Revista invi N°32, Noviembre 1997, Volumen 12: 3 a 13

PREFERENCIAS DEL USUARIO Y RECONOCIMIENTO DE LO PROPIO EN LA ARQUITECTURA DE CHILE CENTRAL

Ana Rugiero 1
Académica INVI-FAU-UCH

En base a resultados obtenidos en investigación científica realizada, se analizan significados que los usuarios asocian a obras arquitectónicas reales de las ciudades de Chile central -entre La Serena y Temuco-, comentándolos desde su posible aporte a un perfil de lo propio en arquitectura. Se aborda el nivel de la identificación con lo efectivamente existente' que resulta de la coincidencia entre lo construido y la imagen que maneja el ciudadano común, destinatario genérico de los usos y valores que la obra posibilita y transmite como propuesta intencionada del especialista.
Based on a research praject, the following paper deals with the meanings which users associate with existing architectural works in Central Chile -from La Serena to Temuco-. Such meanings are commented from the point of view of their possible contribution to a profile of what is "our own" architecture. The topic of the "identification with what actually exists" is here dealt with. Such identificatian is the result of the coincidence between what is actually constructed and the image the average citizen has, since he is the receiver of the uses and values the specialist proposes.
 

INTRODUCCIÓN

Con el propósito de definir parámetros objetivos sobre una arquitectura que pudiera designarse como 'propia' se ha investigado en forma metódica 2 la recurrencia de ciertas formas en el paisaje de las ciudades más importantes de la zona central de Chile y, muy especialmente, el reconocimiento de ello por parte del ciudadano genérico; asimismo, interesó detectar, mediante una encuesta común a legos y arquitectos 3, en qué grado los significados atribuídos por los usuarios y sus preferencias de índole formal o estética, coincidían con los del especialista. Tal es la base de las consideraciones que hacemos en esta oportunidad.
Los resultados de la investigación que se analizan aquí, corresponden al procesamiento de las respuestas dadas por usuarios de diferentes niveles socioeconómicos y culturales, puesto que la identidad que interesó perfilar debe involucrar a la sociedad en su conjunto.
Como rasgos generales encontrados, mencionaré solamente que, en relación al uso que se asigna a los diversos edificios, el chileno maneja principalmente las variables de lo habitacional siendo sus apreciaciones más vagas y dispersas cuando se trata de otros programas arquitectónicos, como lo institucional, lo cultural o de actividades terciarias. También fue posible determinar que los indicadores de procedencia epocal o estilística son tomados en forma muy global por el usuario, dando lugar a una tendencia a aceptar como propio de Chile la mezcla -o agregación- de varios indicios contrapuestos.
A continuación se dan a conocer 'rasgos' de un perfil que comienza a ser definido metódicamente, siendo el objetivo del presente artículo, en definitiva, una propuesta de intercambio del conocimiento obtenido, a partir de algunos de los resultados del estudio.

