a través de la iglesia católica tienen la posibilidad de interactuar con personas de nivel socioeconómico diferente o intereses diferentes, a excepción del personal de servicio que trabaja en sus viviendas o en la propia urbanización cerrada como personal de seguridad o mantenimiento.

Por otra parte, en el caso de Argentina, con el empobrecimiento de la calidad educativa y la escasez de recursos humanos y financieros en la escuela pública, la educación privada ha crecido exponencialmente. Muchos padres que asistieron a escuelas y universidades públicas y vieron las ventajas de un sistema educativo que facilitaba la integración social, han optado porque sus hijos sean educados en el sistema privado, privilegiando la calidad educativa por sobre la posibilidad de ampliar los horizontes de contacto social. En el caso de los residentes mexicanos, la brecha social ha sido históricamente más importante y más drástica, por lo cual la educación privada es uno más de los elementos que marcan la distinción social. Según del Cueto58 quien analiza las prácticas educativas de las niñas y niños que habitan en urbanizaciones cerradas de Buenos Aires (Argentina), la escuela y el barrio eran anteriormente los lugares donde era posible la ‘mezcla’ de los diferentes grupos sociales y donde los modelos de socialización se basaban en la integración a partir de la diversidad. Según esta autora, ahora la dinámica es la opuesta y la distancia social entre grupos sociales diferentes es mayor, mientras que los círculos sociales son más homogéneos.

Todos los niños y niñas de las familias entrevistadas residentes en urbanizaciones cerradas de Argentina y México asisten a escuelas privadas, laicas o religiosas. En su mayoría se privilegia la doble jornada escolar y el aprendizaje de idiomas, que van a ser herramientas indispensables para el futuro profesional de estos niños y niñas.

Algunos padres (aun cuando no son la mayoría, y es claramente más evidente que esto sucede más en Argentina que en México, donde los resabios de las ventajas de una ‘sociedad integrada’ y diversas estrategias de integración social e impulso de la diversidad son aún fuertes entre algunos adultos) manifestaron preocupación sobre la falta de contacto social de sus hijas e hijos con otros grupos sociales. En algunos casos, las escuelas hacen tareas de ‘labor social’, tal como explica Juana: “...la mayoría de las escuelas en Querétaro hacen labor social, entonces por ejemplo a mis hijos les ha tocado ir a orfanatorios de niños maltratados... y con los viejitos, y les hacen hacer bufandas o comprar ellos de su dinero, comprar ropa interior, pañales para ir a verlos, por ejemplo mis hijos... de la escuela que iban... ir a barrios muy humildes y compartir, en vez de pasar en la escuela, hacer lo de la posada, llevar cada quien pero ir a compartir con ellos, sí, eso trabajan mucho, sobre todo las escuelas sí, sí se trabaja en eso”. Pero estas oportunidades de socialización con ‘el otro’ son muy escasas, quizás solamente una vez al año.

Cuando se analiza cómo se mueven los habitantes de urbanizaciones cerradas en la ciudad, aparecen tres elementos importantes: en general no van al centro de la ciudad, nunca usan transporte público y consideran la ciudad con una finalidad puramente utilitaria.

La mayoría de los residentes de urbanizaciones cerradas se mueve por diferentes zonas de la ciudad para realizar sus actividades cotidianas, sin embargo tratan de evitar el centro, con excepción de la realización de actividades recreativas (por ejemplo, reunirse con amigos, cenas, ir a bailar). Argumentan que hay mucho tránsito o hay mucha gente y prefieren utilizar otras zonas en lo posible (por ejemplo, otras zonas de comercio). No obstante, es importante notar que hay excepciones, por ejemplo, en el caso de la ciudad de Querétaro, donde el centro histórico es aún considerado un lugar para ‘ir a pasear’ o caminar un domingo, actividad que es realizada por diversos grupos sociales.

Sobre el uso del centro, Guillermo admitió: “vamos poco, o sea, si hay algo ahora en noviembre fue el día de muertos y a ver altares y llevamos a las niñas, si hay algo específico para las niñas que les pueda gustar, vamos, pero así de ‘vamos al centro’, si viene alguien a visitar, pero no, tratamos de evadirlo [por el]... tráfico, mucho tráfico, todo el día hay tráfico, estacionarse es una bronca...”. Por su parte, Esperanza, quien al igual que Guillermo vive en una urbanización cerrada de Querétaro, señaló que ocasionalmente va al centro histórico: “cuando vienen visitas siempre vamos al centro de Querétaro... A caminar, a comer... si es gente que no conoce mucho de Querétaro, yo disfruto mucho enseñándoselos”.

