doi 10.4067/S0718-83582010000300002

 

Reasentar un hábitat vulnerable: teoría versus praxis

 

Anne-Catherine Chardon1

1 Francia. Doctora en Geografía Universidad de Joseph Fourier, Grenoble, Francia. Académica Universidad Nacional de Colombia.


Resumen

Ante la vulnerabilidad de las poblaciones urbanas expuestas a amenazas naturales, los municipios colombianos tienen la obligación de plantear soluciones, entre otras, a través de procesos de reasentamiento que consisten en la adquisición por parte de la comunidad vulnerable, de un lugar de vida nuevo o “usado” en un sitio seguro desde el punto de vista físico-natural. Al estudiar los proyectos desarrollados hasta el momento, se observa una visión institucional sesgada y errónea del concepto de vulnerabilidad que lleva a unas políticas de reasentamiento que no tienen en cuenta al hábitat en su acepción más amplia, ni tampoco están orientadas hacia el mejoramiento integral de la calidad de vida de los pobladores. Por consiguiente, el presente escrito plantea, primero, una reflexión sobre los conceptos determinantes en este tipo de procesos, antes de presentar y analizar experiencias de reasentamiento llevadas a cabo en la ciudad de Manizales (Colombia).

PALABRAS CLAVE: HÁBITAT; VULNERABILIDAD; REASENTAMIENTO; CALIDAD DE VIDA.


Introducción2

El tríptico conformado por tres conceptos complejos como son el hábitat, la vulnerabilidad y el reasentamiento representa sin lugar a duda un objeto de reflexión muy interesante desde el ámbito urbano latinoamericano, puesto que efectivamente, rara vez se puede considerar un término sin acudir a los otros dos, visión que, además, importa ampliar con los conceptos de pobreza, calidad de vida y desarrollo.

Efectivamente, en el momento de analizar la vulnerabilidad de un asentamiento humano ante algún tipo de amenaza, lo que realmente se debe estudiar de manera sistémica, es el hábitat humano vulnerable, entendido en su acepción más amplia. Si en este contexto, la pobreza y la calidad de vida pueden representar factores de vulnerabilidad, es necesario matizar esta situación, puesto que los asentamientos urbanos vulnerables presentan también una gran riqueza en muchos aspectos.

Esta mirada integral de un contexto vulnerable obliga en el momento de plantear procesos de mitigación del riesgo, a seguir con esta misma integralidad a fin de abarcar la problemática en su conjunto e intervenir sobre la totalidad de las falencias y fragilidades que caracterizan a una comunidad. Una de las actuaciones de intervención para disminuir el riesgo, son los programas de reasentamiento de población, política que, en el caso colombiano, ilustrará el discurso teórico más adelante.

 

Habitar un hábitat vulnerable, reflexiones

Al analizar las políticas de mitigación de la vulnerabilidad ante amenazas de origen natural en ámbitos urbanos latinoamericanos, se observan grandes falencias en las actuaciones, las cuales, de manera casi exclusiva, están orientadas hacia el campo físico-natural o físico-espacial, dejando a un lado factores fundamentales de vulnerabilidad pertenecientes a las dimensiones social, cultural, económica y financiera principalmente. Adicionalmente, las intervenciones llevadas a cabo no se caracterizan por una eficacia óptima, al contrario, con frecuencia están limitadas a acciones básicas, cuyo fin es la preservación de la vida y los bienes de los asentamientos vulnerables, sin ninguna otra pretensión. Gran parte de la explicación de esta situación está relacionada con una visión institucional muy sesgada y errónea del contexto de vulnerabilidad, al igual que a un desconocimiento del objeto vulnerable. Por consiguiente, importa plantear una reflexión alrededor de estos temas, a fin de tener bases sólidas a partir de las cuales proyectar y ejecutar intervenciones holísticas ajustadas a la realidad.

Interesarse por el concepto de vulnerabilidad obliga primero a definir el objeto vulnerable. A la escala urbana, llevar a cabo un análisis en este campo representa un proceso metodológicamente alcanzable, si el objeto vulnerable es considerado como un Hábitat (entendido como hábitat humano urbano), concepto “articulador” para abordar la temática propuesta. Efectivamente, cuando se habla de la vulnerabilidad de una comunidad y de su posible reasentamiento como solución, lo que realmente está en juego es el Hábitat construido por esta comunidad y por lo tanto, no se puede limitar el proceso de reubicación a ella sola, sino que se debe contemplar el reasentamiento (y por supuesto mejoramiento) del Hábitat en sí.

 

Habitar, hábitos, hábitat

Los estudios consideran el concepto de Hábitat Humano desde una unidad espacial, el objeto “casa”, pasando por la “vivienda” y finalmente, considerando la vivienda y su entorno como un contexto multidimensional, un sistema de vida3.

Inicialmente, importa precisar por si fuera necesario, que el Hábitat debe permitir Habitar, expresión muy compleja de ser y estar en la tierra que se va a analizar a continuación para luego permitir llegar al concepto de hábitat como tal.

La acción de habitar va mucho más allá de usar, ocupar, radicarse en, protegerse debajo de, puesto que el proceso dinámico de habitar resulta de la confluencia de distintos mundos: natural, social, económico, cultural, emocional, físico-espacial. Al habitar, el ser humano expresa que está construyendo su lugar, territorio y sistema de vida para poderse identificar con ellos, sentirlos propios y a la vez pertenecerles, enraizarse ahí y de igual forma proyectarse a partir de ahí. Por consiguiente, habitar no solamente tiene un significado espacial, sino multidimensional porque al habitar, el poblador establece conexiones con todos los elementos de su entorno, los utiliza, los transforma y por esto, habita a distintas escalas, al sentirse de ahí y participar de la transformación y el desarrollo de cada una de estas unidades.

El concepto de habitar está muy ligado al de construir en su acepción más amplia, es decir, mucho más allá de la construcción ingenieril, se trata de la edificación de un contexto, de un entorno de vida conforme a la manera de ser y las aspiraciones de su(s) constructor(es). Heidegger4 escribía a propósito “El habitar sería el fin que preside todo construir. Construir no es sólo medio y camino para el habitar, el construir es en sí mismo ya el habitar. (…) No habitamos porque construimos, sino que construimos y hemos construido en la medida en que habitamos”.

Esta relación entre habitar y construir va en doble sentido, es decir, en el proceso de habitar, se está transformando, construyendo y se construye porque se está habitando, porque se quiere habitar. Así es, el ser humano, en el proceso de habitar, de crearse un entorno que se amolde a su forma de ser, sus necesidades, se dedica al ejercicio de la construcción, edificando su morada física tal como la necesita, como suele vivir los espacios y de igual manera, construye sus redes sociales, relacionándose con sus congéneres. Este proceso de entablar nexos con el entorno, de desempeñar un papel en la sociedad, asimismo se realiza por medio de los recorridos, de la movilidad que permite entrar en contacto con escalas espaciales mayores (el barrio, la ciudad), usos del suelo distintos al residencial (recreación, comercio, equipamientos de salud, educación), actividades laborales, etc. Como lo comenta Santos5, “No es posible habitar el mundo ‘en abstracto’ sin algún tipo de anclaje en el espacio y en el tiempo”.