UNA PRIMERA APROXIMACIÓN

El concepto de identidad' fue entendido como ligado simultáneamente a un territorio -Chile Central-, y a un 'agente-colectivo' conformado por usuarios, mandantes y arquitectos. En tal sentido, es pertinente considerar que puesto que las obras están vigentes
-vale decir: que se usan-, y que las soluciones arquitectónicas se reeditan, la sociedad como agente colectivo, muestra su 'aceptación'; no sólo ha contribuido a su existencia por la demanda originaria -centrada en el mandante-, y a su respuesta concreta -a cargo del especialista-, sino que contribuye a su persistencia al actualizarla como 'satisfactor' cotidiano -responsabilidad dispersa en los diferentes tipos de usuarios-. Y las persistencias ejercen a su vez una innegable influencia en la conceptualización individual de lo esperable y de lo deseado. Aún en quien, motivado por la necesidad pragmática y perentoria, prescinda de la contemplación detenida del medio - y tal vez, especialmente en él-, éste promueve en lo síquico, la conformación de 'esquemas espaciales' desde muy temprana edad 4. No es de extrañar, por lo tanto, que varios de los criterios determinados a partir del análisis de los casos, desde la perspectiva del especialista, aparecieran también en las apreciaciones del ciudadano común encuestado.
Considerando la convergencia entre el análisis de lo existente y las respuestas de los usuarios encuestados, es posible afirmar que se da en nuestra arquitectura un conjunto restringido pero coherente de conceptos que la particularizan. En Chile central predominan las obras cuyas formas, espacialidades y materialidad remiten a los significados de "protección", "funcional", "austeridad" y "moderno"; y el usuario reconoce dicha carga significativa, recurriendo en la expresión explícita a sinónimos que matiza con cierta carga vivencial -es decir, recurriendo a la experiencia cotidiana-.
Cabe preguntarse: ¿basta con decir esto para dar cuenta de lo que es más 'nuestro' entre todas las posibles expresiones de lo construído? ¿No es propio -por ejemplo- de toda obra de arquitectura ofrecer protección y ser funcional? Sí y no; ambos conceptos participan de la 'utilidad' históricamente asociada a ella; pero hay espacialidades que 'limitan' sin proteger y también existen secuencias funcionales que no requieren, no pretenden, o no alcanzan lo arquitectónico 5. Además, ambos conceptos pueden presentarse en grados variables. Lo 'austero', por su parte, ¿lo es en sí mismo, siempre? Con frecuencia el término designa una cualidad relativa en referencia a algún tipo de exceso ... Y sobre lo 'moderno' cabe preguntarse, por ejemplo, ¿cuál es la extensión temporal que se alude?
Parece oportuno, entonces, precisar lo dicho, en especial desde la óptica del habitante genérico, y entrar en el ámbito de las realidades que se dan en la arquitectura que nos rodea, la que conforma nuestro medio, la que 'nos forma' en determinadas preferencias, y que determina los conceptos que asociamos a las expresiones existentes. Es en la especificidad que tales conceptos adquieren para la sociedad como colectivo-agente donde puede visualizarse y dimensionarse las expectativas que maneja el usuario, las cuales, de existir una identidad disciplinaria, deberían coincidir con las que prevee el especialista.

LO NUESTRO COMO HECHO Y COMO FENÓMENO 6

Las formas parciales, o características puntuales de las obras, con más alta recurrencia y que evidencian 'protección' en la arquitectura chilena de la zona central son: marquesinas en los accesos, esquinas de arista simple, predominio de muros antes que de vanos, y techos en pendiente -con la tradicional cubierta de tejas o con la mansarda que, desde la década de los '70, viene consolidando su lugar como rasgo profusamente propuesto -con variaciones no siempre felices-, y que cuenta con aceptación explícita, en especial para las temáticas habitacionales-7.
Estos modos de protección son reconocidos por los usuarios que agregan a lo explícito en las formas, la vivencia de 'seguridad' matizada ésta con la asignación espontánea de 'tranquilidad' a otras características no formales. Esta carga vivencial muestra la importancia básica que se da a una solución eficiente, técnicamente 'buena', y resulta actualmente prioritaria en la valoración de los usuarios 8.
La obras chilenas son elocuentes de lo funcional al proponer formas pragmáticas en general, y, en buena medida, al adscribirse al funcionalismo como corriente modernista. El usuario, al especificar mediante los conceptos de 'acogedor' y 'cómodo', lo propio de una obra por la cual muestra preferencia remite a criterios de funcionalidad y pone de manifiesto una apertura de usos posibles. 'Cómodo' es el término que fue reemplazado por el concepto de 'función' en las posturas modernas sobre la arquitectura 9; al emplear el adjetivo 'cómodo' se subraya la vivencia de lo arquitectónico, el despliegue de actividades no precisadas, y no tanto la concordancia entre 'forma y uso' o la secuencia de 'acciones correlativas', que son propias de 'lo funcional'.
Señalemos además, que el usuario chileno duda menos en 'usar' que en 'atribuir el uso específico' que la obra tendría. Esta tendencia a priorizar la acogida que brinde una obra a sus necesidades, antes de interrogarse por la 'finalidad' que le dio origen demuestra una ductilidad frente al uso de lo construido, una adecuación pragmática de lo que se dispone, antes que un plantearse los óptimos deseables para cada actividad lo. Esta tendencia a lo práctico - en tanto 'practicable', es decir: lo 'usable para determinado fin'- agrega otra consideración posible: que la forma no esté siendo entendida aún -y, muy posiblemente, que no esté siendo 'deseada'-, como capaz de potenciar un 'mejor' desarrollo de determinada actividad10 . Cuando asignamos a una casona la posibilidad de ser museo o a un edificio habitacional de cuatro pisos la de ser una clínica se desatiende la eficiencia que es posible lograr para tales actividades -ajenas a la originaria-.
Sobre la austeridad de la arquitectura chilena planteábamos antes si acaso era sustantiva o meramente adjetiva. Aparece, sin discusión posible, en la realidad de las expresiones arquitectónicas de nuestras ciudades, a través de la escasa presencia de lo ornamental y lo ornamentado; en los muros limpios, en los volúmenes precisos, en lo escueto del juego lineal de horizontales y verticales; en las tipologías elementales- 11. Es una realidad que se da en el planteamiento general y generalizado -a juzgar por los 'tipos' formales de mayor recurrencia-, y no sólo en el modo particular que adopta cada caso -que en general no particularizan decisivamente el tipo-. Por lo tanto, la austeridad es sustancial, resulta del 'ser' y no de un accidente del 'cómo es'.