Varios entrevistados residentes en urbanizaciones cerradas de Mendoza (Argentina) vivían en el centro de la ciudad antes de mudarse al lugar donde viven actualmente. Desde que se fueron del centro, tratan de evitarlo. Carina comentó: “... [Nuestro departamento] estaba en el centro. Entonces [yo] salía con los chicos a tomar algo, bajaba a la peatonal y ahora los chicos se han desacostumbrado al centro, se han desacostumbrado a andar por la calle... Y yo veo a la más grande que anda por la calle un poco temerosa porque se desacostumbró a caminar por la calle San Martín59, que para nosotros era lo más común... Y ahora todo eso le parece extraño y eso me parece una contra espantosa de estos barrios [las urbanizaciones cerradas]: la desadaptación de los niños a lo que es la vida común de la calle que hemos vivido todos”. Por su parte, Camila dice: “...antes iba más al centro, pero porque vivía en el centro, ahora rara vez voy al centro, va mi marido a veces al centro... no necesito nada de allá... me siento siempre insegura, me molesta el tráfico, me molestan los limpiavidrios, me molesta, no me causa gracia ir al centro, para nada...”.

Los residentes de urbanizaciones cerradas de Argentina y México entrevistados no utilizan transporte público para realizar sus actividades cotidianas. En el caso de los niños y niñas, sus padres los llevan diariamente en automóvil al colegio. Los adolescentes y jóvenes que aún no tienen licencia de conducir también utilizan a sus padres como choferes, y en algunos casos, también tienen choferes que trabajan para sus familias. Los jóvenes en edad de conducir tienen, en su mayoría y sobre todo en el caso mexicano, un automóvil a su disposición para movilizarse por la ciudad, incluso algunos manifestaron que nunca han utilizado un autobús. Esto también fue mencionado por Rojas60 en su investigación sobre adolescentes que viven en urbanizaciones cerradas del Área Metropolitana de Buenos Aires (Argentina), quien ilustraba esta situación con el caso de una chica de 18 años que nunca había utilizado el transporte público. Juana (quien vive en Querétaro) explicó: “...hacemos ronda con una mamá y la mayoría, la mayoría de nenas de la edad de Estefi de 17 años, te hablo de lo que me toca vivir, tiene auto desde los 16, 17 años, o sea, sobre todo la gente que vive acá, por ejemplo compañeras de Estefi la mayoría tiene auto y chicos también... Van a la escuela [en auto], van, vienen, al cine, adonde sea en auto y la mayoría de gente acá, por ejemplo una familia de cinco personas tiene cuatro carros, cuatro autos”.

Todos los adultos utilizan el automóvil como medio de transporte. El único transporte público que ocasionalmente algún residente usa es el servicio de radio-taxis, con la excepción de algunas mujeres que no conducen y por lo tanto utilizan este servicio de forma permanente.

Cuando se los consulta por los motivos por los cuales no utilizan transporte público, sus respuestas pueden dividirse en dos grandes grupos: los que dicen que el transporte público es ineficiente e inseguro y aquellos que dicen que se han sentido incómodos porque hay gente ‘diferente’. En relación al primer grupo, Carla (residente en una urbanización cerrada de Mendoza, Argentina) detalló su rutina: “Llevo a los chicos a la escuela en auto todos los días. La escuela es en el centro [de la ciudad]. ¡Manejo 120 kilómetros todos los días! Prefiero esto porque así estoy más tranquila. Los podrían secuestrar [a los chicos] si los mandara a la escuela en micro [autobús]”. Asimismo, Inés (quien vive en la misma urbanización cerrada que Carla) describió los inconvenientes del uso del transporte público: “suponete si vos te querés venir en ómnibus no es lo más cómodo, tenés por lo menos desde mi casa que es cerca, 6 cuadras o más; si vivís un poco más allá tenés seguro 10 ó 20 cuadras para tomarte un ómnibus, te vas a demorar bastante para ir a cualquier lado... no sé si le resulta a todo el mundo”.

Juana (quien es argentina pero ha vivido en México por más de 20 años y por lo tanto comparaba el sistema de transporte público en ambos países) relató: ‘el transporte público es lento, van amontonados, todos pegados y este, si la mayoría tiene auto, la mayoría, la gente acá no camina mucho y sí es totalmente diferente [a Argentina], totalmente, y es inseguro... está muy marcada la clase social, o sea, a mí no me importa, yo cuando llegué a vivir acá tomé [el autobús] 6 años, pero te ven diferente, la misma gente humilde te ve diferente, como diciendo ‘esta ¿qué hace acá?’, ahora por ahí no se nota tanto, tanto, pero sí está dividida, acá [en el barrio] hay gente que jamás ha tomado, por ahí taxi, taxi sí, pero si la misma gente de acá adentro agarra el auto para ir al club [club-house dentro de la misma urbanización cerrada]”.

