Revista invi Nº 53, Mayo 2005, Volumen 20 : 181 a 199

ESPACIO HABITACIONAL COLECTIVO Y MEJORAMIENTO EN DOS CITÉS DE SANTIAGO, CHILE (1)

Manuel Dannemann R. 

Antonia Rebolledo H. 

Ricardo Tapia Z.

Resumen

En el contexto de aplicación de un proyecto de investigación de la Universidad de Chile que tiene como título Vivir en un cité, su equipo de investigadores presenta un avance del mismo y unas primeras conclusiones referidas a esta forma de habitación urbana popular destacando en él las acciones de mejoramiento habitacional que se han llevado a cabo en dos cités objeto de estudio, bajo un enfoque interdisciplinario desde la antropología, la historia y la arquitectura. Se entrega un análisis preliminar a partir de la metodología aplicada y se describen unas primeras conclusiones a partir de los resultados obtenidos en un primer año de trabajo.

Palabras Clave: Cités, Mejoramiento, Espacio, Cultura, Comunidad.

Abstract

Within the context of a Universidad de Chile research Project called Living in a cite, the research team presents a preview and some early conclusions. Such conclusions refer to this particular way of low income urban housing and they stress the housing improvement actions undergone by these cites. The approach is interdisciplinary, including anthropology history and architecture. A preliminary review is given considering the methodology used and some early conclusions taken from the first year of work are presented.

Key Words: Cites, Improvements, Space, Culture, Community.

I. INTRODUCCIÓN

En el desarrollo de las ciudades latinoamericanas es posible encontrar ciertas similitudes en la forma histórica de ocupación de los centros de los cascos antiguos de las principales capitales y que corresponde a la lectura de las tendencias de los modelos de desarrollo que han estado sobre ellas y el rol que jugaron y juegan en el concierto de las grandes urbes globalizadas. Para el caso chileno fueron los cités, una forma de habitación que si bien aún perdura en Santiago de Chile tiende a desaparecer sin oponer resistencia como consecuencia de los procesos de renovación de tales centros y que responden a una arrasadora dinámica de gestión inmobiliaria, reflejo de la expresión urbana del modelo económico vigente que deja amplia cabida a la acción e impacto del mercado privado en vivienda. A pesar de ello, esta particular forma de habitación aún se presenta en nuestra ciudad capital y creemos necesario presentar sus peculiaridades en beneficio de su valorización y de quienes las habitan.

No es errado señalar que la relación entre espacio, vivienda y conducta humana existe y ha sido científicamente comprobada, por lo menos en su forma general. Al decir del destacado antropólogo social Carlos Munizaga, “la vivienda, este artefacto cultural material que [el ser humano] forjó, influye a su vez sobre su propia mente, sobre su cuerpo y sobre las relaciones sociales del hombre tales como las de su mismo grupo familiar”.(2) Bajo esta premisa se busca conocer de qué manera y en qué aspectos el hecho de habitar en un tipo de vivienda específica, en este caso el cité, se manifiesta en la conducta y el diario vivir de sus moradores.

El equipo de investigadores compuesto por un etnólogo, una historiadora y un arquitecto pretenden aportar a la investigación de las relaciones del espacio con la cultura en Chile a través del conocimiento de la vida de los habitantes de cités, en este caso de la ciudad de Santiago.

Dado el énfasis temático, el del mejoramiento y mantención del parque habitacional urbano, se destaca ese factor, posiblemente como consecuencia de un conjunto de interacciones entre lo espacial, lo temporal, lo social, lo cultural, lo psíquico y lo medioambiental.

Se presentan algunos antecedentes históricos, del programa de mejoramiento de cités de la municipalidad de Santiago para posteriormente dar a conocer un avance del proyecto y su relación con el mejoramiento del parque habitacional. Se termina con unas conclusiones preliminares que responden a la aplicación del método concerniente al tipo de vivienda estudiada.

II. ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Los cités corresponden a un tipo de habitación que se desarrolló en Chile en las primeras décadas del siglo XX teniendo fuerte presencia en Santiago, su capital. Junto a los conventillos y pasajes fueron un tipo de vivienda característica de las familias pobres y obreras de la urbe de esos años y el cual todavía es posible encontrar vigente y en buen estado de conservación.

En su origen están las primeras respuestas de la sociedad al problema de la carencia habitacional de las familias más modestas que habitaban las zonas urbanas más densificadas en lo que algunos especialistas definen como el “enfoque higienista” de lo que fueron los primeros atisbos de políticas habitacionales, al resolver estas carencias por razones fundamentalmente de salubridad pública y filantrópicas.

Para el caso de Santiago de Chile influyó en ello la acción edilicia del intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna en la década de 1870, cuando en base a una serie de medidas promueve la desaparición de los asentamientos precarios periféricos junto al apoyo a la construcción de viviendas para obreros y sectores modestos. Influye además la presión de las primeras organizaciones populares y sus exigencias reivindicativas en torno al problema de la vivienda. Adicionalmente la preocupación por la cuestión social desde la iglesia católica a través de la creación de sociedades benefactoras y la acción del Estado sobre lo mismo posibilitan la creación de los Consejos de Vivienda Popular (1906), lo que junto a incentivos a privados dan origen a la expansión de esta categoría de habitación.

Esta forma de habitar los centros de las ciudades no es un fenómeno exclusivo de Chile, manifestado en su ciudad capital en esas décadas. Es la expresión local de una tendencia común a la mayoría de las grandes ciudades de Latinoamérica que experimentaban procesos similares en cuanto a urbanización, ensanches urbanos y acciones de transformaciones de las áreas centrales (CYTED, 2002). Estos centros empiezan a cambiar de funciones, apareciendo la movilidad y emigración de familias de mayor nivel económico hacia nuevos barrios junto a la intensificación del uso del suelo, subdivisión de casonas y palacetes que combinan en forma mixta, viviendas comercio y servicios. Estas nuevas formas de habitación son llamadas mesones, conventillos, vecindades, ciudadelas, cuarterías o barbacoas en La Habana y en otras ciudades tales como Montevideo, Lima, Buenos Aires, Ciudad de México, por citar algunas. En ellas, muchas veces se manifiestan períodos y expresiones de tipo reivindicativo por parte de los habitantes, apropiación y acciones que responden a la instalación de sectores pobres dentro de estas áreas urbanas, presionando por la búsqueda de mejores expectativas de vida en ellas. Gran parte de este dinamismo en aquellas ciudades tiene bastante de construcción informal a diferencia de lo acontecido en Chile con los cités que más bien obedece a la intervención de agentes públicos y privados.

Según una publicación de la Municipalidad de Santiago (Dirección de Obras, 2000) entre fines del siglo XIX y 1940 se construyeron el 83% de los cités y pasajes de esta ciudad, existiendo al 2000 en la comuna de Santiago, 453 cités y 32 pasajes.

A juicio de algunos autores esta tipología habitacional se ubicó en un tipo de manzana denominada “penetrada” como consecuencia de la única vía de acceso y espacio común de convivencia peatonal que ellos presentan. A diferencia de los pasajes que tienen al menos dos vías de acceso los cités solo tienen uno. Para mayor precisión en la definición, usamos la siguiente para el cité: “conjunto de viviendas, generalmente de edificación continua, que enfrentan un espacio común, privado, el que tiene relación con la vía pública a través de uno o varios accesos”… “Su denominación tiene como origen esta forma especial de relacionarse con el espacio público que recuerda la cité o ciudadela medioeval amurallada” (3), si bien, a juicio de Adrián (Adrián, 2002:3), esta tipología está inspirada y adaptada de las cités ouvrières de las ciudades industriales europeas.