Foto 1.- Las soluciones de carácter social que responden a los criterios del perfil detectado como 'propio de nuestra arquitectura' contribuyen a concretar las expectativas de integración que subyace en la definición misma de lo habitacional como problema 'de toda la sociedad'. (Bloque de la Villa Cousiño Macul, Peñalolén, tomada en septiembre de 1990. Fte.: Centro de Documentación del Instituto de la Vivienda, CDI)

Los usuarios no sólo usan espontáneamente el sinónimo 'sobriedad' sino que califican las obras que prefieren -cuando presentan rasgos como los descritos- como 'elegantes'. Subrayemos que esta realidad es refrendada por los arquitectos encuestados que coinciden explícitamente en aplicar el mismo término a la misma preferencia -lo que es, de por sí, algo poco frecuente-. Este criterio ilustra, pues, nuestro 'gusto', nuestra preferencia de índole estética: lo austero pertenece a nuestros paisajes urbanos de la zona central, y es valorado en forma generalizada por su aporte a lo 'elegante'. El grado
de consenso social hace de lo 'elegante por sobrio' un pivote de la valoración de nuestra arquitectura efectiva. Las volumetrías simples y definidas, los muros llenos y la prescindencia de ornamentaciones no responden a un mecanismo pueril ni accidental de la creación, sino a propuestas intencionadas, que son valoradas positivamente.
Lo 'moderno', a su vez, se asocia a un amplio espectro de expresiones, situándose el indicador epocal hacia la década de los '60, y haciéndose extensivo a hoy día. Pero he aquí que el interés por
'lo nuevo' particulariza la calificación de las obras como 'modernas', con una alta sensibilidad a todo lo que pueda constituir un signo -aún equívoco-, de 'recientemente hecho'. A esto se agrega una cierta inmediatez para calificar de 'antiguo' todo cuanto presenta rasgos de 'no-nuevo', obviando cualquier gradación de lo intermedio. Esto no implica, sin embargo, que no se valoren obras cuya antigüedad constituya un rasgo relevante de lo patrimonial. Y a la inversa, lo que 'persiste' mueve a que sea 'conservado' mientras lo 'más reciente', justamente por entenderse 'moderno' resulta 'vigente', no movilizando el que se le asigne la calidad de 'preservable'.
Señalemos además que la amplitud del término 'moderno' trasciende las formas en sí mismas, aplicándose también al uso de colores definidos -objetivamente actual-, siendo ésta una tendencia tan definida que induce fácilmente a la percepción de la obra remozada mediante color aplicado como 'más reciente'. Lo 'moderno' es, pues, lo nuevo y también lo 'renovado' referencia circular que deja fuera todo lo demás, calificado genéricamente como 'antiguo'. Este modo de definir lo 'actual' implicaría una adecuación de lo arquitectónico a las demandas del 'estar siendo' en tanto presente y no como 'posibilitador' de lo futuro. En efecto, la mirada que rescata el valor de lo que 'persiste' es más aguda que la orientada a detectar aquello que, por ser de vanguardia, tiene mayor 'opción de persistir'.
Parece posible afirmar que la 'protección y seguridad' posibilitantes de la 'comodidad' orientada al 'ser en plenitud' -explícitas en formas coherentes con lo técnico-, no se estaría haciendo extensiva a valores ligados a lo netamente artístico de las formas actuales, en relación a la perdurabilidad de lo 'moderno / reciente / actual'. El reciclaje constante sería la expectativa más difundida 12 y la gratificación vivencial y estética parece estar subordinada a las posibilidades del 'uso efectivo' y la 'comodidad' actuales.