Esperanza, quien es española y ha vivido en México más de 35 años, compartió su experiencia con el uso del transporte público: “tuve episodios muy desagradables... En México, claro, te estoy hablando de hace 36 años, tuve episodios como muy desagradables, muy incómodos y fui entendiendo... O sea, de ir embarazada en el camión [autobús] y decirte el señor de al lado ‘qué bonita pancita, yo las hago muy bonitas también’... o el que te da un pellizco en la pompa, o el que te echa un piropo pero no es un piropo, es muy grosero, o el que te roza el busto... yo me negaba a manejar, no quería manejar pero entendí que es parte del sistema, a mis hijos les enseñé a usar el transporte público en México; de hecho, el hijo que está soltero y que vive en el D.F. no tiene coche, él no quiere coche y usa transporte público, camión, metro, pecero [tipo de autobús], taxi, camina, pero no quiere coche...”.

Tal como explican Juana y Esperanza, en México el uso del transporte público está claramente marcado por la clase social, mientras que en Argentina tal vez debido a que el servicio es de mejor calidad, éste no sólo es utilizado por aquellas personas que no poseen automóvil, sino también por grupos sociales medios que tratan de evitar el tránsito en el centro de la ciudad y los altos costos de estacionamiento y de los combustibles. Los jóvenes y adolescentes argentinos que viven en urbanizaciones cerradas utilizan más el transporte público que las y los mexicanos, para quienes su desplazamiento en la ciudad es más difícil y se sienten atados a sus padres para movilizarse. Por eso utilizan ocasionalmente el transporte público. Fernando, quien vive en Mendoza, reconoce: “voy a todos lados en micro [autobús]... o camino”. Julieta (también de Mendoza) agrega: “Y a veces [voy en] colectivo [autobús], a veces me prestan el auto, a veces me pasan a buscar amigas del trabajo y me traen [de vuelta a mi casa]...”. Alfonso (otro residente mendocino) se explaya sobre la situación de sus tres hijos adolescentes: “...los llevamos nosotros a la escuela, los van a buscar los abuelos... nos rebuscamos los horarios pero, la mayor en algunas oportunidades si ha ido a visitar una amiga en colectivo [autobús]”.

Debido al cierre perimetral de las urbanizaciones cerradas, el transporte público no está autorizado a entrar dentro de ellas. Algunas urbanizaciones (pero muy pocas) cuentan con un servicio de transporte privado que traslada a residentes y empleados dentro del mismo barrio o hasta la entrada principal y en casos excepcionales, algunas urbanizaciones poseen un servicio privado que lleva a sus residentes desde el barrio hasta el centro de la ciudad. Samuel, residente de una urbanización cerrada de Mendoza y miembro de su comisión de vecinos, explicó: “por razones de seguridad sería impensable tener transporte público dentro del barrio. No podríamos controlar los micros [autobuses] que entran y salen y los pasajeros”.

El tercer elemento que aparece al analizar la vida cotidiana de los residentes de urbanizaciones cerradas es la forma en la que perciben la ciudad, la cual es vista desde una perspectiva utilitarista y no social. En la mayoría de los casos, la ciudad es –para los entrevistados- asociada a la satisfacción de necesidades básicas: vivienda, trabajo, salud, educación, esparcimiento y, en consecuencia, relacionada con la existencia de ciertos servicios y no como un espacio para promover la integración y diversidad social. En este sentido, Arizaga61 advierte sobre un “cambio cualitativo en cuanto al uso del espacio”, en donde se deja atrás “el paradigma de la ciudad como lugar de intercambio con múltiples ‘otros’, en tanto ‘ciudad abierta’, más cercana a un modelo europeo”.

A su vez, Svampa62 también habla de la crisis de un modelo de ciudad ‘abierta’ basado en el espacio público que garantizaba la integración social, la interdependencia y la interacción con la diferencia. Según esta autora, ahora se trata de un modelo de ‘ciudad cerrada’ siguiendo el modelo de Estados Unidos, donde se privilegia la ciudadanía privada. En este sentido, y siguiendo a Svampa, parecería que la ciudad deja de lado su función social y retiene solamente las funciones económicas y culturales, ya que continúa siendo el lugar donde se desarrollan mayoritariamente las actividades culturales (aunque a medida en que la periferia se especializa, también estas actividades van trasladándose fuera de las áreas centrales). Según Bourdin,63 se trata del paso de entender la ciudad como un orden social a partir de la organización espacial, a entenderla como un ‘sistema de ofertas’: ofertas de actividades profesionales, de empleos, de servicios, de productos, de relaciones y de sentidos.