Ahora bien, al analizar la relación conceptual en el otro sentido, desde el construir hacia el habitar, aparece de manera obvia que no se puede construir sin pensar en el habitar, puesto que se construye para habitar, “(…) la forma física por sí sola no es determinante de la satisfacción humana6. Sin embargo, no siempre se contempla esta consideración y al respecto, Yori7 escribe “La arquitectura y el urbanismo que tradicionalmente son guiados más por un “hacer” (en el sentido cotidiano del producir-construir), poco tienen en cuenta el ser del hombre que ha de vivir en los espacios proyectados por estas ciencias para tal fin”. Es así como en el momento de pensar en el construir, importa preguntarse entre otras preocupaciones, quién va a habitar, dónde quiere habitar, cómo quiere habitar, no solamente desde el punto de vista físico-espacial, sino también en los campos social, económico-laboral, de los equipamientos, la recreación, etc. Pues cómo se puede habitar si se tiene un techo pero debajo del cual se vive hacinado, sin empleo, sin acceso a la educación, la salud, con dificultades para poderse desplazar a otros sectores…

Esta particularidad, singularidad en la forma de vivir, convivir y relacionarse con su entorno, lleva a hablar del concepto de Hábitat Humano que, supuestamente, es el objeto que se habita. El concepto de Hábitat a pesar de que muchos posiblemente consideren que ya todo se haya dicho al respecto, es todavía objeto de análisis, debates, confrontación de disciplinas o aportes.

El término empezó a utilizarse en el campo de la ecología para referirse al espacio físico-natural donde se desenvuelve o desarrolla una especie animal o vegetal y todavía, ciertas profesiones o ciertos autores consideran que dicha definición también puede aplicarse al hábitat humano, agregándole un significado adicional, el de lugar. Es decir, definir el hábitat humano como una unidad espacial que el Hombre domesticó como lo explica Moreno Jaramillo8: “El hábitat humano: construcción diagramática de una porción afectiva del paisaje físico ocupado por una población. Es necesario hablar de uso humano de un espacio material”.

Distinta a la visión anterior, pero sin descartarla, la reflexión de Arias Vilas9 nos permite hacer una transición entre una orientación exclusivamente espacial o físico-natural que el autor califica (de manera errónea) de geográfica y un énfasis muy sesgado del hábitat humano que se suele encontrar en Europa y que corresponde al conjunto de las edificaciones y su distribución en el espacio: “El hábitat, término eminentemente geográfico. El concepto de hábitat ofrece dos posibilidades o acepciones: una referida a las condiciones de vida, al medio global en que vive el hombre; es una acepción si se quiere ecológica. Nos interesa más (…) la acepción que se refiere a la ocupación del territorio, es decir, a la disposición de los asentamientos humanos en el medio geográfico, al poblamiento humano, en todo caso, determinado o influido por condiciones ambientales de todo tipo: geológicas, climáticas, topográficas, etc”. Igual visión limitada del hábitat urbano se encuentra en Francia, como por ejemplo lo expresa Laborde en un subcapítulo de su escrito, titulado “Dynamique de l’habitat”, refiriéndose exclusivamente al patrimonio residencial construido o planeado10 o tal como lo argumenta Rabinovich Behrend11 en su tesis doctoral, cuando se refiere al concepto de habitat groupé en el caso suizo.

En este proceso de ampliación del enfoque dado al concepto, se encuentran visiones donde además, el papel del ser humano empieza a cobrar fuerza, sin que, no obstante, el hábitat deje de ser visto como un soporte con el cual una sociedad entra en contacto, donde deja huellas y transforma elementos con fines de desarrollo. Este énfasis permite hablar de territorio humano y territorialidad cuyo significado hace referencia a los actos dinámicos de apropiación, transformación, “culturación” y antropomorfización del espacio, volviéndolo así territorio, es decir, un espacio con actores, dueños, defensores y dolientes con sentido de pertenencia hacia esta unidad espacial en la cual se reconocen, son reconocidos porque participan de su construcción y desarrollo. García12 habla del territorio como de “un espacio socializado y culturalizado (…) con sentido de exclusividad”. A la vez, interviene gran parte de subjetividad y afectividad puesto que el territorio es también el fruto de una forma particular y propia de percibir el mundo y de vivir en él. Esta existencia de relaciones y emociones fuertes entre el ser humano y su entorno, como expresión de su forma de habitar y espacializar su modo de vida, es en parte lo que se aparenta a la topofilia que menciona Yori13.

Así es, la territorialidad es guiada por usos, costumbres, símbolos, afectos, búsquedas e intereses propios de sus actores, situación que permite que el concepto de hábitat empiece a perfilarse como un asunto singular, particular, único, por ser propio de sus habitantes, sus creadores y constructores. El Hábitat nace de hábitos y genera otros. Este aspecto antropológico es esencial, porque el Hábitat Humano es ante todo la expresión de una cultura, una identidad, es un sello propio tanto a nivel individual como a la escala de una comunidad.

Estas reflexiones y precisiones anteriores son fundamentales para la problemática del presente escrito, puesto que en un proceso de reasentamiento de poblaciones, se tiene que permitir estas actuaciones de territorialización, de expresión de la cultura para reconstruir hábitat sin que se generen traumas, teniendo en cuenta además el hábitat dejado, el hábitat de origen.

Ahora bien, parece cada vez más evidente que el hábitat no existe como tal, se construye alrededor del espacio de vida del ser humano, alrededor de lo que ahí posee, se caracteriza por una dimensión exclusivamente antropomórfica14. Por supuesto, al introducir el concepto de pertenencia, se llega paulatinamente al objeto vivienda que suele ser el contenedor más próximo donde o desde donde se tiene, tanto los bienes materiales como el patrimonio intangible, sin que por supuesto el hábitat se limite a la vivienda o habitáculo de vida, pero sí la vivienda como componente estructural principal del hábitat. Giraldo Isaza15 precisa que “El hábitat comprende la casa de las puertas hacia adentro, el entorno (de las puertas hacia fuera, barrio) y el contorno (ciudad). (…) De tal manera que el hábitat corresponde a la vivienda más el entorno”. Es así como la vivienda representa un referente central a partir del cual el habitante se relaciona con su entorno y teje su mundo, su hábitat. Estas preocupaciones no se pueden comprender sin haber entendido que la vivienda no se limita al territorio comprendido entre los muros (la casa), sino que la vivienda también hace referencia al espacio que empieza desde los muros hacia afuera, esto es el entorno próximo, en general de uso público, pero necesario a una vida cotidiana aceptable.

Por consiguiente, queda claro que la vivienda, más allá de la edificación como tal, representa un elemento fundamental del hábitat sobre todo desde las vivencias que ahí se dan y que desde ahí se generan con el entorno. Todo sale de ahí y vuelve ahí, este movimiento pendular es la expresión de las relaciones que el ser humano sale a entablar con su entorno para luego volver al nido. Las redes y la comunicación son elementos definitivamente esenciales en la creación y desarrollo de hábitat, nace, crece y se estructura a partir de ahí.

Sin pretender haber ofrecido un panorama exhaustivo del concepto de Hábitat, se presentó sin embargo unas visiones que permiten comprender que el hábitat es el resultante del encuentro cruzado entre cinco dimensiones principales: físico-natural, físico-espacial, socio-antropológica, económico-financiera y político-institucional que, consideradas de manera simultánea, conforman la dimensión ambiental en su acepción más extensa, obligando a una visión amplia de este objeto muy particular pero finalmente tan común, puesto que corresponde al contexto, sistema y proyección de vida de cada habitante. En este sentido, Chardon16 considera el hábitat, en el contexto urbano, “como un bio-físico-eco-socio-espaciosistema, es decir, un sistema cuyos componentes son el espacio urbano, sus ocupantes (caracterizados por un contexto, procesos sociales, económicos, históricos y culturales, recorridos y modos de comunicación), el entorno natural como físico-espacial, el contexto político-institucional y las relaciones como vínculos que estos elementos tejen entre sí”. Además, importa comentar que el Hábitat es la expresión de las dinámicas, nexos y redes que el ser humano establece con su entorno (sobre todo humano, envuelto en un tejido social seguro, firme y estable), por esto, debe permitir vivir en un territorio con significado, donde los habitantes más allá de estar, puedan ser, lo que deja entender que el hábitat está cargado de una fuerte dosis de subjetividad, producto de afectos, percepciones y símbolos propios de cada habitante, cada comunidad. Asimismo, el hábitat, por supuesto, tiene que propiciar las condiciones necesarias para el habitar, es decir, más que ocupar un lugar, habitarlo, apropiarse de él, transformarlo y acondicionar su entorno de vida con el fin de buscar optimizar sus condiciones y nivel de vida, en un contexto legal, seguro y sostenible.

