El centenario de Port Sunlight

ALBERTO GUROVICH W.

Al profesor Benny Pollack, de la Universidad de Liverpool.

En el centenario de su inauguración, la aldea modelo de Port Sunlight uno de los pilares urbanísticos del fin del siglo diecinueve, ejemplo del pa ternalismo de los industriales progresistas de la era victoriana y banco de prueba de paradigmas espaciales difícilmente superados, está en peligro de desaparecer.

El problema de su subsistencia como entidad unitaria se halla en la acción individual de los nuevos propietarios de las viviendas, lo cual no deja de ser una ironía en el destino del proyecto de 1888.

La clave de la destrucción de esta muestra clásica del orden urbano de la dilogía integración- represión 1 del consumo y de la conducta laboral de los productores, con un fuerte valor simbólico puesto al servicio de los requerimientos publicitarios de la empresa, aparece contenida en la necesi dad actual del sistema capitalista de aumentar la productividad de la producción, ampliar el consumo agregado y consistentemente apoyar la propiedad privada de los medios de consumo individual.

En la política económica del gobierno conservador encabezado por la señora Margaret Thatcher, como parte del programa de renovación de determinadas líneas industriales a fin de elevar su productividad para enfrentar la creciente eficiencia de sus competidores del extranjero y, de paso, atraer el capital de las transnacionales -gran parte del cual es originario de las propias islas británicas-, se han estado impulsando una serie de ajustes normativos que condicionan el manejo del patrimonio no directamente productivo de las empresas con el objeto de elevar sus tasas de ganancia por la vía de la disminución de costos.

Ya desde 1979, en virtud del Acta de la Renta de 1976, la industria UNIlever PLC., dueña de la aldea desde su creación, comenzó a vender las casas. Entre esa fecha y 1987, unas 460, de un total de 1.372 viviendas, habían sido adquiridas por sus ocupantes o por nuevos propietarios 2

Para ello, además de seguir la tendencia dominante, la empresa argumentaba que hacia 1980 solamente un seis por ciento de su fuerza de trabajo activa residía en Port Sunlight, lo que estaba complicando la administración de subsidios residenciales, a más de dificultar el logro de un balance etáreo y social adecuado al pleno uso de los servicios de equipamiento que debía sostener y a la formación de una comunidad equilibrada 3.

En el año del centenario, los inmuebles siguieron enajenándose y comenzaron a revenderse algunos previamente adjudicados. También aparecieron los primeros cambios de puertas, techumbres y cierros, y se alteraron los pa tios y fachadas secundarias con nuevas construcciones, timidamente, por ahora.

La empresa, por su parte, invirtió grandes recursos en la renovación y cuidado de las especies vegetales de los espacios abiertos y en los letreros anunciadores del aniversario, los cuales, en todo caso, no rivalizaron con los avisos de venta de las casas, decorosamente ubicados tras las ventanas.

Cabe recordar las circunstancias de la formación de Port Sunlight.

Cuando los ingleses abolieron sus derechos de importación sobre los cereales, en 1846, y más adelante, otros Estados europeos redujeron sus aranceles sobre los productos agrícolas, al tiempo que se introducía la navegación a vapor, se expandían las redes ferroviarias y perfeccionaban los barcos y vagones frigoríficos, los precios de los productos agrícolas, sometidos a la más abierta de las competencias, disminuyeron en forma vertical, desencadenando el llamado "drama de la agricultura europea (1873-1896)" 4.

Para mayor desgracia, simultáneamente acontecieron períodos de alteraciones climáticas y devastadoras plagas animales y vegetales (apizootia, comalia, filoxera, etc.)

La crisis del sistema agrícola del Reino Unido afectó a las formas de vida de la población rural, limitando su nivel de ingresos y la capacidad ocupacional, en tanto disminuía la superficie agrícola y aumentaba la importación de trigo, carnes y productos lácteos, entre otros.

Grandes contingentes de población comenzaron entonces a emigrar en busca de nuevas opciones, atraídos por la construcción de los ferrocarriles, el enriquecimiento relativo de las actividades industriales y las ciudades, y las generosas perspectivas de los nuevos mundos allende de los mares.