SOBRE LO 'HECHO PROPIO'-'LO APROPIADO'

Veremos a continuación otros criterios puestos de manifiesto por los encuestados y que permiten ampliar la significación que se maneja respecto de la arquitectura en aspectos menos vinculados a lo formal. Me referiré a ellos como lo que ha sido 'apropiado' porque no se da igual grado de coincidencia entre lo efectivamente existente y la percepción del usuario, siendo sin embargo, compartidas por mayorías estadísticamente significativas.
Otra coincidencia entre el ciudadano común y el especialista -también aquí, como observador encuestado-, que se suma a la ya comentada para lo 'elegante', se produce respecto de las formas que brindan 'amplitud' y 'apertura'. Puesto que en la realidad de lo construido, en general, no abundan espacios con esas características, cabe entenderlas como 'aspiraciones', como algo 'deseado' más que efectivamente vivenciado. Esta discordancia entre frecuencia y preferencia por 'lo amplio' permiten inferir que, dentro de las restricciones dimensionales de nuestros espacios arquitectónicos y urbanos, el usuario ha establecido una escala que va desde lo 'encerrado' -que rechaza decididamente, a nivel vivencial y estético-, hasta lo designable como 'comparativamente amplio'.
El muro-cortina permitió confirmar la preferencia de los usuarios por lo 'claro' y lo 'luminoso', y extrapolar que su aceptación como solución estético-constructiva iría más allá de la 'moda' pero también más allá de la materialidad en sí misma; me refiero a que no debe olvidarse que la primacía de muros y masas no es sólo una realidad en lo construido sino que son reconocidos como algo 'propio' en nuestra arquitectura; de allí que, dado el consenso entorno a la preferencia por lo 'claro' y 'luminoso', las preferencias respecto del color evidencien cómo esos criterios se hacen extensivos a diferentes tipos de envolvente.
En efecto, mientras el 'negro' es rechazado de plano por 'frío' y, sin ambages, por 'feo', el 'blanco' induce 'tranquilidad', refuerza lo 'acogedor' y alude a lo
'limpio'. Esta tendencia mayoritaria a la tranquilidad, lo acogedor y lo limpio asociados al blanco, se vincula a la aceptación -aunque secundaria, muy alta-, de lo fuertemente 'colorido'. Y aún cuando suene contradictorio, tanto quienes privilegian lo 'blanco' como los que se inclinan por los colores 'saturados' comparten la vivencia de 'calidez' y 'alegría' que a ambos grupos interesa. Parecería, entonces, que la profusión de colores neutros en las obras reales -ocres y grises, incluyendo el hormigón a la vista-, y su reconocimiento como característica de nuestro paisaje construido, es una 'concesión', una especie de 'pacto de neutralidad' asumido por la sociedad que, centrada en la elegancia de lo austero acoge -sin embargo, y en buena medida, aquí y allá-, la vitalidad del amarillo oro, el azul intenso o el rojo profundo, que mantienen su presencia en nuestras ciudades.
Respecto a juicios estéticos positivos, los usuarios no tienen reparos en manifestar que su preferencia por una obra responde a su condición de 'bonita',
simplemente 'linda', o decididamente 'bella'. Estos son los adjetivos que usamos para hablar de lo que nos gusta; podrían muy bien ser otros y seguramente lo son en otras sociedades. Atendiendo la etimología de esos conceptos, la mayor recurrencia de 'bonito' pone de manifiesto que son muchos los usuarios que manejan nociones de 'porporción' -aún cuando sea inconcientemente-; un segundo grupo, frente a la misma obra, atiende -y entiende-, lo 'apacible y grato' consustancial a lo 'lindo', mientras que otro grupo, más restringido, ve en el mismo ejemplo, un grado de 'excelencia' como fuente del 'deleite', que son las condiciones de lo 'bello'. La proporción intrínseca a lo 'bonito' -término más utilizado-, habla de reglas perceptibles, presentes en el objeto arquitectónico que agrada. Si a esta noción de 'leyes de la forma' sumamos el hecho que lo 'bonito' participa de lo 'bueno' en tanto que posee cierta 'bondad' o cierta 'utilidad', podría considerarse que la valoración de lo arquitectónico, también a nivel de lo artístico se apoya en lo 'correcto', en el 'deber ser'.
Es frecuente que se plantee, respecto de la arquitectura, una dualidad entre técnica y arte y que las posturas enfaticen o los aspectos técnicos o los decididamente artísticos. Según los resultados de la investigación realizada, el usuario atiende lo técnico aún en el campo específico de la valoración artística: le importa lo acogedor y seguro, y lo bonito; es decir, lo 'bien hecho' tanto en aspectos técnicos como en lo artístico. Nuestra arquitectura es capaz de promover en el usuario el aquietamiento y el deleite que abren el camino a la realización de lo gratificante y no sólo de lo perentorio.