Esta visión multidimensional del Hábitat deja entender que en el momento de analizar su vulnerabilidad, el enfoque del estudio también tendrá que ser integral, con el fin de reflejar plenamente la realidad.

 

Ser vulnerable, un asunto complejo

Con relación a la temática planteada, es imprescindible reflexionar sobre el concepto de vulnerabilidad, ya que los procesos de reasentamiento pretenden mitigarla, por consiguiente si el fin es solucionar una situación considerada crítica, importa conocer muy bien cada una de sus dimensiones y alcances para poder actuar sobre ella en todos los frentes. El tema de la vulnerabilidad de las sociedades urbanas expuestas a amenazas de origen natural pertenece en la actualidad al conjunto de las temáticas complejas, ya que corresponde a un sistema de factores multidisciplinares, lo cual dificulta tanto la formulación de la problemática, como luego su resolución. El problema se complejiza aún más en los países en desarrollo, donde los factores no estructurales y poco cuantificables son los principales agentes de la creación de una situación vulnerable. Dicha visión resulta de una evolución en las formas de abordar la temática, desde los planteamientos en las ciencias sociales de Quarantelli17 y Drabeck18 que empezaron a relacionar la percep-

ción con el desastre, pasando por los estudios con enfoque global de Anderson y Woodrow19 y Cannon20, para llegar al aporte de Ratick21, que plantea el papel de la exposición, resistencia, resiliencia, recuperación, aprendizaje y adaptación en la creación de vulnerabilidad o al modelo de “presión y liberación” propuesto por Blaikie et al.22

Para el presente escrito, se considera que la vulnerabilidad corresponde a la probabilidad (es factible a priori, pero no seguro) de que un sujeto o elemento expuesto a una amenaza natural, tecnológica, antrópica o socio-natural, sufra daños y pérdidas humanas como materiales en el momento del impacto del fenómeno, teniendo además dificultad en recuperarse de ello, a corto, mediano o largo plazo. Lo que significa que la vulnerabilidad se considera antes, durante y después del evento. Esto implica que la vulnerabilidad también expresa la ineptitud en anticipar, la inflexibilidad del elemento expuesto, su incapacidad en resistir o absorber el impacto (resistencia) y adaptarse a los cambios de toda índole que éste genera a fin de recuperarse y restablecer sus medios de vida (resiliencia)23.

La vulnerabilidad resulta del funcionamiento de un sistema complejo dinámico generado por procesos que intervienen sobre factores de vulnerabilidad, los cuales pertenecen a campos físico-naturales, ecológicos, sociales, económicos, físico-espaciales, territoriales (uso del suelo, planeación y políticas territoriales), tecnológicos, culturales, educativos, funcionales, político-institucionales y administrativos o coyunturales principalmente. Esto deja entender que no existen vulnerabilidades pertenecientes a campos específicos, sino que la vulnerabilidad es una sola, dependiendo eso sí de una sinergia entre factores distintos.

En el caso de los procesos de reasentamiento, importa analizar muy bien cuáles son los factores de vulnerabilidad que llevaron a su planteamiento, a fin de que dichos procesos permitan influir sobre estas fuentes de vulnerabilidad y logren mitigarlas, en caso contrario, con frecuencia, los traslados poblacionales se vuelven generadores de nuevas situaciones de vulnerabilidad.

 

Reasentar no es solamente trasladar

Tal como se ilustrará más adelante, en la práctica, el concepto de reasentamiento como herramienta de mitigación de la vulnerabilidad, se contempla y aplica con pocas consideraciones y finalmente muy a la ligera.

Para hablar de re-asentamiento, importa reflexionar sobre el significado de los verbos “asentar” y “asentarse” en el contexto humano, los cuales por supuesto hacen referencia al hecho de establecer o establecerse en un sitio, pero con una connotación particular, esto es la seguridad, la firmeza, la permanencia y durabilidad en el tiempo. Esta permanencia lleva a comentar que el hecho de asentarse no es repentino sino que resulta de un proceso tanto espacial o físico-espacial como social, cultural, de identidad, económico, puesto que corresponde a la fundación de un lugar, de una comunidad, de un asentamiento y finalmente de un hábitat con sentido de arraigo.

El concepto de reasentamiento es sobre todo objeto de reflexión desde la práctica y es así como instituciones internacionales y como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo que han participado de la financiación de numerosos proyectos de desalojo-desplazamiento, reasentamiento en los países de sus intereses, ponen ciertas condiciones a su participación, exigiendo que los procesos no se limiten a los aspectos físicos, sino que también abarquen dimensiones sociales, culturales y económicas, entre otras, en pro del desarrollo sostenido en el tiempo de la comunidad afectada24. Por el momento, a nivel internacional, la visión institucional es más técnica que conceptual, pero sin embargo trata de ser amplia.

Como complemento esencial a este enfoque dado por la experiencia in situ, otros autores con intereses más orientados hacia la reflexión que luego pueda llevarse a la práctica, se han expresado sobre la temática del reasentamiento y se encuentran aportes desde la “simple” búsqueda de la seguridad hasta una visión compleja y multidimensional del concepto.

Así, Duque Botero25 considera el proceso de reasentar como la herramienta más efectiva para reducir la vulnerabilidad de las personas vulnerables ante eventos naturales o resolver los problemas de las comunidades que ya han sido damnificadas, pero no entrega detalles sobre las modalidades o condiciones que debe cumplir el procedimiento. Esta visión se asemeja a la posición de muchas autoridades locales, que limitan el objetivo de un proceso de reasentamiento a una operación de “salvar vidas y bienes”.

Luego, se encuentran enfoques que empiezan a contemplar aspectos humanos en los proyectos de traslado, insistiendo en los cambios que se pueden generar, dejando entender que proteger la vida no es suficiente, también importa la calidad de vida, la cual no se limita al objeto casa. Al respecto, Robles Joya26 empieza a dar detalles de los aspectos humanos por contemplar, “Es preciso señalar que los procesos de reasentamiento no sólo se deben limitar a mitigar las condiciones físicas de los asentamientos, sino que deben también asumir de forma integral el mejoramiento de las condiciones de vida de la población y asegurar su inclusión en la ciudad. (…) El reasentamiento es también la recuperación del sentido comunitario, el valor humano, las formas culturales de producción y, sobre todo, de la esperanza de vida”. Más allá de la recuperación de la esperanza de vida, posiblemente se puede pretender volver a tener esperanzas en la vida.

Poco a poco, estas reflexiones permiten orientar el discurso hacia una visión cada vez más holística de lo que, en teoría, tendría que ser un proceso de reasentamiento. Sin embargo, hasta el momento, ha faltado hacer referencia a un término fundamental y obligatoriamente asociado al reasentamiento, es decir, el concepto de hábitat, el cual se menciona en la definición de Hurtado Isaza27 cuando escribe “[El reasentamiento es]…una experiencia de vida que involucra la transformación de la cotidianidad, a partir de un traslado poblacional definitivo, fuera del entorno de permanencia original, cuyo propósito es el mejoramiento de la calidad de vida y, por ende, la construcción o consolidación de un hábitat digno”. Orozco Bermúdez y Guerrero Carvajal28 van aún más allá y recuerdan las condiciones de hábitat de origen y la obligación de llegar a un hábitat de destino con mejores características y sobre todo construido por acciones concertadas de sus pobladores.