Para los efectos de una mayor comprensión de las tipologías de cité estudiadas, se toma como referencia una ordenación tipológica de otro estudio de la Municipalidad de Santiago, el cual define al menos cuatro tipologías: a) Cité aislado simple, unidad única en su forma en la manzana, con un solo acceso hacia la calle y penetrando parcialmente a la manzana. b) Cité aislado edificio, relacionado por un acceso único a la calle, compuesto por un edificio de fachada a la calle y una prolongación tipo cité al interior de la manzana. c) Cité conjunto simple, unidad compuesta por lo menos dos o más cités al interior de la manzana, presentando una unidad arquitectónica y r e l a c ion ado s perpendicularmente por la misma calle en sus accesos. d) Cité conjunto edificio, unidad compuesta por un edificio de fachada a la calle y una prolongación de dos o más cités al interior de la manzana, relacionándose a la calle por sus accesos.

Muchas veces fueron diseñados por arquitectos más o menos anónimos y en muchos de ellos no se tiene registro de su autor y/o año de construcción. Sus características arquitectónicas, la calidad de sus materiales, tamaño, la dimensión, estética y formalidad de sus viviendas y su ubicación en los cascos urbanos con respecto del centro de la ciudad y servicios, daban cuenta de las diferentes condiciones socioeconómicas  de sus habitantes, pudiéndose observar una amplia gama de tipos de cités. De acuerdo a la información obtenida en otros estudios efectuados el año 2002, en gran parte del casco histórico de Santiago se mantenía la cantidad de cités registrados el año 2000, teniendo éstos como promedio de viviendas, un total de 6 a 12 por unidad.

Datos socioeconómicos de estudios encargados por la institución Hogar de Cristo destacaban que en el 2002 más del 75,3% de los encuestados que habitaban las viviendas colectivas en la zona centro de Santiago en donde se incluían los cités, percibían un ingreso igual o menor a 120 mil pesos mensuales, lo que permite concluir que estos grupos, en general, pertenecen al primer quintil de ingresos.

III. EL PROGRAMA DE RESTAURACIÓN DE CITÉS Y PASAJES DE LA MUNICIPALIDAD DE SANTIAGO

El programa de restauración de Cités y Pasajes de la Municipalidad de Santiago se inició motivado como respuesta al impacto que el terremoto de 1985 causó en el casco antiguo de la comuna. Desde 1990 se refuerza con más recursos y personal profesional privilegiando la solución a problemáticas de carácter básico en los espacios comunitarios de los cités y pasajes. Su objetivo es el de promocionar y estimular la participación de los residentes de cités y pasajes de la comuna, creando comités de vecinos, para realizar proyectos de adelanto en los espacios comunes, mejorando la calidad de vida de sus residentes.

El programa es llevado a cabo por la Corporación para el Desarrollo de Santiago, CORDESAN, bajo una línea o área de trabajo llamada “Gestión urbana”, la cual junto con el programa ya presentado, incluye otros dos llamados “pintura de fachadas” y “mejoramiento de viviendas”. Su equipo técnico está compuesto por un arquitecto jefe, dos constructores civiles, una asistente social y un técnico de terreno. La asesoría consiste en dar apoyo a los vecinos para la elaboración del proyecto de mejoramiento solicitado al programa a través del equipo técnico; la valorización económica de las obras; un financiamiento municipal de al menos el 50% del costo de los trabajos y el otro 50% financiado por los vecinos; contratación e inspección de los trabajos y garantía de los proyectos realizados. Para acceder al programa los vecinos a través de sus dirigentes deben cumplir con una serie de requisitos de postulación exigidos que requieren el consentimiento formal de la mayoría o todos los vecinos según la envergadura del mejoramiento.

FOTO Nº 1. CITÉ EN CALLE GORBEA. ESTADO DEL CITÉ ANTES DE APLICARSE EL PROGRAMA DE RESTAURACIÓN DE CITÉS Y PASAJES DE LA MUNICIPALIDAD DE SANTIAGO. FUENTE: CORDESAN.

En el período 1992- 2001 se realizaron 507 mejoramientos en los espacios comunes de cités y pasajes de la comuna. Los tipos de mejoramientos se pueden dividir en dos grupos en relación a su mayor o menor costo. De mayor costo, la pavimentación y alcantarillado en el espacio comunitario así como la colocación de remarcadores de agua potable para cada vivienda. De menor costo, varias obras, tales como iluminación de espacios comunes, pinturas de fachadas, citofonías, rejas de acceso y obras menores. En este período, un 50% de los recursos aproximadamente, se ha utilizado en colocación de rejas e iluminación por partes iguales, evento que da cuenta de la necesidad de protección del cité con su exterior. El mejoramiento de la iluminación responde además de la percepción de seguridad a la necesidad de embellecimiento y apropiación visual del espacio común en horas nocturnas por parte de los habitantes.

FOTO Nº 2. CITÉ EN CALLE GORBEA. ESTADO DEL CITÉ DESPUÉS DE APLICARSE EL PROGRAMA DE RESTAURACIÓN DE CITÉS Y PASAJES DE LA MUNICIPALIDAD DE SANTIAGO. FUENTE: CORDESAN.

Según información de la Corporación, del 100% de las obras (668 en total) ejecutadas a la fecha en cités, en un 56,5% de ellos se han podido ejecutar entre una a dos, siendo ese porcentaje el más generalizado y que da cuenta del promedio de logros de la organización interna de los cités. (foto Nº 1 y Nº 2)

IV. LOS CITÉS EN ESTUDIO Y SUS CARACTERÍSTICAS ARQUITECTÓNICAS

El cité ubicado en Avenida Libertador Bernardo O’Higgins Nº 2542 habría sido construido entre 1930 y 1933.(4) Las veintiséis casas que lo componen están dispuestas en forma de una U invertida, es decir, enfrentadas unas con otras, en torno a un eje peatonal central, siendo el único acceso al lugar una puerta metálica que da a dicha Avenida. De acuerdo a la tipología de cités anteriormente presentada, éste correspondería a uno de tipo cité aislado - edificio, puesto que el edificio de tres niveles que lo antecede, reconoce la escala de sus pares de la fachada que se ubican en esta arteria vial de Santiago. La vista panorámica que se obtiene desde la entrada remata al fondo con una llamativa torre coronada con una cúpula. (foto Nº 3)

En el ingreso hay un espacio de 2 mts., de ancho limitado por muros a ambos costados, la primera parte está techada y el resto al aire libre, a continuación están emplazadas las viviendas. (foto Nº 4)

Este espacio, que mirado desde dentro aparece como un túnel, es la antesala del cité propiamente tal. Espacio libre que sirve para las reuniones de los vecinos y para la ubicación de una pizarra, en que se entrega información de interés para ellos. El mantenimiento de este lugar, en cuanto a su orden y aseo, es asignado a los residentes de las distintas casas, que semanalmente se turnan para ello.


FOTO Nº 3. VISTA DEL INTERIOR DEL CITÉ ALAMEDA EN DONDE SE OBSERVA EL MEJORAMIENTO DEL ESPACIO COMUNITARIO Y LA EXISTENCIA DE MOBILIARIO PARA USO DE LOS RESIDENTES.

FOTO Nº 4. ARCO DE INGRESO EN CITÉ ALAMEDA. TIPOLOGÍA CITÉ AISLADO- EDIFICIO.

FOTO Nº 5. CITÉ SAN FRANCISCO. VISTA DEL ESPACIO COMUNITARIO DESDE LA CALLE. AL FONDO SE OBSERVA EL CAMBIO EN LA DENSIDAD Y ALTURA DE EDIFICACIÓN.