En los conglomerados industriales, estos inmigrantes van a alojarse, hacinados, en los barrios antiguos, ocupando todas las disponibilidades de es pacio, o bien se instalan en los sucesivos ensanches periféricos, en den sos conjuntos residenciales entremezclados con fábricas, bodegas, patios de carga y establos, desarrollando a cada vez mayor escala el triste esce nario de la ciudad de la revolución industrial.

Tras la epidemia de cólera de 1830, aquellas condiciones tan negativas habían dado lugar a una secuencia de investigaciones oficiales, entre 1838 y 1845; a la aprobación de la primera ley sobre requisitos higiénicos mínimos para las viviendas de Londres y su región, en 1844; y al Acta de Salud Pública, que señalaba pautas de control sanitario de los gobiernos locales, sancionada en 1848 y perfeccionada después, en 1875, cuando se reglamenta la altura y los distanciamientos mínimos de las unidades edificadas en los conjuntos habitacionales, cuyos valores, por efecto del negocio inmobiliario, serán convertidos en niveles permanentes por las empresas constructoras5.

Junto con tales iniciativas del aparato del Estado, comienzan a circular las propuestas utópicas de varios modelos alternativos de la estructura urbana, obviamente ideales, que llevan implícita la sustitución y demolición de la ciudad real, junto con legitimar la sociedad industrial y el manejo autoritario del habitat en tanto mecanismo de control y dirección del comportamiento de la colectividad, a fin de asegurar la reproducción de su orden interno, cristalizado así para siempre 6.

En el elenco de los sueños estarán presente desde el paralelogramo de la Armonía y la Cooperación, contenido en los informes para el condado de Lanark, de Richard Owen (1816), hasta la ciudad de la salud, Hygeia, de Richard B. Ward (1876), incluyendo, por supuesto, el falansterio de Charles Fourier (1829), la ciudad y las viviendas icarianas de Etienne Cabet (1840) y el plan para la ciudad de Victoria, de John S. Buchingham(1859)7.

Los hechos de la época capaces de justificar aquellas utopias, estaban sumidos en una todavía mayor contradicción en la medida en que el desarrollo de la industria metalúrgica y textil, el transporte caminero, ferroviario y marítimo, el comercio y la banca convertían a las islas británicas en un gran negocio cuya clientela se iba extendiendo por el mundo.

Entre 1850 y 1870, mientras se duplica la producción de carbón y de hierro, el comercio y la red de vías férreas, y la población aumenta en cinco millones de habitantes 8, el distanciamiento social en el ámbito residencial urbano continúa incrementando su velocidad y sensibilizando al sector más consciente de la colectividad.

 

 

Se dan a conocer, entonces, trabajos de análisis, reflexiones, planteamientos políticos, ideas y proyectos. Entre ellos, por citar algunos de los más relevantes, estará la constitución de la primera sociedad filantrópica destinada al progreso de las viviendas de la clase laboral (1845); la publicación de las denuncias sobre la realidad de los barrios obreros de Manchester, escritas por Federico Engels (1845); la edificación de la aldea de Bessbrook, en Irlanda, para sus operarios, por los Richardson (1846); las leyes sobre las viviendas obreras subvencionadas y los edificios colectivos, impulsadas por Anthony A. Cooper (1851); la construcción de la aldea modelo de Saltaire, junto al establecimiento industrial de Titus Salt, la cual incluye parques, iglesias, escuelas, hospitales y bancos (1853); la fundación de la aldea de Bromborough, para los obreros de la fábrica de velas de Price (1853); la descripción de Coketown, la ciudad del carbón, en la novela Tiempos Difíciles, de Charles Dickens (1854); los ensayos de Oscar Wilde sobre el mejoramiento de las viviendas obreras (1862); las crónicas periodísticas acerca de la vida de los pobres, de Henry Mayhew, en el mismo período; y finalmente, el proyecto del poblado agrícola e industrial de Bournville, realizado por iniciativa del industrial George T. Cadbury para la ampliación y respaldo de su fábrica de chocolates (1879-1895), con viviendas dispuestas en pequeños grupos, jardines privados y una gran riqueza de espacios públicos9.