Se entenderá entonces que los programas de reasentamiento representan un contexto de re-creación de hábitat muy particular que por supuesto no se desarrolla sin cambios dolorosos y, si no se lleva a cabo por medio de un trabajo multisectorial, se corre el riesgo de pasar de una marginalidad a otra, por mala gestión por parte de las autoridades.

Finalmente, después de estos distintos y complementarios planteamientos, se propone para el presente escrito, una conceptualización del reasentamiento también inspirada de la propuesta que realiza Chardon29.

Entonces, desde el punto de vista conceptual, el reasentamiento de poblaciones urbanas vulnerables a amenazas naturales se puede contemplar como un simple ejercicio de traslado de población, esto es un reasentamiento espacial, hasta la creación de un nuevo territorio o real hábitat de vida fuera del hábitat de origen en el marco de una política de reordenamiento de la ciudad. Es esta última acepción la más interesante y única válida, puesto que demuestra una visión sistémica de la situación. Efectivamente, el proceso de reasentamiento es ante todo humano (aspecto que no se puede perder de vista) y, a través de cambios y transformaciones en múltiples ámbitos, debe llevar a unas condiciones de hábitat individuales como colectivas óptimas y sustentadas en el tiempo, ya que su fin es por lo menos restaurar pero sobre todo mejorar en su conjunto la cotidianidad, el entorno y calidad de vida de la población objeto del programa. Inicialmente, se tiene que pensar con relación al contexto físico-natural, buscando condiciones espaciales seguras, pero las actuaciones también tienen que llevarse a cabo en ámbitos estructurales como no-estructurales, internos o externos a la comunidad, es decir, en los campos social, cultural, económico, financiero, físico-espacial, jurídico, etc., puesto que se trata de participar del desarrollo, además sostenible, de una comunidad.

Reasentar poblaciones corresponde a construirles y con ellas (la participación de la comunidad desde la reflexión, planificación, diseño y ejecución es fundamental), un nuevo espacio de vida que ellas tienen que sentir como territorio de vida, es decir un espacio habitable, amigable, confortable, donde uno reconoce y siente el lugar del cual, además, uno se puede apropiar, al cual se puede arraigar y finalmente ser ahí un actor reconocido. Pues, la temática representa un problema político, alrededor del cual tiene que trabajar toda la colectividad y comunidad concernida, a fin de llegar a políticas y decisiones negociadas. Aun si los procesos son inicialmente involuntarios, con frecuencia no deseados por los pobladores, la participación activa de ellos permite un mejor nivel de aceptación y adaptación, a fin de que los programas respondan a su forma de vivir, sus hábitos, su cultura y no a modelos impuestos y lejos de su cotidianidad y necesidad.

Importa agregar que un proceso de reasentamiento de igual manera tiene que contemplar medidas hacia los lotes peligrosos que se van a desocupar, tanto desde el punto de vista de la tenencia legal como de los futuros usos de estos lotes y del control sobre ellos, a fin de evitar el regreso de los antiguos ocupantes o el establecimiento de nuevos asentamientos.

Se entiende entonces que los proyectos de reasentamiento tienen que responder de manera holística y definitiva a situaciones complejas, tanto individuales como colectivas y por lo tanto, tienen que ir mucho más allá de la simple búsqueda de un techo seguro. Los procesos implican un alto costo social, económico, cultural, político, al igual que grandes impactos físico-territoriales tanto en el hábitat de origen como en el sector de destino. Esto podría significar la vivencia de trastornos y alteraciones en la cotidianidad de los pobladores, pero el reto de un programa de reasentamiento consiste precisamente en prever todas estas implicaciones posibles y actuar de tal manera que el resultado consista en observar un desarrollo continuo de la comunidad reasentada.

Por consiguiente, la filosofía de este tipo de intervención es, en parte, intervenir sobre todas las expresiones de pobreza de una población, como sus carencias, sus fragilidades en todos los ámbitos, puesto que la pobreza, al igual que la riqueza, no es solamente económica o financiera, corresponde a necesidades sufridas de manera negativa individual o colectivamente en cualquier dimensión (tanto por falta del recurso como tal, como por incapacidad de producirlo) y puede ser considerada como un indicador subjetivo y relativo de la calidad de vida, condición que debe tender a mejorar un proceso de reasentamiento.

Es evidente que fuera del ojo del supuesto especialista, importa tener en cuenta la percepción del morador sobre su propia pobreza, las necesidades que él realmente siente y vive.

Ahora bien, después de estas reflexiones fundamentales para entender el contexto conceptual en el cual se debe enmarcar el reasentamiento de un hábitat vulnerable, se van a presentar proyectos concretos llevados a cabo en Manizales (Colombia) que permitirán ilustrar los aciertos y desaciertos de este tipo de intervención.

 

Reasentamiento, la realidad está lejos de la teoría…

El reasentamiento representa en Colombia una opción de mitigación del riesgo utilizada en situaciones de imposibilidad de intervención in situ sobre la vulnerabilidad, por razones de alta peligrosidad y entonces el poblador puede optar por programas de vivienda de interés social nuevos en sectores seguros o elegir la compra de una vivienda usada, una vez las autoridades hayan revisado el inmueble.

El Estado colombiano no cuenta actualmente con una política reglamentaria específica para formular y ejecutar planes de reasentamiento, los cuales se asimilan a proyectos de Vivienda de Interés Social (VIS) cuyos propósitos y normativas pueden consultarse en Ceballos Ramos ed30. La filosofía general del Estado ante esta temática puede verse reflejada en ciertos apartes de la Constitución Nacional31 como 1- el amparo de la familia (Art.5) y 2- el derecho a la vivienda en condiciones de dignidad, es decir, en condiciones materiales y espirituales de existencia que permitan vivir con calidad y tener un espacio para el libre desarrollo de la personalidad
(sent. C-575/92. Art. 51). Pero, si esta visión teórica macro y de referencia nacional deja entender que el Estado se preocupa por el bienestar de la población y vigila que se respete, las orientaciones sin embargo quedan demasiado generales y sobre todo sin obligaciones metodológicas (se obliga al “qué” sin orientar sobre el “cómo”), situación que finalmente, en la realidad, puede dar pie a aplicaciones muy distintas desde el punto de vista cualitativo, pero todas legalmente válidas. Además, a pesar de que el marco constitucional deje suponer que el reasentamiento en Colombia sería fruto de una real preocupación social y humanista que buscaría el mejoramiento de la calidad de vida de la población objeto de estudio y su participación en los procesos, no siempre es así y mucho falta.

A través de un análisis comparativo de los procesos de reasentamiento desarrollados en Manizales a partir de los años 80, se observará la distancia entre una teoría deseada y una práctica impuesta. Se compararán tres modalidades de reasentamiento donde la visión del especialista se mezclará con los comentarios de los pobladores reasentados, obtenidos a través de cerca de seiscientas encuestas llevadas a cabo en nueve urbanizaciones. Con una representatividad entre un 30% y un 50%, dependiendo del sector, la encuesta contó con 104 preguntas repartidas en temáticas que abarcaban desde el hábitat de origen hacia el de destino, a la escala del barrio como de la unidad residencial, contemplando los ámbitos multidimensionales que conforman el hábitat humano, al igual que la gestión de los procesos de reasentamiento como tales. El perfil (muy representativo de la población de interés) de las personas entrevistadas al azar en su casa o sector de residencia actual, correspondió en su mayoría a personas adultas (83%) y amas de casa (61%), cuyo nivel escolar se repartía entre primaria incompleta y bachillerato y en el hogar de las cuales, el ingreso mensual era muy débil, puesto que en un 54% equivalía al salario mínimo mensual de 250 USD, siendo a veces (el 28% del grupo) inferior.