Las cuatro primeras viviendas del conjunto, dos y dos por lado, son distintas a las veintidós restantes. Estas son de dos pisos mientras que el resto, de una sola planta se resuelven en un piso. El espacio libre que queda entre las dos hileras de casas, o patio común, está adornado a lo largo del mismo por plantas en grandes maceteros y por luminarias instaladas en postes y frente de cada vivienda, se ubican escaños. El suelo es de pastelones de hormigón, de igual color en todo el segmento, lo que da unidad y sensación de mayor amplitud.

La pintura exterior es igual para todas las viviendas del cité lo que contribuye a acentuar la imagen de la fachada continua del mismo y a dar un aspecto de orden y limpieza al lugar. Los colores escogidos son el rojo colonial para la parte inferior de los muros y los antejardines y crema para el resto. Esta combinación también se aplica a la torre emplazada al fondo del cité.

La vegetación del lugar se completa con la que encontramos en los antejardines de algunas casas. Ella es variada y abundante, elegida a gusto de cada vecino y va desde árboles frutales hasta arbustos y plantas ornamentales, e incluso plantas medicinales.

Por su parte el cité de San Francisco 366 dataría desde 1908, fecha en que fue construido como vivienda para los trabajadores de la Posta Central.(5) Correspondería a la tipología de cité aislado edificio. Está integrado por 18 casas, y al igual que el anterior tiene un solo acceso. Desde la entrada puede advertirse claramente que éste está emplazado en un terreno en pendiente, lo que consecuentemente divide al conjunto en dos partes. La unión de ambos sectores está dada por una escalinata de tres peldaños. (foto Nº 5)

FOTO Nº 6. UBICACIÓN DEL CITÉ EN SU ACTUAL ENTORNO BARRIAL.

En ornamentación, la gran diferencia está dada aquí por el uso del color. Las casas están pintadas con distintos colores en sus fachadas, lo que les da su propia identidad cromática, proyectando una imagen de vitalidad y alegría. En este caso cada vivienda se individualiza principalmente a través del color, expresándose así lo privado en lo público. A su vez, las fachadas de las viviendas al conformar los límites del espacio comunitario pasan a ser parte de él, fortaleciendo sus atributos positivos.

Un arco metálico en la mitad del patio, de cuyo centro pende un gran farol y maceteros -de distintos tamaños, materiales y formas- con plantas a lo largo de este, completa el escenario comunitario.

En cuanto a los servicios y equipamiento cabe consignar que los dos cités en estudio poseen portones eléctricos con citófonos y cuentan con luz eléctrica, agua potable, red de alcantarillado y teléfono.

En ambos se han realizado las transformaciones necesarias para la instalación de medidores individuales en los suministros de luz y agua. En este orden de cosas podemos advertir claramente la coexistencia de los intereses individuales y colectivos.

En los dos cités su tendencia estilística responde a un clasicismo popular, común en el Santiago de comienzos del siglo XX. Los componentes arquitectónicos más característicos son las líneas horizontales del zócalo y de las cornisas y la regularidad en el ritmo compositivo de los vanos verticales. El cité de Alameda B. O’Higgins 2542 tiene su ingreso definido por un volumen de más de dos pisos de altura que en épocas pasadas tuvo como destino un hotel, hoy en abandono. Esta altura da cuenta de la alta densidad edificatoria del sector para la cual el cité corresponde. Su emplazamiento en sentido norte- sur facilita el ingreso de la luz solar en su interior, característica que refuerza su calidad espacial. El ritmo compositivo unitario de sus fachadas le otorgan unidad a la totalidad de la propuesta arquitectónica. El cité de San Francisco tiene una volumetría de ingreso de un nivel de altura acorde con la densidad que históricamente tenía el sector, y que hoy ha sido modificado y aumentado como se comprueba en el hecho de que este cité está flanqueado por edificios de más de diez pisos de altura, situación que le genera conos de sombra sobre él, característica que afecta negativamente la calidad de vida de sus habitantes. (Foto Nº 6)

Las viviendas en su interior tienen una altura de piso a cielo, superior a los tres metros, aspecto que permite ampliar el espacio en sentido vertical y que ayuda a disminuir el efecto negativo de las superficies de las viviendas que no es holgado.

En cuanto a la materialidad, las fachadas exteriores de las viviendas son de ladrillo trabado hecho a mano, los muros divisorios interiores, en tabiques de madera revestidos con barro y paja. El ritmo regular que presentan las estructuras resistentes de los cités, sumado a las pocas modificaciones realizadas a las viviendas originales y a la mantención y buena conservación por parte de sus propietarios, les han permitido resistir adecuadamente a los sismos. Las puertas y ventanas son de madera, bien conservadas.

Su ubicación y entorno

Los dos cités en estudio se encuentran ubicados en la comuna de Santiago, relativamente cercanos al casco histórico fundacional de la ciudad. El de Alameda en un sector eminentemente comercial, en las inmediaciones de la Estación Central, en tanto que el de San Francisco lo está en una zona más residencial, pero sólo a unas cuantas cuadras de la Alameda y junto a una importante arteria vehicular como es la calle San Francisco.

Es esta, su ubicación, una de las características que los habitantes de los cités más valoran y aprecian. Le dan importancia por la comodidad que implica el tener cerca el barrio cívico, es decir, donde se encuentra la mayoría de los edificios públicos, como ministerios, Tribunales de Justicia, Contraloría, Tesorería General de la República y Gabinete Nacional de Identificación, entre otros. Es donde están las principales tiendas comerciales, los museos y edificios históricos, los cines, teatros y otros lugares de esparcimiento y diversión, además de importantes centros de salud. Ello sin mencionar la Casa de Gobierno.

En su opinión todo lo que necesitan “está a la mano”. Así se trate de realizar un trámite, medicinarse, salir de compras o divertirse. Se ahorra tiempo, por las distancias, pero también se ahorra dinero porque a veces es posible llegar a donde se desea a pie. “Estamos en pleno centro”, dice una entrevistada. “Las casas no serán tan bonitas –aunque yo amo mi casa- pero eso es lo que vale, estar cerca de todo”.(6)

Las variadas y numerosas posibilidades de transporte urbano e interurbano con la consecuente facilidad para desplazarse a cualquier punto es otro elemento altamente apreciado.

Hay residentes que han tenido la oportunidad de vivir en otros sectores de la ciudad, como en Diagonal Paraguay, Recoleta y Maipú, y que no han llegado a acostumbrarse luego de tres años.

Otra ventaja es la seguridad ciudadana. Por tratarse del centro de Santiago sus habitantes sienten que hay mayor vigilancia y seguridad que en las villas o poblaciones, donde a su juicio hay más desorden y asaltos.

Sin embargo, la facilidad y comodidad para acceder a estos sitios no es la única razón de la importancia asignada a la ubicación de sus viviendas. Advertimos que se otorga una valoración especial a las viviendas emplazadas en el centro de Santiago y una consiguiente sub valoración o cierta descalificación de aquellas construidas en los alrededores de la ciudad o suburbios.

No importa aquí lo añoso de la vivienda, ni el poco espacio disponible o su equipamiento; prevalece por sobre todo el lugar en que ella está instalada. Es una cuestión de status. Vivir en el centro tiene una connotación especial para sus habitantes. “El centro siempre es el centro”, dicen.

En suma, además de un activo uso de los espacios públicos del entorno hay una incorporación de éstos en los discursos de los entrevistados y en la recreación mental del entorno.

Existe una “apropiación” del centro. Los habitantes de los cités en estudio entienden el centro de Santiago como “su barrio”. Al recorrer a pie grandes extensiones los vecinos del sector efectúan una “incorporación práctica o efectiva” de los lugares en su vida diaria y en su rutina.

Para los residentes del cité de San Francisco, por ejemplo, un paseo al Parque O’Higgins, una misa en la Iglesia de Los Sacramentinos, una visita al médico en el consultorio ubicado en Copiapó con Nataniel y las compras en la feria de calle Coquimbo se inscriben en su radio de acción cotidiana.