Paulina, quien vive en una urbanización cerrada de Querétaro, opina: “Pues yo creo que.. para hacer una ciudad necesitas tener muchos servicios, muchos, pues servicios, porque tienes que tener restaurantes, tiendas, etcétera, etcétera, clubs, colonias [barrios], no es como en un lugar muy
chiquito que no tienes ese tipo de servicios... supers [supermercados]... la ciudad es un lugar para, pues más bien para divertirse, para tener conocimiento porque tienen más lugares de cultura, porque tienen, es que los espacios son diferentes, o sea, son más, podrás tener cines, teatros, escuelas mejores, universidades”. Bernardo, quien vive en otra urbanización cerrada de Querétaro, comentó: “la ciudad es un centro poblacional, que debe de contar con, o sea, está complementada con todo, tiene que tener lugares donde la gente trabaje, lugares donde la gente estudie, lugares donde la gente tenga recreación, que pueden ser parques, cines, teatros, auditorios, estadios, todo ese tipo de cosas..”. A su vez, Jerónimo (residente en otra urbanización de Querétaro) dijo que una ciudad debe contar “idealmente, pues con una infraestructura más moderna y más acorde con la gente que vive ahí, por ejemplo aquí el transporte público pues es muy, sobre todo el masivo es muy deficiente, las vialidades estaban muy bien, hasta hace, cuántos años, diez años, en que empezó a crecer más y el gobierno que entró no hizo vialidades nuevas, entonces se empezó a congestionar el tráfico, ya se están empezando a hacer esas vialidades...”.

Muy pocos entrevistados se refirieron al ‘aspecto social’ de las ciudades. Andrés fue uno de estos pocos: “Para mí, la ciudad es como un centro neurálgico, es un órgano vivo que por lo mismo pues te digo, me pelearía un poco en ese concepto de guetos, de apartheids, que los vuelven aislados, la ciudad tiene que ser, bueno no tiene que ser, sino la ciudad es un centro de convivencia, yo lo que creo un poco ahí, quizás dirás es un poco aspiracional, un poco ilógico, pero es que yo creo que lo que debe de ser es eso, un centro orgánico de convivencia, armónico, donde haya una cohesión social que permita satisfacer a todo el mundo sus necesidades”. Ante la pregunta de si esta situación se da en ciudades mexicanas, Andrés respondió: “Yo creo que sí se puede dar, quizás no lo sé si en Querétaro, pero sí debe de haber... por ejemplo, hay muchas ciudades en México e incluso en la misma Ciudad de México en donde conviven personas muy distintas, grupos muy disímiles en territorios muy cercanos, por ejemplo la colonia de Las Lomas, me quiero referir a la Ciudad de México, porque la Ciudad de México es una ciudad vibrante, monstruosa, pero al mismo tiempo con una vida monumental, o sea, la Ciudad de México es milagrosa a veces, yo creo cómo vive y tú ves que en la Ciudad de México hay colonias y barrios que conviven con otros que son social y económicamente muy distintos, pero sin embargo interactúan y eso hace a la Ciudad de México, por ejemplo, interesante, ahora con graves problemas, porque también pues el tema urbano, el transporte... el tema aquí en México es también de nivel sociocultural, o sea, el país está muy marcado en eso, tiene muchas diferencias, pero sin embargo, creo que se han dado ejemplos interesantes de grandes comunidades que conviven y finalmente van permeando, están al lado de otras comunidades, yo creo que a eso tendríamos que aspirar porque forma parte de, o sea, la ciudad debe aspirar a eso, es como grandes ciudades, por ejemplo, no sé, San Francisco, que supo involucrar a la comunidad hindú, a la comunidad china, a la comunidad latina, a la comunidad gay, o sea, son ciudades abiertas y que las hace increíblemente interesantes y por lo mismo son ciudades muy atractivas donde tú puedes encontrar donde vivir y todos conviven...yo creo que las ciudades si son integradas, si tienen un nivel de, o sea, si aspiran a integrar no a segregar, deben inspirar a ser eso, porque todos pueden convivir...”.

Este último largo comentario reivindica el papel de la ciudad como lugar de integración social y como lugar al que muchos, aún aquellos que habitan en urbanizaciones cerradas, aspiran. Así se podría referir a lo que Frug64 llama ‘construcción de comunidad’, no en el sentido de un grupo social que comparte características y valores comunes, sino usando el concepto de comunidad en relación al ‘tipo ideal de vida urbana’ que desarrolla Iris Young65. Este último concepto implica el desarrollo de relaciones sociales entre personas desconocidas que están juntas y que por consiguiente
comparten ciertos problemas e intereses comunes y no necesariamente desarrollan mutua identificación y reciprocidad.

Finalmente, es relevante mencionar que, tal como indica David Harvey66, la forma en que vivimos la ciudad cotidianamente influye en cómo nos situamos en el mundo, y cómo pensamos y actuamos políticamente dentro de él.