 

El reasentamiento de un hábitat a otro, praxis en Manizales

Manizales, ciudad andina intermedia (380.000 Hab.), presenta una topografía muy accidentada, con suelos de origen volcánico poco compactos en una zona de alta sismicidad caracterizada por un clima ecuatorial bimodal de montaña (entre 2.500 y 3.000mm de lluvia al año, de tipo torrencial con un fuerte poder erosivo). Esta situación permite explicar en parte la frecuente ocurrencia de movimientos en masa de gran poder destructivo.

Ante este contexto, el municipio trata de plantear soluciones de mitigación de la vulnerabilidad a través de procesos de reasentamiento que consisten en la adquisición como propietario, por parte de la comunidad vulnerable, de un lugar de vida nuevo o “usado” en un sitio supuestamente seguro desde el campo físico-natural. El principal objetivo de este tipo de medida es efectivamente proteger la vida y los bienes de la población. Los proyectos se plantean, como para muchos proyectos de Vivienda de Interés “Social...” (VIS), desde la relación costo/beneficio y además, con un presupuesto muy limitado, puesto que para gran parte de la población afectada, la base es el subsidio de vivienda otorgado por el Estado (equivalente actualmente a veintidós salarios mínimos vigentes –USD 5200 a junio de 2010– y el subsidio municipal –USD 3.400–), logrando cubrir entre un 60 y un 70% del valor del inmueble. La parte restante en general se financia a través del sistema bancario. Desde el punto de vista logístico-administrativo, la Caja de la Vivienda Popular (CVP) es el ente público a cargo a nivel municipal de la gestión administrativa, financiera, arquitectónica y urbanística de los programas de VIS que incluyen los proyectos de reasentamiento.

En Manizales, los proyectos de reasentamiento se han caracterizado principalmente por cinco modalidades: 1- la simple entrega de un lote donde las personas volvían a armar su rancho de origen y luego, con el tiempo, el municipio construyó unidades básicas que los pobladores fueron ampliando y mejorando (Foto 1), 2- la entrega por parte de las autoridades de un lote donde las familias iban a construir una unidad básica, gracias a un subsidio del gobierno nacional y a una capacitación técnica por parte de la CVP y el SENA sobre normas de construcción (Altos de San Cayetano, 1990-1993), 3- el desarrollo de un proyecto integral (social, económico, físico-natural y físico-espacial) con la entrega de viviendas de 55m2 (Foto 2), 4- la entrega llave en mano de unidades básicas de menos de 30m2 con subsidios (Fotos 3, 4,5 y 6) y 5- la modalidad Vivienda Usada que consiste en comprar con los subsidios, una unidad usada escogida por la familia y que cumpla las normas de construcción vigentes.

 


Foto 1. Barrio El Paraíso, 1987. Fuente: Zepelín Ltda.

 


Foto 2. Barrio Yarumales, 1995. Fuente: Zepelín Ltda.

 


Foto 3. Urbanizaciones San Sebastián a partir de 2002-2003 y Santa Ana, 2005. Fuente: Zepelín Ltda.

 


Foto 4. Calle en Santa Ana, 2005. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 5. Urbanización Portón del Guamo, 2005-2006. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 6. Unidad básica 29m2, 2008. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 

El hábitat de origen

La población que en Manizales ha hecho parte de procesos de reasentamiento, pertenece a asentamientos de estratos 1 y 2 ubicados en zona de ladera muy pronunciada cerca del centro de la ciudad o a veces, en sectores inundables (Fotos 7 y 8). Las familias, en general numerosas (más de seis miembros) con ingresos económicos bajos y además irregulares, vivían en construcciones elaboradas de manera precaria, tanto en cuanto a materiales como a sistema constructivo o condiciones mínimas de higiene y salubridad. De igual manera, el área construida, con frecuencia, no respondía a las necesidades óptimas de desarrollo según el número de personas que tenían que cohabitar bajo el mismo techo, sin embargo, la superficie habitable era mucho más amplia que lo que luego se les entregó como supuesta solución a su vulnerabilidad (Fotos 9 y 10). El entorno físico-espacial se caracterizaba por una morfología orgánica donde, a pesar del hacinamiento evidente, se notaba la presencia de zonas verdes, en general cultivadas (cultivos de pan coger) y circulaciones de predominio peatonal (caminos y escalinatas, fotos 11 y 12). En cuanto al nivel de equipamiento de carácter social, se tenía acceso a la totalidad de los servicios mínimos (Gráfico 1).

 


GRÁFICO 1. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 7. Barrio La Playita reasentado en su totalidad (más de 600 familias) entre 2007 y 2008. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 8. Barrio Galán, ladera norte. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 9. Sector Bajo Andes, una vivienda tipo "Lego" con mezcla de sistemas constructivos y materiales. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 10. Sector Bajo Andes, el tamaño de la vivienda es adaptado a los usos y necesidades de sus pobladores. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 11. Barrios El Nevado y Los Andes, ladera sur, con circulación exclusivamente peatonal. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 

 


Foto 12. Sector Bajo Andes. Los cultivos de pan coger rodean las viviendas. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 

Desde el punto de vista de la finca raíz, los moradores ocupaban el sitio como propietarios oficiales o como propietarios de hecho o pagando un arriendo moderado. En cuanto a acceso a los servicios públicos, la ilegalidad de la conexión era común.

Con relación al campo laboral, las fuentes de empleo en el barrio se limitaban a la presencia de pequeños talleres artesanales o mini locales comerciales (tiendas), pero la cercanía al centro de la ciudad permitía, sin gastos de transporte, participar de la economía del “rebusque” o informal.

Desde el punto de vista relacional, el lugar de origen ha representado para las familias, el nicho “privilegiado”, puesto que en general vivía en el mismo barrio o en la misma casa, el núcleo familiar ampliado, es decir, varias generaciones u hogares de una misma familia. De igual manera, también se podía contar con las relaciones de vecindario, la solidaridad del entorno humano.

La relación con el hábitat de origen oscilaba entre amores y odios, según la encuesta realizada. Al 61% de las personas encuestadas, les parecía bueno el barrio de origen, resaltando que los aspectos agradables eran los vecinos, la cercanía al centro de la ciudad o equipamientos particulares y la tranquilidad que ahí se vivía. De hecho, el 82% comenta que el ambiente con los vecinos era bueno, y adicionalmente el 60% afirma que en el barrio vivían familiares. Se observa entonces que este aspecto de las relaciones humanas y de sentirse bien en el entorno de vida es esencial, hace parte del hábitat y representa entonces uno de los pilares fundamentales de la sensación de bienestar y seguramente permite asegurar cierta estabilidad emocional. En cuanto a la ubicación del lugar de vida con relación a la centralidad urbana y equipamientos o también servicios, es decir ligada a las dinámicas urbanas, su valoración tiene en cuenta la existencia o no de la proximidad. En el caso particular de Manizales, el centro representa el corazón comercial, bancario y de la mayoría de las actividades terciarias y por consiguiente, para las clases bajas o medias, la importancia de vivir cerca del centro pasa por el hecho de no tener que pagar transporte para desarrollar la mayoría de las actividades diarias (mercar, pagar servicios, adelantar trámites administrativos, etc.).

Adicionalmente, el grado de satisfacción significativo que la gente expresa en la encuesta con relación a su barrio de origen, se debe en gran parte al nivel de equipamiento que, como lo ilustra el Gráfico 1, era bastante elevado con relación a los servicios básicos necesarios a diario y a la calidad del principal objeto de interés: la casa.