Este sentido de identidad y pertenencia puede apreciarse, también, en lo que se refiere al cité mismo. Así como hay un reconocerse e identificarse con el barrio, existe claridad en cuanto a formar parte de un conjunto específico de personas que conviven en un espacio común. Este vínculo no está dado exclusivamente por la conformación urbanística o arquitectónica del cité, sino por la conciencia de formar una comunidad o grupo, distinto incluso a otros que viven en igual tipo de conjunto habitacional.

El de San Francisco, según señala una de sus moradoras -no sin cierta satisfacción-, es conocido en el sector como “el pasaje de los cuicos”, por el aspecto que éste presenta y por la conducta de sus habitantes. Hay preocupación de los vecinos porque las casas estén pintadas y por el aseo y limpieza del lugar, cosa que, al parecer, no sucede en los cités cercanos.

Pero las diferencias no estarían circunscritas sólo a los cités en sí, sino de acuerdo a sus propios testimonios, también a las personas que allí viven. “La gente de mi pasaje se ve diferente”, dice Natalia. Una preocupación por el cuidado y apariencia personal, por el vestuario y por las buenas costumbres marcaría la diferencia. “Cuando salen, todos se preocupan de cómo van, las señoras se pintan y van a la peluquería, aquí respetamos a los mayores… No sé si tiene que ver con la educación y con algo que se aprende en la familia”, añade.(7)

Cabe consignar la notoria “resistencia” de los entrevistados a rotular el conjunto habitacional en donde residen como “cité”. Habitualmente usan otras palabras en reemplazo, incluso algunas que por definición no corresponden a éste, como “pasaje” o comunidad.

Es probable que ello se deba a una percepción negativa de esta denominación o al desconocimiento real de su significado. Al parecer existe en ellos una

confusión entre los antiguos “conventillos” y los cités, asociándose a los primeros con la extrema pobreza, el hacinamiento y el mal vivir. No es del todo equívoco el pensar que se le vincule con determinadas costumbres o estilo de vida negativos.

De hecho la palabra conventillo “la asociamos mentalmente a las habladurías sobre terceros y que llamamos conventilleo en lenguaje popular, cuyo origen está en que en estas viviendas la vida privada quedaba expuesta y a merced del comentario del resto de los co-habitadores”.48

La ubicación de estos tipos de viviendas, los cités, integrados total y armónicamente a la trama urbana de la ciudad, permite a sus habitantes incorporar su patio central como uno de tipo semi-privado dentro de la red de espacios urbanos que forman parte de un barrio o sector. Es un espacio de uso privado pero a su vez forma parte de la ciudad y su historia urbanística, y por ende se incorpora como patrimonio de todos los ciudadanos que los pueden disfrutar visualmente. Estos aspectos, sumados al hecho de que los patios centrales son partes constituyentes de la imagen que el cité presenta al resto de la ciudad, son dos factores que potencian y estimulan su mejoramiento por parte de quienes lo habitan.

V. LOS CITÉS Y SUS MORADORES

  1. Composición

En ambos cités la proporcionalidad etárea se inclina significativamente a los adultos mayores. En uno constituyen cerca de un 80 por ciento del total y en el otro un 70 por ciento, característica que ayuda a fomentar el uso del patio central, su mobiliario y su cuidado, debido al tiempo libre de que dispone este grupo etáreo.

En el cité de Alameda hay sólo 22 niños de corta y mediana edad, en tanto que en San Francisco se registran nada más que 4. La presencia de jóvenes y adolescentes es también muy exigua, produciéndose aquí una verdadera emigración de ellos.

Es probable que la partida esté asociada al matrimonio y a la formación de sus propias familias junto al deseo de tener sus viviendas en un lugar distinto al de sus padres, concretando así su independencia.

No hay claridad en lo que respecta a la situación económica de los residentes de los cités en estudio. Hasta ahora sólo se cuenta con la información entregada por los entrevistados y ella es muy exigua. La señora Silvia Ambler, del cité Alameda, comenta, “aquí… todos son de clase media… creo yo. Uno no sabe las entradas de cada uno”.(9)

Con todo, no deja de llamar la atención que se desconozca la ocupación o trabajo, o la situación económica, de personas con las que se ha convivido por décadas. Es preciso disponer de más elementos que ayuden a definir si esto es muestra de un gran respeto por la privacidad de los otros, o bien, reticencia a referir detalles que permitan situarlos en un tramo de la escala económico-social que no es el deseado, o que les produce una sensación de menoscabo o inferioridad.

La gran mayoría, eso sí, son dueños de las viviendas que ocupan, aspecto que incide positivamente en el cuidado de éstas y de los espacios comunes y particularmente del patio central. Sólo tres o cuatro casas no están habitadas por sus dueños sino por arrendatarios. Si bien, en general, los entrevistados llegaron a los cités a vivir con familiares o a arrendar alguna pieza o casa, hoy por hoy se han convertido en propietarios.

De hecho ellos piensan que una de las razones para que los otros cités de los alrededores hayan ido desapareciendo, dando paso a los edificios de departamentos en altura, en un intenso repoblamiento de Santiago Centro, es que estaban habitados principalmente por arrendatarios. Sus dueños ante una buena oferta habrían vendido rápidamente. Al respecto Luisa Arrué comenta: “Aquí ha habido intentos de compra, pero las personas mayores, que aquí se sienten a sus anchas, no han querido vender”.(10) Yo pienso que nosotros nos vamos a quedar hasta el final…”

  1. Interacción y relaciones humanas

En los habitantes de estos cités existe un concepto de comunidad claramente definido, es decir, tienen conciencia de pertenecer a un grupo, a un conjunto de personas unidas por un determinado entorno habitacional y arquitectónico, pero también por intereses, afectos y vivencias comunes. Según su propia definición, constituyen “una gran familia”.

Ciertamente, esta puede ser una denominación un tanto subjetiva e idílica, producto del deseo conciente o inconsciente de proyectar una buena imagen ante personas ajenas a la comunidad. Sin embargo, hay elementos que permiten pensar que existe entre ellos un conocimiento y relación de cercanía, resultado de la interacción diaria, poco común en los habitantes de las grandes ciudades.

En el cité de Alameda, por ejemplo, donde los habitantes superan el centenar, una vecina al contestar una de nuestras preguntas enumera e identifica por su nombre, sin dificultades, a todos los niños y jóvenes que allí viven.

No obstante, y como en todo grupo humano, se advierte la existencia de núcleos internos que surgen, entre otras razones, por la cercanía de las casas, la afinidad de edad y personalidades, el desempeño de cargos directivos en la organización propia de la comunidad, o al origen racial o procedencia nacional.

En la memoria de los habitantes del cité de San Francisco, especialmente en aquellos que llegaron allí siendo niños, permanece claro el recuerdo de un grupo de vecinos de procedencia alemana. Adultos que experimentaron en carne propia los distintos episodios y vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial y que llegaron a Chile para vivir en forma tranquila. Según su apreciación ellos constituían un círculo más bien cerrado, interactuando principalmente entre sí más que con el resto de los vecinos, y aunque convivían sin conflicto prevalecía su reserva y distancia.

Asimismo, la normal tendencia de las personas a reunirse con aquellas de su mismo rango de edad o generación, no es ajena entre los habitantes de los cités, dando paso, consecuentemente, a la existencia de sub grupos o núcleos en ellos.

Con frecuencia, las actividades, juegos y comportamientos propios de los estamentos que integran un grupo humano se traducen en el rico y diverso escenario de la vida diaria. Sin embargo, en ocasiones, como las del presente estudio, cuando hay una marcada desproporción entre la población infantil y la compuesta por adultos y personas de la tercera edad, es esta última la que da la pauta de las normas conductuales de la comunidad, imponiendo su sello en ella.