Asimismo, desde lejos llegan los ecos de las ciudades obreras y las viviendas populares de Luis Napoleón (1849-1867); la construcción de las colonias obreras alrededor de Essen, encargadas por los Krupp (1863-1875); la memoria descriptiva sobre la situación de la clase obrera en Barcelona, de Idelfons Cerdá, que se anexa al plan de reforma y ensanche de la ciudad (1867); y, por último, el proyecto de la ciudad industrial de Pullman, en torno a la industria de coches ferroviarios de George Pullmann situada en Illinois, diseñada por el arquitecto Solon S. Beaman y el paisajista Nathan F. Barret (1885)10.

En el año 1887, William Hesketh Lever, un exitoso fabricante de jabón de la región de Liverpool, decidió trasladar su industria desde Warrington, a orillas del río Mersey, hasta Cheshire, Bebington, también al borde del Mersey, cerca de Birkenkead. Allí adquirió una propiedad de 89,4 hectáreas situadas entre la línea del ferrocarril a Londres y el camino real de Chester, reservando unas 52,6 hectáreas para formar una aldea modelo destinada a sus trabajadores, a la que llamó Port Sunlight, con el nombre de su producto más conocido, las pastillas de jabón de uso doméstico 11.

Al efecto, trató de operacionalizar la ideología progresista de sus antecesores, beneficiando el funcionamiento lucrativo de la industria, que su ponía en permanente crecimiento y desarrollo, junto con experimentar el logro de un encuadre formal de pertenencia e identificación positiva con su empresa de los obreros y empleados y de sus familiares.

Conciliaba, estos objetivos con el de llegar a ser un reformador social, unificando e igualando los integrantes de la empresa, no sólo a través de la dotación, calidad, centralidad y holgura del equipamiento y los espacios colectivos, sino específicamente por medio de la homogenización cualitativa de las viviendas, y difundiendo también este ejemplo al resto del cuerpo social.

En términos técnicos, buscaba superar los conflictos de clase e imponer una dinámica de interdependencia de los participantes de la empresa mediante la persuación directa y la convergencia en múltiples dimensiones, entre las cuales la arquitecturización del espacio debía jugar un rol fundamental.

Encargó el proyecto al arquitecto William Owen, de Warrington, y dio comienzo a las obras el 3 de marzo de 1888.

A fines del año siguiente se entregó el primer bloque de 28 viviendas, y al cabo de los primeros veinte años se habían edificado 720 casas y varios edificios públicos incluyendo tiendas, escuelas, clubes sociales y hospederías de solteros.

En 1915, a la muerte de Lever, el total subía de 890 viviendas, y se le habían incorporado comedores colectivos, un instituto de enseñanza profesional, gimnasio, hospital, iglesia, escuela religiosa, un hotel y una taberna, el monumento a los héroes locales de la Gran Guerra y una biblioteca12.

Las últimas etapas de construcción se cumplieron entre 1934 y 1938, y poco después de la Segunda Guerra Mundial, para recuperar los graves daños causados por los bombardeos alemanes, hasta alcanzar un densidad media global de 26,1 viviendas por hectáreas.

 

Estas, que son de dos tipos, tienen servicios higiénicos incorporados y se organizan en grupos de tres y siete unidades con variaciones sutiles en los alineamientos para evitar la monotonía.

"El plan de conjunto manifiesta, por primera vez, un cuidadoso estudio del medio ambiente sobre una planta viari en la que los motivos académicos-tradicionales, asumidos bastante discretamente, se diluyen y mitigan en conexión con recorridos curvilíneos, en la prevalencia de las áreas arboladas y las funciones públicas, y en la rica articulación de los jardines huertos situados en el interior de los remansos definidos por las partes traseras de los edificios, y por los espacios de prado, no cercados, que se extienden delante de las viviendas"13.

En los diseños de los edificios colaboraron varios arquitectos, entre ellos Edwin Lutyens, James L. Simpson, Segard y Geoffrey Owen, hijos del autor del proyecto general, valiéndose de formas muy definidas, unificados por el uso común del estilo Tudor y rodeados de amplios espacios.