Ahora bien, se expresaron también críticas hacia el barrio de origen como son principalmente la inseguridad, los niveles de drogadicción y estar en zona de riesgo. Las personas mencionan estas variables en mayor o menor porcentaje, pero todas las denuncian. Adicionalmente, en ciertas urbanizaciones se habla del difícil acceso por la topografía o de la mala calidad del transporte. El tema de la inseguridad y de la drogadicción que muy posiblemente le es asociado, representaban efectivamente un problema serio en los barrios de origen, puesto que apenas el 36% dice que la seguridad en el barrio era buena. Estas afirmaciones permiten entender que el tema de la seguridad, en todas sus dimensiones, es de primera importancia y no se limita al peligro asociado a las amenazas naturales.

Pasando de la escala del barrio a la de la casa, en promedio, al 61% de las personas encuestadas les gustaba su casa porque era grande, cómoda y además bonita, acogedora. En cuanto a los lados negativos, la gente dice que la casa estaba situada en zona de riesgo y que los materiales de construcción eran de mala calidad. Efectivamente, a pesar de anhelar ciertos aspectos de la casa de origen, sobre todo su tamaño, los pobladores eran conscientes que ahí su vida estaba en peligro y que la edificación presentaba grandes falencias constructivas, situación que los motivó a participar de un programa de reasentamiento.

Después del planteamiento del contexto de origen de las personas reasentadas, importa comentar tres proyectos de reasentamiento desarrollados en la ciudad con modalidades distintas en diferentes épocas, a fin de analizar sus beneficios y aspectos reprochables, desde una visión integral de hábitat.

 

El hábitat de destino

A continuación, se van a presentar dos proyectos de reasentamiento desarrollados en la ciudad y representativos de extremos cualitativos (El Paraíso y Yarumales) y una tercera ejecución correspondiente a un ejemplo del modelo llevado a cabo a lo largo de los últimos años (Santa Ana).

El primer programa de reasentamiento masivo realizado en Manizales llevó a la conformación del barrio El Paraíso, asentamiento que resultó en 1987 del traslado de 425 familias humildes que habían sido damnificadas por deslizamientos o que vivían en sectores amenazados por este fenómeno en cinco barrios de la ciudad. El ejercicio se limitó a la entrega gratuita de un lote seguro donde los hogares podían ubicar el rancho donde habían vivido hasta el momento, desmontando y trasladándolo con facilidad, puesto que los asentamientos de origen solían ser de guadua (bambú) y materiales de recuperación. Desde el punto de vista físico-espacial, el proceso de evolución del barrio consistió, después de unos años, en la construcción por parte del municipio, de una unidad básica en obra negra (espacio múltiple, baño, cubierta y emplazamiento de una puerta de entrada y un vano, (Fotos 13 y 14). Más adelante, cada familia a su ritmo y gusto amplió la unidad, en general con ladrillos o bloques de cemento. Actualmente, más de veinte años después del inicio del proceso, la urbanización está muy consolidada, ya no hay rastro de los orígenes, la transformación físico-espacial se ha ido realizando al ritmo y gusto particular de cada hogar, generando una gran heterogeneidad a nivel de número de plantas, fachada, materiales, textura, color, etc (Fotos 15 y 16). Desde el punto de vista del uso público, el sector cuenta con equipamientos básicos (escuela, colegio, puesto de salud, cancha de deporte, iglesia, comercio de proximidad), pero con muy pocas zonas verdes y el espacio público “de borde” es muy limitado, pues el barrio está rodeado por una vía principal (Foto 1) de la ciudad, situación que sí permite tener acceso a un buen servicio de transporte.

 


Foto 13. Unidad básica entregada por el municipio después de unos años. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 14. Todavía, muchas familias viven en la unidad básica. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 15. Los procesos de consolidación individual son muy variados. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 16. Consolidación y heterogeneidad. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 

En el ámbito socio-económico, en ningún momento se tuvo en cuenta el contexto particular de las familias objeto del proceso, situación que también era generadora de vulnerabilidad. Por consiguiente, las variables como educación, empleo, salud o convivencia no se consideraron. Esta visión muy técnica y casi exclusivamente desde la geología generó una serie de situaciones que demostraron el fracaso a corto y mediano plazo del proceso.

Es así como al poco tiempo de haberse trasladado, un número significativo de familias vendió el lote seguro adjudicado de manera gratuita y se devolvió a su barrio de origen, lo cual por supuesto anuló la iniciativa del municipio. Dicha práctica se pudo presentar porque las autoridades no ejercieron ningún control sobre el proceso, pues consideraron que con esta reubicación espacial, habían cumplido su misión.

De igual manera, por el desempleo, la falta de acompañamiento social hacia la comunidad, el contexto social del nuevo asentamiento El Paraíso mostró señas alarmantes de deterioro a través del tráfico de drogas, armas, inseguridad, prostitución, etc. Efectivamente, el trasteo no es solamente material, pues los usos, costumbres y otros modos de vida también se trasladan de un lugar a otro, para bien o para mal…

Paulatinamente, la comunidad del sector se fue consolidando por “autoconstrucción” y por la intervención de algunas ONGs y universidades locales, hasta llegar a su situación actual de cierta estabilidad donde los pobladores expresan un alto nivel de agrado hacia sus condiciones de vida, pero el proceso de mejoramiento de la calidad de vida fue lento.

En la siguiente década, la urbanización Yarumales (Foto 2), al contrario de la situación anterior, se pensó de manera holística y podría ser calificada de modelo a seguir. En 1993, la CVP y la organización El Minuto de Dios realizaron un programa de gestión global de reubicación, que duró dos años. Efectivamente, el proyecto consistió no solamente en reubicar a las 36 familias, sino también en trabajar temas socio-económico-culturales con la comunidad por reubicar, bajo la forma de talleres semanales y con participación obligatoria de todos los miembros de la familia; entre otras, se realizaron capacitaciones en el campo de la modistería, zapatería y panadería, a fin de que las familias pudieran generar los ingresos necesarios a su sostenimiento y al pago de las cuotas de la nueva casa. Además, El Minuto de Dios era consciente que era fundamental tratar de conformar una comunidad donde no existía, pues las familias que iban a ser reasentadas vivían inicialmente en barrios distintos, por consiguiente tenían que aprender a conocerse.

Era evidente que la vulnerabilidad que se pretendía mitigar por medio del proyecto no se limitaba a la expresión de factores físico-naturales o técnicos, sino que también se debía a un contexto social, cultural y económico poco favorable sobre el cual era necesario actuar tanto en el interior de las familias, como a nivel comunitario, es decir, con una visión de hábitat acertada.

En cuanto a las dimensiones físico-natural y físico-espacial, el proyecto también expresó una mirada amplia y sobre todo sin los estereotipos habituales “proyecto pobre para pobres”. El lote escogido para el desarrollo del programa estaba ubicado en un sector ya consolidado y tradicional de la ciudad que contaba con todos los servicios e infraestructuras mínimas. Desde el punto de vista urbanístico, las áreas libres se componían de antejardines, circulaciones peatonales, un pequeño parque infantil, una cancha de deporte y una zona de parqueo, actualmente todos en excelente estado, como prueba del sentido de pertenencia de la comunidad (Foto 17).

Finalmente, con relación al diseño urbano-arquitectónico del proyecto, éste fue realizado por un grupo de estudiantes y profesores de arquitectura, cuyo resultado permite observar una real búsqueda de diseño y unas áreas construidas de alrededor de 55 m2 distribuidos sobre dos plantas habitables en el momento de su entrega (Foto 18).

En 1995, las familias se pasaron al nuevo barrio Yarumales y, después de quince años de haber sido entregadas, apenas el 10% de las construcciones ha sufrido una remodelación o ampliación, lo cual demuestra que los pobladores se han sentido a gusto con el proyecto inicial.

