Revista invi Nº 60, Agosto 2007, Volumen 22: 7 a 10

EDITORIAL

Desde la creación del Instituto de la Vivienda en 1984, existió en sus fundadores el deseo de difundir su producción académica a través de un impreso, aunque fuera dentro de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Cuando se inició la publicación fue denominada "Boletín" y su edición fue confiada al académico Gustavo Carrasco Pérez. Sin embargo, a los pocos años, por razones de una disminución de su jornada, la edición pasó a la responsabilidad del académico Rubén Sepúlveda Ocampo, asistido por algunos colegas jóvenes como Plinio Tarsetti y María Teresa Peillard. Sin embargo, las convulsiones en la Universidad, vividas durante el período de los rectores delegados, en su mayor clímax con el Rector Federicci, afectaron la estabilidad de la edición, la que pasó por varias manos, como lo fueron, por ejemplo María Teresa Peillard, Ana Rugiero y otros. Durante la Dirección del Instituto por parte de la Profesora Sofía Letelier, se me nombró Director del Boletín, en reconocimiento por haber impulsado la creación del impreso en el primer período que me correspondió desempeñar el cargo de Director del Instituto de la Vivienda en 1986. Desde entonces, agosto de 1991, me correspondió hacerme cargo de la edición del Boletín en calidad de Director.
Por razones académicas, fuimos involucrando a las autoridades de la Universidad en los cargos oficiales y legales de la editorial, en la medida que el Boletín crecía y se daba a conocer. Paralelamente, por otra parte, me correspondió organizar el III Encuentro de la Red Universitaria Latinoamericana de Cátedras de Vivienda (que posteriormente decidimos designarla con la sigla: "Red ULACAV"), el que se realizó en octubre de 1996 y en la asamblea final, me eligieron su Presidente, cargo que desempeñé durante 5 años hasta octubre del 2000. Durante esos años inicié y cultivé una relación simbiótica de apoyo recíproco entre el Boletín y la Red. El primero se alimentaba con la producción intelectual de sus integrantes y la segunda, disponía de un canal editorial universitario para difundir su producción en calidad de extensión. Recuerdo esa época con mucha gratitud y afecto por la Red y sus integrantes. El boletín creció, se dio a conocer internacionalmente, decidimos mejorar su calidad material y editorial, aparte de cambiar su nombre a "Revista INVI" el año 2003 y postularla a los registros SciELO e ISI, cuyas gestiones en el primero están por finalizar. La edición de la Revista INVI exigió una dedicación laboriosa cada vez más fuerte; y en la medida que creció, demandó mayor atención, rigor y formalidad.
Esta labor me representó, también, un crecimiento académico; de hecho me vinculó con muchos colegas e investigadores de gran preparación y calidad intelectual, abriéndome acceso a cultivar amistades con la mayoría, muy enriquecedoras para mi acervo personal, y me permitió, en fin, contactarme con el ámbito intelectual latinoamericano, despertándome aprecio y admiración por la alta calidad humana de todos.
La experiencia vivida durante los años de edición, me permitió reconocer, además, que la Revista INVI, más que una publicación del Instituto de la Vivienda, es manifestación de una corriente intelectual permanente en ideas e iniciativas, fluyente, sin discriminación de ninguna especie, con múltiples aportes y de interés a un público lector masivo igualmente ilustrado. Enfrentado a este atractivo y motivador flujo, como también admirado por la creciente participación de investigadores y estudiosos, me sentía comprometido a ponerme al servicio de todo esto, aparte de cultivarlo y
preservarlo, por el gran beneficio intelectual y social que representaba. Por ello rindo un sincero homenaje y conservo el mejor recuerdo, tanto de colaboradores como lectores. Considerando la interesante labor en la que me encontraba, resulta complejo, si no difícil, explicar esto de sentirse tan atraído y embargado con el trabajo editorial y justo en su máximo clímax, decidir dejarlo, junto con las otras labores del Instituto de la Vivienda, que también constituían una muy atrayente actividad, sintiéndome realizado con todas ellas. El origen de la decisión se vincula con una inquietud que el propio Instituto de la Vivienda sostenía permanentemente sobre el tema de su competencia, muy razonable, justo y de fácil comprensión en diversos medios; pero que al interior del Instituto, por falta de tiempo, no podíamos abordar ni resolver con la profundidad suficiente, quedándonos generalmente con los mayores deseos de hacerlo. Se refiere a que en el hábitat residencial deben considerarse dos vertientes de variables esenciales y primarias que son las de tipo cuantitativo y las de tipo cualitativo.