“No podemos estar en la puerta de la casa conversando hasta las tres de la mañana -declara un joven entrevistado-. No podemos hacer fiestas, porque vive gente de edad, por eso salimos”.(11)

Pero, aunque esto es una realidad, no quiere decir que los grupos directivos o los adultos no estén conscientes de la situación, y que incluso manifiesten su preocupación o deseo de modificarla.

“Los jóvenes no tienen el espacio para divertirse - comenta un vecino-. Nos habría gustado tener una casa desocupada para que jugaran ping-pong, se reunieran o hicieran una fiesta. (12).

Esta actitud da cuenta de una buena comunicación y de un claro ejemplo de coexistencia entre los intereses individuales y colectivos, posponiéndose en algunos casos los primeros en beneficio de los segundos. Y si bien es probable que en la práctica no lleguen a constituir “una gran familia”, como ellos señalan, sí es cierto que conforman un grupo humano que ha establecido mecanismos de convivencia y respeto en el diario vivir muchos más estrechos de los que comúnmente observamos. Es más, pensamos que el cité, dadas sus características estructurales, constituye un espacio de sociabilidad con peculiares características, según se verá más adelante.

  1. Organización comunitaria

La presencia de líderes naturales o dirigentes ha sido un factor determinante en la organización comunitaria de los cités en estudio. Se reconocen en ellos cualidades innatas que les han permitido obtener beneficios para los vecinos.

“Gabriel es más empeñoso, emprendedor, “busquilla” –dice una vecina-. Él fue a la Municipalidad a hablar” (13).

La organización interna de las comunidades no sólo dice relación con las funciones que desempeñan quienes ejercen los cargos de la directiva sino también con cada uno de los habitantes de los cités. De forma tácita o escrita ellos se han dado una normativa o reglamentación para regular distintos aspectos a fin de mantener una buena convivencia.

“Hay un reglamento de comportamiento: de lo que está y no está permitido,… ahí se incluyen las mascotas. Todo lo hicieron de común acuerdo y para darlo a conocer se repartió una vez como informativo. Ahora no existe…, pero todos saben…” (14).

Problemas puntuales que afectan a la comunidad en su calidad de vida, en su patrimonio o en su materialidad es lo que ha motivado, generalmente, la organización de los vecinos.

En el cité de Alameda recuerdan que una de las primeras razones por que se movilizaron fue el deseo de instalar una puerta de entrada para evitar el ingreso de comerciantes o de transeúntes que se desviaban del camino en busca del Hotel Marconi. Luego, la instalación de remarcadores individuales de luz y agua, el cambio de luminarias y de pintura. Actualmente, el problema más serio que enfrentan como comunidad es la grave contaminación acústica que genera una Iglesia Evangélica ubicada en el vecindario y el canal de televisión de su propiedad. Han recurrido a la Municipalidad, a la prensa y a los tribunales para lograr una solución.

Curiosamente, son casi los mismos móviles que encontramos en el cité de San Francisco. También es recurrente que ante arrendatarios que contravienen las normas, o trastocan el diario vivir, los vecinos se unen para hablar con el dueño de casa y expulsarlos.

El pago de cuotas periódicas o la solicitud de colaboración casa a casa es la forma de solventar los gastos de menor cuantía, tales como una pequeña celebración o para ir en ayuda de algún vecino que pase por dificultades, económicas o de salud.

Para gastos más importantes que tienen que ver con arreglos o hermoseamiento del cité, y que requieren de una mayor inversión, hay otras alternativas. Una de ellas son las rifas, las que por lo general se efectúan una vez al mes. Víveres no perecibles o una canasta familiar, preparada con donaciones de los propios vecinos son los premios para el ganador. Otra es la venta de papas fritas, completos o anticuchos, (15) al interior del cité.

Y, por supuesto, también está la formulación de proyectos para acceder a dineros concursables que ofrece la municipalidad o el gobierno.

Es por esto, tal vez, que los dirigentes de los dos cités en estudio se relacionan tanto con sus respectivas juntas de vecinos, las que identifican perfectamente, como con la Municipalidad de Santiago. Asisten a las reuniones, están informados de las actividades que éstas llevan a cabo, participando, incluso, en algunas de ellas.

No obstante, donde más intensamente funcionan es a nivel de comunidad. Los vecinos del cité de San Francisco están realizando los trámites legales que los conviertan en la “Comunidad San Francisco” y los de Alameda ya se autodefinen como tal hace tiempo.

VI. EL CITÉ COMO ESPACIO DE SOCIABILIDAD Y CULTURA

Los habitantes de los cités tienen conciencia de que no viven en casas costosas, elegantes, ni de excelente construcción, es decir, saben que no cuentan con lo “óptimo” desde el punto de vista material, pero no dudan al decir que gozan de una calidad de vida muy superior a la de cualquier otro santiaguino que vive en una población o en un edificio de departamentos. Afirman que disfrutan de “ventajas” que hoy por hoy son muy difíciles de encontrar. Entre otras, la estrecha familiaridad con sus vecinos, la permanencia de valores que ya se han perdido, el vivir seguros y tranquilos, la confianza, la solidaridad y el afecto.

Si bien la vida familiar, propiamente tal, se desarrolla al interior de las casas, es en el patio (o espacio común) donde se da la vida comunitaria: es este el lugar de encuentro, organización, festejo y tránsito.

En cierto sentido el patio cumple con un rol de espacio semipúblico y de alguna manera reemplaza a la calle y la plaza, pues es escenario de algunas de las actividades que en éstas se dan, tales como paseo, entretenimiento, reunión, descanso y juegos. Tiene, eso sí, en comparación con ellas, una limitación, su estrechez. Sin embargo, posee por sobre éstas una gran ventaja: la seguridad. En tiempos en que la violencia, la agresión y la delincuencia amenazan el uso de los espacios públicos tradicionales (como calles, parques y plazas), la seguridad y la protección se transforman en bienes altamente preciados.

En verano, al atardecer, los habitantes del cité de San Francisco sacan sus sillas hasta la puerta de sus casas, en el patio, para tomar aire fresco y conversar. Es aquí también donde los niños juegan, sin grandes peligros ni riesgo para la tranquilidad de sus padres.

El patio es, sin duda, un espacio aglutinador. Aquí se reúnen también los vecinos para resolver en conjunto un problema que los aqueja o para tratar algún tema de interés para la comunidad.

Al parecer, la propia disposición de las viviendas y de los distintos espacios del cité facilitan una dinámica interacción entre sus habitantes, lo que da lugar a una intensa convivencia entre ellos, que involucra diversos aspectos de su existencia. 

Este espacio, por otro lado, constituye, por su ubicación y características, una permanente vitrina que expone la vida de los habitantes del cité a los ojos de todos los vecinos. Entradas, salidas, llegadas de parientes y visitas, etc. Todo, se quiera o no, es conocido o advertido por los miembros de la comunidad.

Asimismo, eventos como enfermedades, nacimientos, matrimonios o muerte son de dominio de toda la comunidad, que se impone de ellos, participando de los mismos, por lo menos como testigo.

Creemos que esta permanente “interacción” y los largos años compartidos, dan lugar al afecto, a la tolerancia, a la confianza, también a algunas diferencias entre ellos, pero en definitiva, a la buena convivencia y a la creación y consecuente fortalecimiento de lazos afectivos.

Esto hace que la gente, especialmente los mayores, deseche la idea de dejar estas viviendas e irse a otros lugares.