 

Conclusiones

El presente artículo ha puesto en evidencia el desarrollo de las urbanizaciones cerradas en América Latina, considerando cuáles son los elementos que caracterizan a este tipo de hábitat residencial destinado a grupos sociales medio-altos y altos y que lo hacen ser un elemento más de distinción social y de estatus para grupos e individuos. Su desarrollo plasma un modelo social que privilegia la homogeneidad social y el contacto sólo con iguales, en ámbitos social y espacialmente reducidos. Influidos por las campañas publicitarias de las empresas desarrolladoras de urbanizaciones cerradas ciertos individuos ven a este tipo residencial como un elemento más de consumo que permite posicionarse socialmente y permite explicitar su pertenencia a cierto grupo social. Asimismo, existe una ‘lucha por pertenecer’ en donde al igual que el tipo de escuela o universidad a la que se asiste, los amigos con que se cuenta, el lugar de residencia actúa como uno de los elementos más significativos para posicionar socialmente a una familia o individuo. Los residentes de urbanizaciones cerradas no sólo tienen características demográficas y/o sociales similares que los hacen un grupo social homogéneo en relación al conjunto de la sociedad, sino que tienen prácticas y valores similares como la no utilización del centro histórico ni del transporte público urbano, la asistencia a establecimientos educativos privados y la concepción utilitarista de la ciudad como una entidad importante en cuanto que provee de bienes y servicios a su población. La ciudad deja de lado su rol social y retiene sólo las funciones económicas.

El riesgo del desarrollo de urbanizaciones cerradas se relaciona con su no sustentabilidad en los ámbitos ambientales, urbanos y sociales, y con el tipo de contribución que las mismas pueden hacer a la ciudad en general67 y a la sociabilidad actual y futura al crear espacios de uso restringido que impiden la integración social con la diversidad. El abandono de ciertas prácticas sociales (como el uso del centro de la ciudad) o la no realización de otras prácticas urbanas (tales como el uso de transporte público) que son esperadas en ciudades socialmente sustentables por parte de ciertos grupos sociales, hace que los mismos pierdan interés en áreas de la ciudad o servicios que aun cuando deberían servir para satisfacer las necesidades de toda la sociedad, ya no lo hacen. Esto es debido a que aquellos que pueden satisfacer sus necesidades de otra forma, pueden acceder a servicios privados, y pueden desentenderse del estado del espacio urbano público y de la calidad de los servicios públicos, como es el caso del transporte, simplemente dejan de interesarse por ‘la cosa pública’. Esto incrementa la brecha social y los imaginarios de ‘rico igual a privado’ y ‘pobre igual a público’.

La sustentabilidad urbana, un mejor acceso a servicios y el mejoramiento de la calidad del espacio urbano son elementos que deben considerarse si se busca reducir la desigualdad social urbana en América Latina, tal como se manifestó al inicio de este artículo. La mejora macroeconómica es sólo un aspecto para reducir la brecha social, pero es necesario también que existan políticas urbanas que contemplen no sólo la mejora del transporte público y el mantenimiento de los espacios públicos urbanos para que exista un acceso más igualitario a la ciudad y a las ventajas que ofrece la vida en la ciudad, sino también la creación de eventos, actividades y ámbitos que favorezcan una vuelta a la idea de la ciudad como lugar de integración social con la diversidad.

 