La asignación de edificios públicos es igualmente generosa: Como contrapartida, y conforme a la intención primitiva de sus creadores, "los residentes quedan expuestos a los caprichos de un paternalismo omnipresente que pretende regular el comportamiento y (hasta) la organización de la cultura. Es así como casi en el centro de la barriada se levanta la Galería de Arte de la Señora Lever (un edificio cruciforme en estilo renacimiento clásico, con pórticos jónicos y dos grandes domos, construidos en 1922), que guarda su colección de cuadros, porcelanas y muebles antiguos" 14.

A lo largo del tiempo, la industria fue empleando parte de sus ganancias en la concesión de préstamos y subvenciones a los arrendatarios, convirtiendo a sus dependientes en accionistas y ofreciéndoles la prioridad en la asignación y ocupación de las viviendas, hasta 1979, como lo hemos señalado, cuando cambia su política empresarial.

Cabe agregar, finalmente, que el diseño de Port Sunlight y su significado influyeron en la ciudad-jardín de Letchworth (1903) y el suburbio-jardín de Hampstead (1907) de Raymond Unwin y Barry Parker, y en nuestro país, para revalorizar la formación de Lota Alto (1869, 1881) y el proyecto de la población Huemul (1911), que examinaremos en el próximo número del Boletín.

 

NOTAS

1Una suerte de interpenetración de contrarios. Al respecto, véase en CLAVAL, Paul (1978). "Espacio y poder", México, 1982, Fondo de Cultura Económica, 246 pp.; especialmente en pp. 60-74, capítulo IV, "La arquitectura social y la economía del poder", y en IBAÑEZ S., Fernando, "La disciplina", pp. 155-191, en CRUZ M., Francisco et als, "Del universo al multiverso", Santiago, 1985, Ed. Edith Contreras, 243 pp., donde se reflexiona sobre el mismo tema se gún la propuesta de Michael FOUCAULT (1975).

2p.37, en SELLERS, Sue, "Sunlighters. The story of a village". Londres, 1988, Unilever External Affairs Department, 42 p.

3p.36, en SELLERS, S., op. cit.

4pp.138-140, en CLOUGH, Shepard B. y MOODLE, Carol G., "Historia Económica de Europa", Buenos Aires, 1968, Paidos, 231 p.

5pp.101-113, en BENEVOLO, Leonardo, "Origenes de la urbanística mo¬derna, Buenos Aires, 1967, Tekne, 159 p.

6pp.7-10, en SATO, Alberto, "Ciudad y utopía", Buenos Aires 1977, Centro Editor de América Latina, 108 pp., y en MARIN, Louis (1973), "Utópicas: juegos de espacios", Madrid, 1976, Siglo Veintiuno, 313 p.

7pp.111-117, en CHOAY, Francoice (1965), "El Urbanismo. Utopía y realidades", Barcelona, 1970 Lumen, 539 p.

8pp.114-129, en SECCO E., Oscar y BARIDON, Pedro D., "Historia universal. Epoca contemporánea", Buenos Aires, 1972, Kapelusz, 271 p.

9915-917, en SICA, Paolo, "Historia del urbanismo. El siglo XIX", Madrid, 1981, Instituto de Estudios de Administración Local, 1. 117 pp.; en FREIXA, Mireia (ed.), "Las vanguardias del siglo XIX", Fuentes y documentos para la historia del arte, volumen VIII, Barcelona, 1982, Gustavo Gili, 471 pp.; y en BENEVOLO, L., op. cit.

10En: SICA, P., FREIXA, M. y BENEVOLO, L.; op. cits.

11pp.8-9, en SELLERS, S., op. cit.; y pp. 14-102, en BENOIT-LEVY, Georges, "La Cité-jardin", segundo volumen, "Villages-jardins et Banlieues-jardins", París, 1911, Editions des Cités-jardins de France, 199 p.

12p.12 en SELLERS, S., op. cit.

13p. 918, en SICA, P., op. cit.

14p. 918, en SICA, P., op. cit.