“La gente mayor…, antigua –comenta un vecino-, aunque por situación económica de sus hijos les han ofrecido cambiarse, se niegan a dejar el pasaje…, por la familiaridad y el cariño que aquí tienen”. (16)

Existe confianza a toda prueba, y es común que “cuando uno se va de vacaciones –añade otra entrevistada- entregue las llaves al vecino para que le cuide la casa”.(17)

La tranquilidad y la seguridad que ofrecen los cites, ante el medio externo, también ayuda a consolidar las relaciones internas.

“Yo siempre mantengo la puerta de mi casa abierta”, (18) dice un entrevistado, lo que a su juicio es impensable en otra parte. “Aquí todos se conocen, es tranquilo, no hay droga, no hay bulla”. (19)

Pero si, como dijimos, la forma en que se ubican las viviendas, el conformar una “comunidad” o vivienda colectiva compuesta de varias unidades habitacionales y el transitar a diario por un mismo espacio común contribuyen de manera efectiva al encuentro y al conocimiento entre las personas, esto no implica que se desdibujen los espacios propios, ni la intimidad de cada uno. Así lo grafica el siguiente comentario:

“No es que pasemos en las casas de los otros, pero todos nos conocemos”.

Y si bien, como en todo grupo humano, hay ocasiones en que inevitablemente surgen diferencias o desavenencias, existe un decidido esfuerzo por mantener la armonía. Incluso más allá de las meras relaciones humanas, involucrando situaciones que eventualmente pueden tornarse en foco de discrepancias, como es la posesión de mascotas.

En el cité de Alameda, por ejemplo, la fauna es muy variada y abundante. De hecho prácticamente todos los vecinos dicen tener una mascota. Hay perros, gatos, hamster, canarios, etc. Pero sus dueños tienen el cuidado de que ellas no causen molestias a los vecinos, ya sea por sus ruidos, tráfico o los daños o suciedad que pudiesen provocar. Más bien los mantienen dentro de sus casas.

Pero es en las situaciones de aflicción en donde más claramente podemos advertir el afecto y las expresiones de solidaridad, que afloran en los cités cual si se tratase de una verdadera familia.

Si algún vecino se enferma, no importa la hora, siempre habrá alguien dispuesto a acompañarlo a la posta o a un hospital para recibir atención necesaria.

Al respecto Natalia comenta: “Una se siente acompañada…Yo siento más familia a mis vecinos que a mis consanguíneos. Por ejemplo, ahora que tuve a mi hermana enferma… todos me ayudaron”. (20)

En la muerte todos se hacen presente ya sea ayudando económicamente o colaborando en los trámites, apoyando a los familiares, pero por sobre todo asistiendo a las ceremonias fúnebres y al cementerio.

“Cuando ha partido un vecino todos lo acompañamos…, en forma espontánea…, somos como una gran familia”. (21)

En consecuencia, y de acuerdo a lo señalado, nos atrevemos a pensar que en los cités se produce un tipo de sociabilidad propia y característica, no fácil de encontrar en otros lugares.

Usos, costumbres y atmósfera sicológica

Como hemos visto, los residentes de los cités en estudio se sienten “afortunados”, y declaran disfrutar de una buena vida, pues las diferencias o peleas de menor importancia que se producen de tarde en tarde no opacan el ambiente de tranquilidad y buena convivencia.

Esta atmósfera hace que muchos de ellos no consideren siquiera la posibilidad de vivir en otro lugar, manifestando su intención de permanecer aquí “hasta el final”.

“Yo amo mi pasaje. De aquí al Parque del Recuerdo”, dice categóricamente una vecina (Silvia Hambler).

Nos parece que el mantenimiento de determinados usos y costumbres han contribuido a crear este ambiente de bienestar y estabilidad, que les hace sentirse “cómodos”.

Un elemento que perdura en los cités, desafiando el paso del tiempo y las modas imperantes en el Santiago de hoy, es la comida. Resulta interesante comprobar que los habitantes de los cités “siguen cocinando”. Es decir, continúan preparando a diario sus alimentos, tal como ocurría en todos los hogares de la ciudad hace tan sólo algunos años.

Los testimonios obtenidos indican que la comida es parte de los temas de conversación cotidiana entre las vecinas de los cités. Comentan qué prepararon, o están preparando para sus familias, existiendo todavía la costumbre de “convidarse” cuando se trata de un plato o postre especial. Sin perjuicio de que hagan algunas compras en los hipermercados, las dueñas de casa continúan frecuentando la tradicional feria para adquirir los productos del consumo familiar.

Pensamos que una de las razones fundamentales para que hayan perdurado aquí estas costumbres es que, en la mayoría de las familias que habitan en los cités seleccionados, las mujeres han cumplido el rol de madres y dueñas de casa, ocupándose de todas las labores tradicionales del hogar, y entre ellas, la cocina. Su trabajo y su tiempo esta dedicado por completo a la familia y por extensión a la casa. En está contexto la preparación de los alimentos aparece como una tarea cotidiana de importancia para ellas y su grupo familiar.

Actualmente, las mujeres se han incorporado de manera significativa a la fuerza laboral del país, lo que les ha restado tiempo en estas tareas, viéndose obligadas a traspasarlas a otros, o a facilitarlas con el fin de realizarlas. De ahí el creciente reemplazo de la cocina tradicional o “casera” por la comida rápida y los locales de expendio de comida preparada.

Nuestras entrevistadas, en cambio, se han mantenido al margen de este proceso, ejerciendo, como hemos dicho, sus roles tradicionales. Incluso aquellas que aún no han constituido sus propias familias y están solteras continúan los usos de las mayores en lo que a la cocina se refiere.

Los platos que se cocinan son los mismos que tradicionalmente se servían en la mesa de la familia chilena. Cazuela, humitas, legumbres, carbonadas son guisos frecuentes en el menú de los habitantes de los cités. Y aunque también recurren al pollo con papas fritas o a las pizzas, lo hacen, según cuentan, ocasionalmente.

El tiempo, la dedicación y el esfuerzo que implica la preparación de estos platos, postres y bebidas no ha impedido que ellos “sobrevivan” aquí y que las distintas familias que habitan estos cités los sigan disfrutando, como antes.

Otra costumbre que los vecinos de los cités luchan por mantener vigente es la celebración de fiestas colectivas como el 18, la Navidad y Año Nuevo. Para muchos perdura hasta hoy el grato recuerdo de los festejos que se realizaban cuando eran niños y en los que todos participaban entusiastamente. Reconocen con nostalgia que los tiempos han cambiado, y que estos encuentros no tienen las características de antes, pero se apresuran en señalar que esta disminución del interés por reunirse es una cuestión propia de esta época, y que ellos se esfuerzan por revivir.

“Un año, para la Pascua –comenta un entrevistado- se hizo una representación (en el patio del cité) y un vecino se disfrazó de Viejo Pascuero y bajó desde la torre que tenemos al fondo. Ahora todos esos niños para los que se hizo la representación ya no están…, se han ido…”.

“Para Navidad y Año Nuevo –añade otra vecina- se sacaban las mesas al patio y celebrábamos todos juntos… Eso se ha perdido… Hoy la mayoría sale”. (22)

Con todo, en el Cité de Alameda, invariablemente, año a año, cada diciembre, un árbol de Navidad adorna el lugar. Se trata de un gran árbol comunitario, instalado en la mitad del patio, para el disfrute de sus habitantes. El árbol que cada uno instala en su hogar no impide la existencia de este otro. Tampoco se ha perdido la costumbre de regalar dulces a los niños de la comunidad en estas fechas. Con el dinero de los mismos vecinos se compran distintas golosinas y se les reparte a todos.

“Si hay fondos se compra de ahí, si no se hace una colecta especial, un vecino va a comprar, la señora Silvia prepara unas bolsitas de género para cada uno, y a otra persona le toca repartir. Así nos organizamos. Cuando hay más plata se les hace una once y la mesa se pone en la mitad del pasaje”.(23)

Existe consenso en que el interés por reunirse está volviendo, que hay un renacer de la costumbre de celebrar todos juntos. Según dicen: “Hay espíritu para ello, pero se necesita organización”.