Notas

1 El presente artículo da cuenta de los resultados de dos proyectos de investigación. El primero es el proyecto de investigación doctoral cuyos resultados pueden ser revisados más en profundidad en Roitman (2008) y el segundo es un proyecto postdoctoral dentro del grupo 'Entre Espacios' (Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad Libre de Berlín, 2010-2011).
3 Bárcena, Alicia, 2011.
4 Ibíd.
5 Ibíd.
6 Cepal, 2010.
7 Bárcena, Alicia, 2011.
8 Castells, Manuel, 2001.
9 Marcuse, Peter, 2003.
10 Ver Borsdorf, Axel, 2003.
11 Duhau, Emilio y Giglia, Ángela, 2008.
12 Marcuse, Peter, 2003.
13 Borja, Jordi, 2003.
14 Por ejemplo, el Tortugas Country Club se creó en los 30's y es la urbanización cerrada más antigua de Argentina.
15 Roitman, Sonia, 2004.
16 Para más detalles sobre la tipología de urbanizaciones cerradas en Argentina, ver Roitman, Sonia, 2008.
17 Torres, Horacio, 1998.
18 Arizaga, Cecilia, 2003: 14.
19 Caldeira, Teresa, 2000; Svampa, Maristella, 2001; Roitman, Sonia, 2008.
20 Blakely, Edward y Snyder, Mary Gail, 1997.
21 Para mayor información ver http://www.casasgeo.com/.
22 Baires, Sonia, 2003.
23 Bracho de Machado, Diana, Faría Larrazabali, Carmen y Paredes de López, María, 2007.
24 Plöger, Jörg, 2006.
25 Geraiges de Lemos, Amalia, Capuano Scariato, Francisco y Pérez Machado, Reinaldo, 2002.
26 Ortiz-Gómez, Andrés, 2001.
27 Roitman, Sonia, 2008.
28 Cabrales Barajas, Luis Felipe y Canosa Zamora, Elio, 2001.
29 Rodríguez Chumillas, Isabel y Mollá Ruiz-Gómez, Manuel, 2002.
30 Enríquez Acosta, Jesús A., 2007.
31 Lungo, Mario y Baires, Sonia, 2001.
32 Ortiz-Gómez, Andres, 2001.
33 Borsdorf, Axel, 2002.
34 Álvarez, María José, 2005.
35 Borsdorf, Axel e Hidalgo, Rodrigo, 2004
36 Borsdorf, Axel, Hidalgo, Rodrigo y Sánchez, Ricardo, 2207.
37 Caldeira, Teresa, 2000; de Lima Ramírez, J.C., y Ribeiro Soares, B., 2002; Geraiges de Lemos, Amalia; Capuano Scariato, Francisco y Pérez Machado, Reinaldo, 2002; Rodrigues Joares, Paulo R., 2002; Rodrigues, Silvia, 2006.
38 Sassen, Saskia, 1991; Svampa, Maristella, 2004.
39 Caldeira, Teresa, 2000; Arizaga, Cecilia, 2005.
40 Helsey, Robert W. y Strange, William C., 1999.
41 Svampa, Maristella, 2001; Cabrales Barajas, Luis Felipe y Canosa Zamora, Elio, 2001.
42 Webster, Chris, 2001; Coy, Martin y Pohler, Martin, 2002.
43 Wilson-Doenges, Georgina, 2002.
44 Svampa, Maristella, 2001; Arizaga, Cecilia, 2005.
45 Blakely, Edward d. y Snyder, Mary Gail, 1997; Caldeira, Teresa, 2000; Svampa, Maristella, 2001.
46 Los entrevistados tienen nombres falsos en todo el desarollo del artículo para protejer sus identidades.
47 Se consignan sólo las iniciales del nombre de la urbanización cerrada para mantener su anonimato. Esto se aplica a todas las urbanizaciones cerradas mencionadas en este texto.
48 Godoy Cruz es una de las seis municipalidades que conforman el Área Metropolitana de Mendoza. P. es una urbanización cerrada ubicada en la municipalidad de Godoy Cruz.
49 Caldeira, Teresa, 2000.
50 'Guaruras' son los guardias personales privados en México.
51 Bourdin, Alain, 2007: 52.
52 Arizaga, Cecilia, 2005.
53 Svampa, Maristella, 2001.
54 Los dos primeros mensajes corresponden a publicidad en la vida pública de dos urbanizaciones cerradas en Querétaro, México. El tercer mensaje fue extraído de la página de internet del grupo desarrollador de La Vacherie (Mendoza, Argentina), disponible en http://elinmobiliario.com/desarrollos/argentina/mendoza/countries/grupo_dinosaurio_-_mendoza/la_vacherie_-_country_golf_315.html (consultado 19/06/2011).
55 Weiss, Anja, 2005.
56 Svampa, Maristella, 2001.
57 Roitman, Sonia, 2008.
58 Del Cueto, Carla, 2007.
59 San Martín es la calle principal del centro de la ciudad de Mendoza.
60 Rojas, Patricia, 2007.
61 Arizaga, Cecilia, 2003: 8.
62 Svampa, Maristella, 2001.
63 Bourdin, Alain, 2007.
64 FRUG, Gerald, 1999.
65 Young, Iris, 1990.
66 Harvey, David, 2006.
67 Al respecto se puede ver el artículo de Roitman, Sonia y Phelps, Nicholas, 2011.


Bibliografía

ÁLVAREZ, María José. Golden ghettoes: golden communities and class residential segregation in Montevideo, Uruguay. Rep. No. 02/2005, Research and Training Network Urban Europe. 2005.

ARIZAGA, Cecilia. El mito de comunidad en la ciudad mundializada. Estilos de vida y nuevas clases medias en urbanizaciones cerradas. Buenos Aires, El cielo por asalto. 2005.

ARIZAGA, Cecilia. Nuevas urbanizaciones cerradas en los noventa: representaciones del suburbio en sectores medios. Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad Nacional de Buenos Aires. [En línea]. Facultad de Ciencias Sociales UBA. Junio 2003. Disponible en: http://webiigg.sociales.uba.ar/iigg/textos/documentos/ji4.pdf

BAIRES, Sonia. La nueva segregación urbana en América Latina: Los barrios cerrados en el Área Metropolitana de San Salvador, El Salvador. San Salvador, El Salvador, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. 2003.

BARCENA, Alicia. La hora de la igualdad. Panorama de la gestión pública en América Latina. [En línea]. Seminario de Política Fiscal CEPAL. 18 de enero de 2011. [Fecha de consulta: 5 de marzo de 2011]. Disponible en: http://www.eclac.org/publicaciones/xml/9/42339/PANORAMA_GP_H_FINAL.pdf

BLAKELY, Edward J. y SNYDER, Mary Gail. Fortress America. Gated communities in the United States. Washington and Cambridge, Mass, Brookings Institution Press and Lincoln Institute of Land Policy, 1997.