SOBRE LO 'PROPIO' Y LO 'SOCIAL'

Fotos 2 y 3.- La prioridad que se da al 'uso efectivo y actual' de las obras explicaría la tolerancia al deterioro, aún cuando al emitir un juicio se lo asocie sólo con 'antigüedad'. (Población Huemul II (1941), Santiago. Tomada en julio de 1986. Fte.: Centro de Documentación del Instituto de la Vivienda, CDI)

A modo de conclusión, quisiera hacer explícitos ciertos nexos entre lo expuesto y la temática de la vivienda social. En primer lugar, considero que los resultados del estudio que se dan a conocer no son en sí mismos incompatibles con la temática habitacional social, y pueden resumirse así: la arquitectura de Chile central es propuesta, como protectora, funcional, austera y moderna, y el perfil de identidad que se ha podido definir incluye una alta preferencia por lo 'amplio y abierto, lo claro y luminoso, lo cálido y alegre. Si asumimos esto como información básica, podremos afinar la mirada sobre lo que verdaderamente 'falta aún' en las soluciones actuales, y sobre cuáles son las reales expectativas del usuario, subyacentes en los discursos sobre 'otras necesidades' -más allá de las básicas- que la vivienda social debería propiciar que se cubran 13.
En segundo lugar, entiendo que la vivienda de interés social es una temática más, y de suma importancia, dentro del campo disciplinario global de la arquitectura. Si bien en algunos momentos históricos se ha delimitado como tema específico a fin de trabajar en profundidad sus variables más propias, posibilitándose así una mayor eficacia en los resultados de las acciones emprendidas, no debería asociársele un carácter extra-arquitectónico ni mantenerla encapsulada, como temática, en el sistema cerrado de sus condicionantes y niveles de logros. Considero conducente al desarrollo de la disciplina y del país, entender la producción habitacional de carácter social como expresión de una sociedad que la aborda como un problema 'propio' para el cual ha de encontrar soluciones también 'apropiadas y coherentes'; y ello no sólo debe referirse a aspectos técnicos sino a una orientación desde y hacia los modos de vida que se privilegian, y que son, en último término, el parámetro que subyace en la propia definición del problema como tal.
Téngase en cuenta, también, que las actuales políticas habitacionales y sociales apuntan a una visión global del tema, privilegiando la 'contigüidad' de los planes y acciones, así como la complementariedad de los aportes públicos y privados, a fin de llegar a los diferentes extractos socioeconómicos con un criterio común, centrado en la igualdad de oportunidades de acceso a la solución de las carencias habitacionales. Tanto el concepto de 'coherencia' de la política como el de 'contigüidad' de los programas y mecanismos de gestión, apuntan a lo 'propio' en el campo genérico y global de lo habitacional.