 


Foto 17 . Un entorno urbanístico muy agradable. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 18. Un proyecto habitablemente digno. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 

Hasta la fecha, en Manizales, esta experiencia ha sido única, pues como se verá a continuación, los últimos procesos de reasentamiento del presente siglo (San Sebastián, Samaria, Santa Ana, Portón del Guamo y Mirador de Monteleón) fueron planteados con una visión muy limitada y errónea desde el enfoque del hábitat.

La urbanización Santa Ana correspondió a la solución de vivienda que el municipio, por medio de la CVP, se comprometió a entregar a las familias damnificadas durante la noche del 18 de marzo de 2003, cuando en tres horas, se registraron 144 mm de lluvias, las cuales ocasionaron innumerables deslizamientos de magnitud considerable en varios sectores inestables de la ciudad.

 


Foto 19. Una urbanización orientada hacia la fuerte pendiente, afectando la calidad de vida. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 20. La orientación de las viviendas impide aprovechar la visual Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 21. Zonas de cesión sin adecuación. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 22. Falta de conexión urbanística con el entorno. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 

El sector consta de 11 manzanas que reagrupan 392 casas (y no viviendas) de 29m2 cada una (Foto 06), sobre un lote de 35m2, adonde las familias damnificadas se pasaron a vivir en octubre de 2005.

Inicialmente, la urbanización estaba diseñada respetando las curvas de nivel, situación recomendable en terrenos de ladera, pero para permitir una circulación vehicular y con fines de rentabilidad, el proyecto está orientado en el sentido de la pendiente con vías y áreas de cesión muy inclinadas (Foto 19), edificaciones escalonadas (Foto 20) y un difícil uso de los espacios públicos que, además, carecen de equipamiento (Foto 21). Adicionalmente, la constructora se limitó a organizar el estricto perímetro interno de la urbanización, y por consiguiente, las conexiones con el entorno fueron inexistentes durante varios años (Foto 22).

Siempre desde el punto de vista urbanístico, el acceso a las casas es poco práctico y de uso exclusivamente peatonal por medio de escalas estrechas (Foto 23) y en el campo arquitectónico, la urbanización presenta unas características poco adecuadas cuando de hábitat se trata. Es así como a nivel arquitectónico, la solución supuestamente “habitacional” (Foto 06) se compone de un espacio social (18,8m2, incluyendo un corredor), una habitación (7,9m2), un patio (5,2m2) y un baño (3,25m2), de los cuales tiene que “disfrutar” un grupo familiar, siempre numeroso. Esta situación genera por supuesto un hacinamiento crítico que no permite separar los usos social, privado e íntimo, pues estas tres categorías se tienen que desarrollar compartiendo espacios, los cuales se dividen por medio de cortinas o divisiones virtuales de uso (Foto 24).

 


Foto 23. Acceso exclusivamente peatonal y complicado. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 24. La estrechez obliga a la subdivisión del espacio inicialmente social. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 25. A cada fachada, su escalera. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 26. La alcoba en la sala. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 27. La cubierta multi-uso permite duplicar el espacio habitable. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 


Foto 28. Problema de humedad en la cubierta. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 

De esta manera, el espacio social o de servicios se vuelve privado, transformándose en alcoba (Foto 26), y la estrechez también obliga a la ocupación de la cubierta que pasa a ser terraza donde juegan los niños, se toma el sol, se seca la ropa o se mantienen animales domésticos (Fotos 25 y 27). De hecho, la urbanización refleja la etapa de transición multidimensional en la cual se encuentra la comunidad reasentada. La distinción entre modos de vida urbano y rural no es clara, la primera planta parece urbana, mientras los usos de la terraza-cubierta son netamente rurales con la presencia de criaderos de animales cercados como en una finca.

La carencia espacial se manifiesta, como en muchas situaciones similares, y obliga a la ocupación de los espacios públicos, convirtiéndolos en espacios privados; es el caso de los antejardines.

En este tipo de asentamiento, es muy común observar que el lugar de vida representa además una fuente de ingresos que permite, entre otras, poder responder por la responsabilidad financiera adquirida para la compra de la casa, ya que el proyecto no contempló la sostenibilidad económica de las familias. Es así como, en los mismos 29m2, se puede desarrollar una pequeña actividad comercial como una tienda, un estanquillo o una peluquería.

Por supuesto, las pocas condiciones de habitabilidad no se limitan al área construida, sino que también se aplican a las condiciones lumínicas (un solo vano), acústicas (se comparte un muro con la casa vecina), de ventilación y humedad (la cubierta-terraza genera filtración de agua, Foto 28).

Por no haber sido tomados en cuenta en el momento del diseño y por la poca integración del concepto de hábitat en la edificación de la urbanización, los habitantes o más bien, las personas en proceso de construcción de su “habitan(t)-bilidad”, han priorizado las transformaciones de su entorno, necesarias al mejoramiento de su calidad de vida y han optado por ampliar su casa, pintarla o sacarle provecho económico, demostrando que el anhelo es pasar de la casa a la vivienda.

Es así como, al poco tiempo, han ido apareciendo (sin mayor respeto de las normas) la segunda y la tercera planta, los ventanales, los balcones o los colores personalizados, procesos que, con frecuencia, se acompañan de la desaparición del patio.

Con el fin de evidenciar las diferencias entre estos tres modelos de reasentamiento presentados, se resume la información más relevante en la tabla 1.

La comparación de estos tres proyectos permitió entender que las políticas en materia de reasentamiento son coyunturales y no responden a una visión integral y madura de la situación, que podría dejar esperar que su fin es participar del desarrollo sostenible de las poblaciones reasentadas. Pocos programas se llevan a cabo a nivel de hábitat y muchos no salen de la problemática físico-natural de la ladera.

 

Tabla 1: Características multidimensionales del reasentamiento Fuente: Anne-Catherine Chardon.

Ubicación del nuevo sector

Nº de familias reasentadas

Qué se entregó

Condiciones de entrega y desarrollo de la unidad residencial

Equipamientos, infraestructuras en el momento del reasentamiento

Oportunidades laborales en el sector en el momento del traslado

Acompañamiento a la comunidad antes del reasentamiento

Acompañamiento a la comunidad antes del reasentamiento

Problemas de convivencia, inseguridad después del reasentamiento

Paraíso

(1987)

Sector poco consolidado

425

Un lote vacío.

Después de unos años, el municipio construye una unidad básica en obra negra con un espacio múltiple y un baño.

Lote y unidad básica gratis.

El desarrollo progresivo de la unidad con recursos de la familia.

No

No

No

No

Yarumales

(1995)

Sector consolidado

36

Una unidad de 55m2 aproximadamente, terminada.

Cuota inicial de 600 USD.

Participación de 700 horas en la obra.

Pago de una cuota mensual durante 20 años. Valor cuota 2010: 30 USD.

Urbanización al pie de una avenida y al frente de un colegio.

Zona de parqueo.

Zonas verdes, parque infantil, cancha de deporte.

Transporte público.

Comercio de proximidad.

Iglesia.

Locales equipados para taller de modistería, zapatería y panadería, destinados a la misma comunidad.

Sí.

Talleres comunitarios semanales durante dos años.

Sí durante varios meses.

No

Santa Ana

(2005)

Periferia no consolidada

392

Una unidad de 29m2 en obra negra, incluyendo baño y lavaplatos. Posibilidad de ampliación hasta tres plantas para superficie total de 72m2.

Subsidio nacional y subsidio municipal equivalente al 60/70% del valor del bien.

La parte faltante se financia a mínimo 10 años.

Pavimentación de andenes y vías internas.

Transporte público.