Se afirmaba con acierto que en la realidad siempre la acción habitacional se concretaba sólo con las primeras, y que las segundas no eran incluidas, con grave perjuicio para las familias habitantes y población en general. La razón era que por ser tan subjetiva, se hacía difícil de precisar, clasificar e incluir sistemática y racionalmente en la conformación del hábitat.
Pues bien, esta visión importante, a mi juicio, y pienso también lo era para todos los académicos del Instituto, fue gradualmente germinando, madurando y plasmándose en un auténtico deseo y voluntad de estudiar el tema en profundidad; verificar si efectivamente es aprehensible y manejable, a la par que con la vertiente cuantitativa que siempre había estado vigente y ha sido determinante en el proceso de la Vivienda Social.
Junto con lo anterior, es necesario considerar que el Instituto de la Vivienda y todo lo que se realiza en su interior es más que atrayente; me atrevería a decir "adictivo" y como tal, es ineludiblemente absorbente y últimamente sobrepasaba la jornada académica, dificultando seriamente el tiempo requerido para la investigación seria y dedicada que me proponía. La única manera de liberarse, como ocurre con toda adicción, es cambiar absolutamente de ambiente y de actividad; aunque signifique nostalgia y dolor.
Para ello busqué argumentos personales irrebatibles. Paralelamente gestioné mi recontratación con menos horas en el Departamento de Diseño, al que siempre he pertenecido, y así dedicar mi tiempo liberado a estudiar en profundidad el tema que embarga toda mi atracción. La edición de la Revista INVI queda en buenas manos; a cargo del académico Ricardo Tapia Zarricueta, quien, no tengo ninguna duda, mantendrá la trayectoria ascendente y probablemente mejore en eficiencia. Mi plan de investigación se materializa objetivamente con búsqueda de recursos y la formalización del tema de la Tesis Doctoral que realizo, que aborda el tema del hábitat residencial donde el factor cultural es lo central.
La cultura, entendida como "el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.",(1) que dicho sea de paso, es el tema del presente número de la Revista INVI, no debe confundirse con los hábitos, costumbres, conductas, religiones, creencias, etc.; éstas son más bien, las manifestaciones de una forma de ser y de situarse ante la vida y la realidad, producto de un proceso de formación y de experiencias sucesivas en el transcurso de la existencia, del crecimiento y desarrollo de una persona o grupo, que en su conjunto han modelado una estructura sistémica de actitudes y disposiciones a reaccionar, consciente o inconscientemente, frente a las nuevas circunstancias de la vida. En este sentido, Clifford Geertz, antropólogo inglés, señala que "la cultura es una serie de dispositivos simbólicos para controlar la conducta, como una serie de fuentes extrasomáticas de información y constituye el vínculo entre lo que los hombres son intrínsecamente capaces de llegar a ser y lo que realmente llegan a ser, uno por uno". (2) Según esto, la cultura subyace entre dos esferas: una inicial en la vida de una persona, potenciada por las capacidades, aptitudes e impulsos de orden genético y representando las múltiples posibilidades de lo que el individuo podría llegar a ser; y otra conformada hasta el presente por lo que el hombre es, según sus experiencias, educación, oportunidades, desafíos, circunstancias, etc. La cultura, en consecuencia, no es externa al individuo ni observable; es más bien un conjunto de razones más profundas que no se deben confundir con las facultades genéticas, sino que surge en el proceso de formación experiencial y