Fotos.- 4 y 5.- La valoración de 'lo moderno', que incluye lo 'nuevo' y que se hace extensiva a lo 'renovado', permite presumir que la gratificación que otorga esta imagen lleve a juzgar como 'más reciente' su data de construcción. (Población Huemul II (1941), Santiago. Tomada en abril de 1997)


NOTAS Y REFERENCIAS

1 Investigación "Perfil Semiótica de la identidad de la Arquitectura de Chile Central en Momentos de Globalización de Tendencias". Rugiero, Ana María; Letelier, S.; Arribas, M.1-Proyecto FONDECYT N2 193 0805.
2 La investigación se basó en un enfoque semióiico de la arquitectura que llevó a determinar la Identidad como la resultante de tres niveles coherentes de significación: 1) de las obras entre sí; b) del usuario con el conjunto de las obras; y c) de la común valoración que usuarios y especialistas hacen de las obras. Aquí se da aconocer un análisis de los resultados obtenidos respecto al nivel b.
3 Ver: Piaget, cit.: Norberg-Schulz, 1975: "Espacio, Existencia y Arquitectura". Ed.Blume. Barcelona. pg.11 y ss.
4 Lo 'sólo techado' y lo 'sólo limitado' no basta a dar el grado de 'protección' al cual se está aludiendo. Paralelamente, espacialidades provisorias como las ferias, por ejemplo, no tienen necesariamente el rigor que el 'funcionalismo' demanda poner en juego, y la 'economía de medios' que suelen exhibir temáticas como esa o similares, pueden no estar sujetas al desafío adicional de lo perdurable.
5 Con el término 'hecho' me refiero a la obra en su realidad objetual, al objeto-obra, mientras que el término 'fenómeno' considera la obra en una perspectiva heideggeriana, es decir, un 'estar siendo' algo para alguien; la relación aquí es, pues, del 'sujeto-frente-a-la-obra'. Recojo así fa diferenciación planteada por Morales (1969) entre la obra considerada 'un hecho' y la obra como 'hecha' -realidad-, por alguien con algún propósito.
6 A los efectos de la síntesis que interesa aquí, se mencionan sólo los tipos de acceso, esquinay remate superior de máxima recurrencia en el paisaje de las ciudades estudiadas. Cabe precisar que, así como para cada ciase estudiada se presentan numerosos tipos, sólo unos pocos tienen representaciones frecuentes, y que, en general, se da un tipo predominante que es el mencionado.
7 Me permito reiterar que si bien puede entenderse la 'protección' como requerimiento básico del habitar que la arquitectura recoge, el énfasis que puede adquirir para diferentes sociedades es lo que lo convierte en indicador de 'identidad'. El que para los habitantes de Chile Central se haga explícito con carácter prioritario asociado, además, a la 'seguridad' colorea la significación genérica de la que hablo, la particulariza, siendo posible prever que en otras latitudes y sociedades resulte menos explícito en relación directa con su 'obviedad'.
8 Este punto ilustra la importancia de atender lo relativo a la calidad de la construcción aún en las soluciones sociales: las restricciones hacia lo elemental que ellas tienen no pueden afectar lo 'durable' como aspecto básico a la perspectiva de la vivienda como proceso en sí misma y como punto de arranque del proceso de una efectiva inserción social de los beneficiarios. El hecho de que la 'calidad' esté siendo explícitamente normada, contribuye a mostrar la importancia que se da en Chile a lo arquitectónico como 'protector'.
9 Existiendo esta tendencia, parece recomendable analizar la posible incidencia de los estándares vigentes en la compartimentación funcional de las soluciones que ofrece tanto el sector público como el privado, a fin de posibilitar espacialidades con usos más flexibles.
10 Lo 'elemental' de las soluciones de carácter social no sería pues tan ajeno a lo 'nuestro', y podría constituir un puente con la arquitectura a que apunta la concepción de lo habitacional como base del proceso de integración social.
11 Si bien ello podría responder a la lógica propia de una sociedad asentada en un territorio sísmico, no parece oportuno restringir la carga de especificidad que entrega al perfil de identidad. Recordemos el caso de México que, no obstante la intensidad de los fenómenos telúricos, posee rasgos muy definodos de identidad en arquitectura.
12 No se pretende desconocer que se habla de la 'posibilidad de despliegue' de las capacidades personales, de la familia y aún de los grupos sociales. Se postula que dichas necesidades sólo pueden expresarse -cuando no son puramente implícitas-, como 'expectativas'.