No

No

No

 

Estos comentarios desde afuera hacia adentro, sobre las características más importantes de la práctica del reasentamiento, necesitan ser contrastados con la visión propia de los pobladores y entonces, al respecto, se van a relacionar algunos aspectos de la encuesta.

 

El Hábitat de destino… habla el poblador

Al 81% de las personas reasentadas encuestadas, les gusta el sector donde viven, con los más altos porcentajes registrados en las urbanizaciones más antiguas (95% en El Paraíso y 92% en Yarumales) y apenas alrededor de un 60% en las más recientemente construidas. A pesar de esta expresión alta de satisfacción, al 51% le hubiera gustado ser reubicado en otro sector, para poder vivir más cerca del centro y en un sitio más sano. De manera general, los aspectos buenos de la zona de residencia corresponden a la presencia de vecinos, la tranquilidad/seguridad y el transporte.

En el momento de contestar sobre los aspectos negativos de la urbanización, la gente expresa la inseguridad y la drogadicción. Estos problemas representan un leitmotiv en el discurso de las personas entrevistadas que, apenas en un 26%, comentan que la seguridad es buena en su barrio, mientras el 39% lo afirmaba del barrio de origen. La población expresa así que estos indicadores representan condiciones sine qua non de buena calidad de vida, mucho antes que variables posiblemente más evidentes como el empleo o la salud. Además, las cifras muestran que sobre el tema específico de la seguridad, el proceso aun empeoró la situación de origen que inicialmente no era buena.

En cuanto a nivel de equipamiento, servicios y entorno, se evidenció que el sitio de destino presenta una peor situación que la que se comentó para el barrio de origen, a excepción del servicio de transporte (Gráfico 2).

 


Gráfico 2. Fuente: Anne-Catherine Chardon.

 

Sin embargo, a pesar de esta pérdida grande en equipamientos, las personas entrevistadas, más allá de gustarles el sector, también comentan en un 78% que desde que se pasaron al nuevo lugar, su vida cambió y en su mayoría, de manera positiva, principalmente por haber accedido a la propiedad y a vivir sobre un terreno seguro. Importa comentar que de igual manera, se registraron cambios negativos relacionados con la lejanía del sector, la pérdida del empleo, el aumento de los gastos y la inseguridad.

A la escala del elemento fundamental del hábitat para los pobladores, es decir su vivienda, en un 81% les gusta su casa actual con porcentajes muy inferiores para los habitantes de Santa Ana (67%), donde los 29m2 entregados no satisfacen. En ciertas urbanizaciones, las bonanzas de la casa se deben a factores intrínsecos (amplia, bonita, de material) y en otras, se deben a características extrínsecas (es propiedad de uno, la ubicación), porque las propias de la casa no permitirían valorarla positivamente. En cuanto a los aspectos negativos de la casa, las críticas se dirigen hacia el pequeño tamaño del bien y los problemas de humedad.

Con relación a la vida cotidiana, el ambiente semi rural que se podía observar alrededor de las casas de origen, ya casi no existe, desaparecieron los animales de finca y la presencia de cultivos es insignificante.

Finalmente, a fin de tener la sensación general de las personas con relación al proceso, se quiso saber si se consideraban beneficiadas o perjudicadas y el 78% afirmó ser beneficiado por haber podido acceder a la propiedad privada y vivir en una casa sin riesgo. Las personas que estiman ser perjudicadas, principalmente en las urbanizaciones más recientes, argumentan el aumento de los gastos y la estrechez de la casa.

Se puede deducir entonces que, según los pobladores, el agrado relativo hacia el nuevo lugar de vida se debe en gran parte a una resignación porque no tuvieron otra opción de cambio de vida y al logro del gran sueño de las clases media y baja colombianas, ser propietario de un bien en mampostería en un sitio seguro, sin importar el precio socio-cultural por pagar.

 

Conclusión

A la luz de los ejemplos comentados, se pudo observar que, en materia de reasentamiento, la praxis está todavía lejos de la teoría que se planteó en un principio y que se puede considerar como válida. Esta situación posiblemente se debe a un desinterés político-administrativo por un real desarrollo sostenible de los pobladores, excepto la preservación de su vida, puesto que se constató que en la mayoría de los aspectos, las personas vivían más acorde con sus hábitos y necesidades antes que después del traslado. Este escenario generalmente conlleva a una adaptación forzosa de las familias reasentadas, a su nuevo lugar de “vida”, donde, paulatinamente, tratan de construir un hábitat soportable. En el Paraíso, se demoraron casi dos décadas.

Esta frustración también se observa a través de las expectativas de las personas en cuanto a procesos de reasentamiento, pues la encuesta mostró otros ámbitos de exigencia como una casa grande, agradable, terminada, que no representó gastos adicionales a los acostumbrados, en el marco de un proyecto donde ellas podrían ser actores, esto es participar de las etapas del proceso. El estudio comprobó que la casa es efectivamente el elemento central de un proceso de reasentamiento, tanto en el imaginario de la comunidad como por parte de las instituciones a cargo de los programas.

A nivel institucional particularmente y a través de entrevistas llevadas a cabo con los responsables de las entidades o servicios a cargo de los procesos, se evidenció una visión muy limitada y sesgada del concepto de vulnerabilidad, considerada provocada exclusivamente por factores físico-naturales y físico-espaciales. En ningún momento, los procesos se enmarcan dentro del concepto integral y sistémico de “hábitat”, por consiguiente, los proyectos actuales corren el riesgo de no solucionar completamente la situación de vulnerabilidad de la comunidad afectada y además, pueden propiciar la continuidad o la creación de otros factores de vulnerabilidad. Esto significa que en los procesos de reasentamiento, el concepto de vulnerabilidad no solamente se tiene que contemplar como punto de partida, sino también como una situación posible a la cual se puede llegar o volver a llegar si el proceso de reasentamiento no se desarrolla de manera adecuada. Por medio de la articulación de los intereses de todos los actores y de una real dialéctica entre los distintos niveles de intervención (unidad habitacional, barrio, ciudad), importa construir una ciudad habitable, tanto desde la urbe como desde la polis.

 

Notas

2El presente artículo presenta en su segunda parte, algunos resultados de una investigación llevada a cabo entre los años 2007 y 2009 sobre el tema "Procesos de reasentamiento de poblaciones urbanas vulnerables en contextos de amenazas naturales: modelos de análisis desde la complejidad del hábitat, el desarrollo y la sostenibilidad", financiada por la Universidad Nacional de Colombia y COLCIENCIAS.
3Florián, 2002; Fadda & Jirón & Bilbao, 2000; Franco, 1996.
4Heidegger, 1994.
5Santos, 2000.
6Tarchópoulos Sierra y Ceballos Ramos, 2003.
7Yori, 2007.
8Moreno Jaramillo, 2002.
9Arias Vilas, 1987.
10Laborde, 1994.
11Rabinovich Behrend, 1996.
12García, 1976.
13Yori, 2007.
14González Escobar, 2002.
15Giraldo Isaza, 1993.
16Chardon, 2008.
17Quarantelli, 1978.
18Drabeck, 1986.
19Anderson y Woodrow, 1989.
20Cannon, 1991.
21Ratick, 1984.
22Blaikie et al., 1996.
23Chardon 2002, 2008.
24Partridge, 2000.
25Duque Botero, 2006.
26Robles Joya, 2008.
27Hurtado Isaza, 2010.
28Orozco Bermúdez y Guerrero Carvajal, 2008.
29Chardon, 2010.
30Ceballos Ramos ed., 2008.
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------ Del espacio ocupado al lugar habitado: una aproximación al concepto de topofilia. 2005. 32 p.

 


Fecha de recepción: 18.06.10
Fecha de aceptación: 15.10.10