BORJA, Jordi. Ciudad y planificación: La urbanística para las ciudades de América Latina. En BALBO, Marcello, JORDAN, Ricardo, comp., SIMIONI, Daniela, comp. La ciudad inclusiva. Santiago de Chile, CEPAL. 2003. p. 81-104. ISBN 92-1-322259-9.

BORSDORF, Axel e HIDALGO, Rodrigo. Formas tempranas de exclusión residencial y el modelo de la ciudad cerrada en América Latina. El caso de Santiago. [En línea]. Revista de Geografía Norte Grande

. (32): 21-37, 2004. ISSN 0379-8682. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=30003202

BORSDORF, Axel. Barrios cerrados en Santiago de Chile, Quito y Lima: tendencias de la segregación socio-espacial en capitales andinas. En: CABRALES BARAJAS, Luis Felipe, coord. Latinoamérica: países abiertos, ciudades cerradas. Guadalajara, México, Universidad de Guadalajara UNESCO. 2002. p. 581-610.

BORSDORF, Axel. Cómo modelar el desarrollo y la dinámica de la ciudad latinoamericana. [En línea]. EURE. 29(86): 37-49, 2003. ISSN 0250-7161. Disponible en: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0250-71612003008600002&lng=es&nrm=iso

BORSDORF, Axel, HIDALGO, Rodrigo y SÁNCHEZ, Ricardo. A new model of urban development in Latin America: the gated communities and fenced cities in the Metropolitan areas of Santiago de Chile and Valparaíso. [En línea]. Cities. 24(5): 365-378. 2007. ISSN 0264-2751. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1016/j.cities.2007.04.002

BOURDIN, Alain. La metrópoli de los individuos. México, Universidad Iberoamericana de Puebla. 2007.

BRACHO DE MACHADO, Diana, FARIA LARRAZABALl, Carmen y PAREDES DE LÓPEZ, María. Dos realidades: dos maneras de habitar conviven hoy en la ciudad. [En línea]. Revista INVI. 22(60): 37-58, 2007. ISSN: 0718–1299. Disponible en: http://www.revistas.uchile.cl/index.php/INVI/article/viewFile/8766/8568.

CABRALES BARAJAS, Luis Felipe y CANOSA ZAMORA, Elio. Segregación residencial y fragmentación urbana: los fraccionamientos cerrados en Guadalajara. [En línea]. Espiral , 7(20): 223-253. 2001. ISSN 1665-0565 Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=13802008.

CALDEIRA, Teresa. City of walls. Crime, segregation and citizenship in São Paulo. California, University of California Press. 2000. ISBN 978-0520221437.

CASTELLS, Manuel. La sociología urbana en el siglo XXI. En: SUSSER, Ida, ed. La sociología urbana de Manuel Castells. Madrid, Alianza. 2001.

CEPAL. Panorama social de América Latina 2010. Santiago de Chile, CEPAL. 2010.

COY, Martin y POHLER, Martin. Gated communities in Latin American Megacities: case studies in Brazil and Argentina. [En línea].Environment and Planning B: Planning and Design. 29(3): 355-370. 2002. ISSN 0265-8135. Disponible en: http://www.envplan.com/abstract.cgi?id=b2772

DE LIMA RAMIRES, J. C. y RIBEIRO SOARES, B. Os condomínios horizontais fechados em cidades médias brasileiras. En: CABRALES BARAJAS, Luis Felipe, coord. Latinoamérica: países abiertos, ciudades cerradas. Guadalajara, México, Universidad de Guadalajara UNESCO. 2002. p. 373-396.

DEL CUETO, Carla. Los únicos privilegiados. Estrategias educativas de familias residentes en countries y barrios cerrados. Buenos Aires, Prometeo. 2007. ISBN: 9875741434.

DUHAU, Emilio y GIGLIA, Ángela. Las reglas del desorden: habitar la metrópoli. México, Siglo XXI. 2008. ISBN 9682327601.

ENRÍQUEZ ACOSTA, Jesús A. Ciudades de muros. Los fraccionamientos cerrados en la frontera noroeste de México. [En línea]. Scripta Nova. 11(230), enero 2007. ISSN 1138-9788. Disponible en: http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-230.htm.

FRUG, Gerald E. City making: building communities without building walls. New Jersey, Princeton University Press. 1999. ISBN 9781400823345.

GERAIGES DE LEMOS, Amalia, CAPUANO SCARIATO, Francisco y PÉREZ MACHADO, Reinaldo. O retorno à cidade medieval: os condomínios fechados da metrópole paulista. En: CABRALES BARAJAS, Luis Felipe, coord. Latinoamérica: países abiertos, ciudades cerradas. Guadalajara, México, Universidad de Guadalajara UNESCO. 2002. p. 217-235.