En el cité de San Francisco, en el año 2000, para celebrar la instalación de los remarcadores de agua organizaron una fiesta en la que todos participaron entusiastamente. Como fue en septiembre invitaron un grupo folklórico para amenizar la convivencia, el que consiguieron en la Municipalidad de Santiago.

En ambos lugares también se preocupan de “engalanar” para Fiestas patrias.

“Para el 18 el pasaje se arregla bien… con banderitas y guirnaldas” (24)

En el ámbito religioso también podemos corroborar la permanencia de ciertas prácticas, comunes antes en todas partes, pero que ahora son menos frecuentes, especialmente en la capital.

En el cité de Alameda, por ejemplo, la señora Silvia señala que “es una costumbre, todos los años, reunirse para rezar el mes de María”. (25) Mientras que en el de San Francisco Luisa comenta que allí “toda la gente va a misa en los Sacramentinos”.(26)

Tanto en un cité como en el otro prácticamente todos se declaran católicos, aunque con distinto grado de observancia.

Hay un respeto, según nos dicen, por “las otras religiones” y cada uno “puede creer en lo que quiera”. De hecho “se sabe de un señor que parece que es evangélico. Pero nadie lo molesta”.

Es importante hacer notar que se acepta el derecho a elección de cada uno, y se respeta la diferencia, siempre que profese su culto en su casa, o sea, en privado. En otras palabras prevalece el uso de la mayoría, o la opción de ésta.

Otro elemento homogeneizador presente en los dos cités en estudio es el nivel socioeconómico de los residentes. Aunque, como ya dijimos, no disponemos de los suficientes elementos para determinarlo con exactitud, a simple vista no apreciamos grandes diferencias. Las casas que hemos visitado, la apariencia y el vestuario de las personas con quienes nos hemos reunido, y las conversaciones con ellos sostenidas dan cuenta de un cierta “igualdad” en cuanto a los recursos de los que disponen. Aparentemente todos poseen lo suficiente para vivir con mediana tranquilidad, satisfaciendo sus necesidades fundamentales, situación que los distingue con respecto del común ingreso monetario de los habitantes de la generalidad de los cités, que es más precario.

VII. LOS CITÉS ESTUDIADOS EN RELACIÓN AL PROGRAMA DE RESTAURACIÓN DE CITÉS Y PASAJES DE LA MUNICIPALIDAD DE SANTIAGO

De acuerdo a antecedentes municipales, el cité de Alameda Nº 2542, entre 1992 y 2001, ha logrado implementar cinco proyectos de mejoramiento. En el año 1992, uno de rejas; 1994, pavimentación; 1995, remarcadores de agua potable; 2000, pinturas de fachada; 2001, iluminación. Esta cantidad y continuidad de proyectos realizados en el tiempo demuestra la existencia de una comunidad activa, reafirma su dinámica interna y los factores que la potencian, constatados en las entrevistas aplicadas. Solo un 5,2% de los cités que participan en el programa municipal han logrado estos resultados. El cité de San Francisco Nº 366, según las fuentes ya citadas, entre 1992 y 1994 gestionó y ejecutó tres proyectos. En 1992, rejas; 1993, rejas y 1994, obra menor. Dentro del universo de cités que han logrado tres obras, este número corresponde al 18,4%. El municipio no tiene registro de la colocación de remarcadores, un logro del año 2000. Todos los proyectos han mejorado los atributos físicos del espacio o patio colectivo, más allá de que también hayan mejorado la confortabilidad de las viviendas en cuanto a servicios de agua potable, alcantarillado, electricidad y comunicaciones.

Es probable entonces, que sendos cités hayan realizado más acciones comunitarias de mejoramiento a través de la gestión directa, sin apoyo del municipio, hecho que reafirma aún más la capacidad organizada de las comunidades conformadas al interior de ellos y que se concretiza en obras materiales en beneficio de todos sus habitantes.

VIII. CONCLUSIONES

Por lo antes presentado, pareciera que, en muchos aspectos, en los cités el tiempo se ha detenido. En el mantenimiento de ciertos valores, o de ciertos usos y costumbres, que en otros lugares ya se han perdido, o están en franca retirada. También en el trato entre las personas, que establecen lazos que perduran, “como antes”. Y tal vez es precisamente esto lo que seduce a sus habitantes, que desarrollan aquí un tipo de vida particular. Esa cotidiana forma de vida que se expresa en el habitar de una “gran casa” en torno a un solo patio, junto a lazos de profunda vecindad va posibilitando que estos espacios colectivos se transformen en lugares de fuerte identidad, significación y valorización que promueven su apropiabilidad y por añadidura, su mejoramiento.

La conciencia de formar una comunidad de años, la percepción de sentirse perteneciente a un grupo, la coexistencia de intereses individuales y colectivos, la presencia de líderes naturales y comunitarios, un nivel socioeconómico más o menos común, generan orgullo de vivir allí. La temporalidad en este caso, colabora al significado, identidad y valorización de los espacios habitacionales colectivos los cuales tienen asociado a ellos una historia común vecinal. Estas características, refrendadas por la categoría de ser propietarios, son desencadenantes fundamentales para sentir la necesidad de mejorar estos espacios en el cité. Esa área, junto a las fachadas unitarias de las viviendas, el número limitado de ellas, la proporción y escala de los volúmenes arquitectónicos, cooperan a percibir este espacio como un gran patio familiar, el cual hay que cuidar y mejorar.

Las viviendas no han tenido modificaciones mayores y han resistido adecuadamente a los sismos, por lo que al interior de ellas no se constata un deterioro temporal por uso o falta de mantención. Los atributos de éstas en cuanto a condiciones de termicidad son buenos pues responden adecuadamente a las temperaturas bajas del invierno y altas del verano. Esas cualidades de las habitaciones terminan de completar un hábitat privado y público de gran calidad que lamentablemente por la presión de las inmobiliarias está ya bastante amenazado.

Entonces, los atributos arquitectónicos de los cités en estudio, su privilegiado emplazamiento dentro de la ciudad, la conectividad total con la misma sumado al clima de buena convivencia interna, al parecer, son factores que también han posibilitado el interés y un mejoramiento efectivo de los espacios colectivos y su mobiliario urbano interior que los destacan dentro del universo catastrado por la municipalidad a través de su programa de mejoramiento. En terreno se ha podido constatar que los vecinos han llevado a cabo otros proyectos que no están listados en el gobierno local pero que sí han sido ejecutados por ellos, como por ejemplo, la colocación de bancas en el cité Alameda o el cambio de luminarias en el de San Francisco.

Hay otros factores constatados por el proyecto en los cuales hay que ahondar para descubrir aquellos aspectos que posibilitan el mejoramiento de esta arquitectura: necesidad colectiva de protección ante el exterior, incluyendo el ruido ambiente como factor amenazador a la tranquilidad vecinal; mejoramiento de los servicios de agua y electricidad para la optimización de gastos familiares; hermoseamiento estético y visual de las viviendas mediante pintura de fachadas y arreglo de luces comunitarias. La satisfacción de estas necesidades y sus respuestas de mejoramiento serán de mejor calidad y resultados según las posibilidades que tengan sus habitantes para constituirse en vecindarios activos.