circunstancial de los seres humanos; y como tal cada caso humano es único, no es repetible ni tipologizable, por lo tanto solo cabe interpretarla a partir de los hechos observables y los valores que condicionan el desempeño que caracterizan a cada ser, grupo o sociedad. Así es como en el presente número, varios autores aportan perspectivas diferentes basadas en investigaciones y criterios altamente razonados que vale la pena leer reflexivamente. Tenemos un primer artículo de Jorge Di Paula, titulado "Viviendo (en) la vivienda", donde señala que ella no es sólo el escenario donde transcurren las vidas de sus residentes, sino que es asumida como su propio cuerpo ampliado; el artículo pretende revalorizar las estructuras geográficas (espacio) y las formas identitarias (individuos) en la definición del objeto socio-físico que se llama vivienda urbana. También se publica un artículo de Diana Bracho, Carmen Faría y Mariana Paredes, titulado "Dos realidades: dos maneras de habitar conviven hoy en la ciudad, sobre la ciudad de Maracaibo, Venezuela", donde se aborda dos aspectos
estrechamente vinculados: por un lado, la solución habitacional ofertada a grupos socio-económicos de niveles medio y medio-alto y por otro, cómo estos desarrollos establecen nuevos patrones en el quehacer urbano, y nuevos códigos y significados a la memoria colectiva de s us ciudadanos. Se incluye un tercer artículo de Claudio Pulgar Pinaud, titulado "Vivienda indígena, participación y desarrollo local. El caso de la comunidad indígena Kawésqar de Puerto Edén", que deriva de una investigación inicial bibliográfica y de un trabajo participativo con la comunidad, del cual surgió una propuesta arquitectónica y de desarrollo. Ambos fueron trabajos académicos para obtener el título de arquitecto. También se publica un cuarto artículo de Ricardo Tapia Zarricueta, titulado "Caracterización de la urbanización y diseño de viviendas en villorrios agrícolas chilenos. Constataciones a partir de casos regionales", que está referido al análisis de factores incidentes en la caracterización de conjuntos habitacionales rurales (villorrios rurales) y sus viviendas, utilizando como fuente de datos una investigación interdisciplinaria llevada a cabo en la VII Región de Chile, zona en que se desarrolla una fuerte expresión del fenómeno agroexportador rural y un reordemiento de la población rural. Luego cabe mencionar un quinto artículo de Joël Audefroy, titulado "Desastres y cultura: una aproximación teórica" en que a partir de un análisis de los fundamentos de la relación cultura y desastre, expone un panorama sobre la evolución de los conceptos de técnica y de cultura hasta nuestros días. Finalmente se incluye un sexto artículo de Alberto Calla García titulado "Vigencia de recursos endógenos en la producción social de la vivienda rural", donde el objeto de estudio es la vivienda rural en la Cuenca del Río Desaguadero y el Lago Poopo, de los departamentos de La Paz y Oruro en la región del Altiplano central de Bolivia, donde se asienta una población mayoritariamente de origen indígena con altos índices de pobreza, en que la vivienda es una de las expresiones más importantes de la cultura; termina con una propuesta de lineamientos, programas, acciones y proyectos para revertir la situación de precariedad habitacional. Como puede apreciarse, el contenido del presente número nos ofrece un consistente ideario referente al tema de la cultura y la vivienda, por lo que recomendamos una lectura reflexiva de todos ellos.
Finalmente y agradeciendo el acuerdo del Comité Editorial de la Revista INVI en el sentido de concederme este último editorial, quiero hacer llegar a todos los colaboradores y lectores mis más sentidos sentimientos de afecto y decirles que si bien es cierto, esta oportunidad es para despedirme, no significa un alejamiento definitivo, porque mi ánimo es volver cuando mis planes los haya realizado.

Orlando Sepúlveda Mellado
Académico FAU - UCH y Ex Editor Revista INVI

NOTAS

1) Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española. XXII edición de 2001.
2) Geertz, Clifford. "La interpretación de las culturas". Editorial Gedisa. 13ª reimpresión 2005. Barcelona, España. 387 páginas.