HARVEY, David. The political economy of public space. En: LOW, Setha, ed. y SMITH, Neil, ed. The politics of public space. New York, Routledge. 2006. ISBN 978-0415951395. p. 17-34.

HELSEY, Robert W. y STRANGE, William C. Gated communities and the economic geography of crime. [En línea]. Journal of Urban Economics . 46(1): 80-105. 1999. ISSN: 00941190 Disponible en: http://dx.doi.org/10.1006/juec.1998.2114

LUNGO, Mario y BAIRES, Sonia. Socio-spatial segregation and urban land regulation in Latin American cities. En: International Seminar on Segregation in the City (Cambridge, MA, USA. July 25-28, 2001). Lincoln Institute of Land Policy.

MARCUSE, Peter. Cities in Quarters. En: BRIDGE, Gary, ed. y WATSON, Sophie, ed. A companion to the city. Oxford, Blackwell. 2003. p. 270-281. ISBN 9780631235781.

ORTIZ-GÓMEZ, Andrés. Urban planning and the rationale of the market: the elimination of the intermediate urban level in Bogotá. En: SETER, Roger, ed. y WHITE, Rodney, ed. Planning in cities. Sustainability and growth in the developing world. London, ITDG. 2001. p. 71-92. ISBN 1853395439.

PLOGER, Jörg. Practices of socio-spatial control in the marginal neighbourhoods of Lima, Perú. Trialog . 89(2): 32-36. 2006. ISSN 0724-6234.

RODRIGUES SOARES, Paulo R. Fragmentación y segregación espacial en ciudades no metropolitanas: las periferias urbanas del sur de Brasil. En: CABRALES BARAJAS, Luis Felipe, coord. Latinoamérica: países abiertos, ciudades cerradas. Guadalajara, México, Universidad de Guadalajara UNESCO. 2002. p. 549-580.

RODRIGUES, Silvia. Loteamentos fechados e condomínios residenciais em Säo José do Rio Preto. Campinas, Brasil, Pontificia Universidade Católica de Campinas. 2006.

RODRÍGUEZ CHUMILLAS, Isabel y MOLLA RUIZ-GÓMEZ, Manuel. Urbanizaciones cerradas en Puebla y Toluca. En: CABRALES BARAJAS, Luis Felipe, coord. Latinoamérica: países abiertos, ciudades cerradas. Guadalajara, México, Universidad de Guadalajara UNESCO. 2002. p. 511-548.

ROITMAN, Sonia y PHELPS, Nicholas. Do gates negate the city? Gated communities’ contribution to the urbanisation of suburbia in Pilar, Argentina. [En línea]. Urban Studies. (in press, published on line 31 March 2011). 2011. ISSN: 1360-063X. Disponible en: http://usj.sagepub.com/content/early/2011/03/30/0042098010397395.abstract

ROITMAN, Sonia. Urban social group segregation: a gated community in Mendoza, Argentina. Tesis doctoral, University College London. 2008.

ROITMAN, Sonia. Urbanizaciones cerradas: estado de la cuestión hoy y propuesta teórica. [En línea]. Norte Grande. (32): 5-19, 2004. ISSN 0718-3402. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/300/30003201.pdf

ROJAS, Patricia. Mundo Privado. Historias de vida en countries, barrios y ciudades cerradas. Buenos Aires, Planeta. 2007.

SASSEN, Saskia. The Global City. Princeton University Press. 1991.

SVAMPA, Maristella. Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados. Biblos, Buenos Aires. 2001.

TORRES, Horacio. Procesos recientes de fragmentación socioespacial en Buenos Aires: la suburbanización de las élites. En: Seminario de investigación urbana “El nuevo milenio y lo urbano”. Buenos Aires, Instituto Gino Germani UBA. 1998.

WEBSTER, Chris. Gated cities of tomorrow. Town Planning Review. 72(2): 149-169. 2001. ISSN: 0041-0020.

WEISS, Anja. The transnationalization of social inequality: conceptualizing social positions on a world scale.Current Sociology. 53(4): 707-728, 2005. ISSN 1461-7064, doi 10.1177/0011392105052722. Disponible en http://csi.sagepub.com/content/53/4/707.abstract

WILSON-DOENGES, Georgina. An exploration of sense of community and fear of crime in gated communities. Environment and Behavior. 32(5): 597-611. 2000. ISSN 1552-390X. doi 10.1177/00139160021972694. Disponible en http://eab.sagepub.com/content/32/5/597.abstract

YOUNG, Iris. Justice and the politics of difference. New Jersey, Princeton University Press. 1990.

 


Fecha de recepción: 07.03.11.
Fecha de aceptación: 10.06.11.