El fomento y subsidio del gobierno local de ciudades con centros patrimoniales en acciones de mejoramiento que llevan aparejadas un reconocimiento del valor histórico de tipologías habitacionales valoradas como tales, es otro factor de gran influencia que potencia los deseos de sus habitantes por mejorar sus condiciones de vida comunitaria y material. Afortunadamente en las últimas décadas ha empezado a surgir cada vez con más fuerza el interés de los Estados y gobiernos locales por recuperar y preservar el patrimonio arquitectónico construido en esas áreas, reconociendo detrás de ese cometido que tal patrimonio es también un componente de desarrollo asociado al rol e imagen que se le quiera dar a determinadas ciudades. Detrás de esas decisiones hay una evaluación de lo que se quiere preservar, rescatar o desechar. Potenciamiento del turismo urbano, revitalización de centros en procesos de deterioro mediante fomento de actividades culturales, educacionales o recreacionales, o bien, el reconocimiento de que los centros antiguos de ciudades, además de su valor intrínseco, requieren de la coexistencia con los habitantes de pocos recursos económicos -como lo ha sido históricamente en Santiago- y que también son parte de la economía y el empleo urbano.

Dejar a estos habitantes en estos suelos de alta plusvalía es un obstáculo para el negocio inmobiliario, sin embargo, como se concluye de este estudio, éstos también tienen el pleno derecho a participar de una ciudad que no los excluya y en donde sea posible compatibilizar intereses públicos y privados. Son muchas las ciudades de Chile que aún están a tiempo de recuperar, reactualizar y revitalizar estas formas de habitar que responden a la cultura urbana y la aspiración ciudadana por una sociedad más integrada, participativa y democrática.

El proyecto continuará en su segundo año cuando dará cuenta de los objetivos por alcanzar y podrán ponderarse con mayor exactitud las variables e interrelaciones entre ellas que terminen de aportar a la comprensión integral de esta buena forma de habitación del área central de la principal ciudad de Chile.

Los investigadores del proyecto en referencia y autores de este artículo, agradecen la permanente cooperación de José Moreno, Jefe de la Unidad de Fotografía del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile, y también expresan su gratitud a todos sus colaboradores habitantes de los cités estudiados.

X. ANEXO.

Proyecto DI SOC 03/18-2 (2004-2005). Vivir en un Cité.

El proyecto “vivir en un Cité” corresponde a uno financiado a dos años por el Departamento de Investigación dependiente de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile. La propuesta central de éste, es la “búsqueda de una comprensión orgánica de vivir en un cité, sin limitarse a lo espacial-arquitectónico, o a lo medioambiental, o social, como predominantemente se ha hecho hasta ahora, incorporando esta vez variables con énfasis en lo anímico y en lo cultural, en términos de una interrelación entre ellas y con los planos antes señalados.” (Proyecto SOC 03/18-2:3). Su objetivo general es el de contribuir a la investigación de las relaciones del espacio con la cultura en Chile a través del conocimiento de la vida de los habitantes de cités, en este caso de sectores céntricos de la ciudad de Santiago. Se pretende comprobar los resultados que produce el estudio del vivir en cités, obtenidos mediante una investigación interdisciplinaria y en un plano multidimensional, constituido por la interacción de lo espacial, lo temporal, lo social, lo cultural, lo psíquico y lo medioambiental. Poner a prueba la aplicación complementaria del método etnográfico y hermenéutico, para evaluarlo respecto del objeto- materia de este proyecto, así como para considerar su uso futuro en otros campos. En estrecha colaboración con los dos objetivos específicos anteriores, procurar un aporte al significado que actualmente tiene el vivir en cités como un modo de ser de la sociedad chilena.

NOTAS

1 El presente artículo es un avance del proyecto DI SOC 03/18-2 “Vivir en un cité”(2004-2005) aprobado y financiado por el Departamento de Investigación de la Universidad de Chile.
2 Munizaga, Carlos: La relación entre la vivienda y la conducta humana en la literatura y en las ciencias -sociales, Santiago, Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Universidad de Chile, 1975, p.1.
3 Ortega, Oscar: “El cité en el origen de la vivienda chilena”, en Cuadernos de Arquitectura (Stgo.) Nº 41, 1985: 18-21.
4 Dato entregado por don Néstor Lavín. Entrevista de 23 de diciembre de 2003.
5 Dato entregado por don José Neftalí Cofré. Reunión de 17 de noviembre de 2003.
6 Entrevista a Silvia Ambler. Cité de Alameda. 23 de diciembre de 2003.
7 Entrevista a Natalia. Cité de San Francisco. 28 de abril de 2004.
8 Urbina Carrasco, María Ximena: Los conventillos de Valparaíso 1881-1920. Fisonomía y percepción de una vivienda popular urbana, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso. UCV, 2002, p. 201.
9 Entrevista a Silvia Ambler. Cité de Alameda. 23 de diciembre de 2003.
10 Entrevista a Luisa Arrué. Cité de San Francisco. 22 de enero de 2004.
11 Entrevista a jóvenes del Cité de Alameda. 7 de abril de 2004.
12 Entrevista a don Néstor Lavín. Cité de Alameda.7 de abril de 2004.
13 Ídem.
14 Entrevista a don Néstor Lavín. Cité de Alameda. 4 de abril de 2004.
15 Ídem.
16 Entrevista a don Néstor Lavín. Cité de Alameda. 23 de diciembre de 2003.
17 Entrevista a Luisa Arrué. Cité de San Francisco. 22 de enero de 2004.
18 Entrevista a don Néstor Lavín. Cité de Alameda. 23 de diciembre de 2003.
19 Entrevista a Silvia Ambler. Cité de Alameda. 23 de diciembre de 2003.
20 Entrevista a Natalia. Cité de San Francisco. 28 de abril de 2004.
21 Entrevista a Natalia. Cité de San Francisco. 28 de abril de 2004.
22 Entrevista a Silvia Ambler. Cité de Alameda. 23 de diciembre de 2003.
23 Entrevista a Estela Soto de Lavín. 7 de abril de 2004.
24 Testimonio de Estela Soto de Lavín. 7 de abril de 2004.
25 Entrevista a Silvia Ambler. Cité de Alameda. 23 de diciembre de 2003.
26 Entrevista a Luisa Arrué. Cité de San Francisco. 22 de enero de 2004.

X. BIBLIOGRAFÍA

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DIRECCIÓN DE OBRAS MUNICIPALES DE SANTIAGO. ATELIER PARISIEN D‘URBANISME. El patrimonio. Registro y Análisis del patrimonio urbano arquitectónico. Pág 148 a 189. En: Santiago Poniente. Desarrollo Urbano y Patrimonio. Editor. Dirección de Obras Municipales. I. Municipalidad de Santiago. Santiago, Chile. 2000. 216 p. HIDALGO, Rodrigo. La política de casas baratas. Principios del siglo XX. El caso chileno. En SCRIPTA NOVA, (Barcelona), Nº 55. Enero 2000. 33 p.

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MUNIZAGA, Carlos. La relación entre la vivienda y la conducta humana en la literatura y en las ciencias sociales. Santiago. Facultad de Arquitectura y Urbanismo - Departamento de Ciencias Antropológicas y Arqueología. Universidad de Chile. 1975. 49 p.

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URBINA, María Ximena. Los conventillos de Valparaíso 1881-1920. Fisonomía y percepción de una vivienda popular urbana. Valparaíso, Universidad Católica de Valparaíso. 2002.

Acorde con la metodología utilizada y después de un recorrido preliminar y de visitar varios cités situados en distintos sectores de Santiago como Esperanza, Loreto, Purísima, etc. fueron elegidos dos de ellos: el denominado Comunidad Alameda, ubicado en Avenida Libertador Bernardo O’Higgins y el de San Francisco 366. Las razones dicen relación con a) el número de viviendas que los componen, ni excesivo que impidiera tomar contacto con sus habitantes, ni tan reducido al punto de no ser representativo; b) con la existencia de agente unificador o líder, a modo de enlace con los vecinos; c) la disposición de la comunidad de colaborar en el proyecto, y d) el estado de conservación material de los cités.